Camilo dos Santos

Seis meses de pandemia y el día después

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20 de septiembre de 2020 a las 05:00

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Ya van seis meses de pandemia en nuestro país y más de nueve en el mundo. Lo que surgió en noviembre o diciembre pasado en la provincia de Wuhan (China) ha cambiado la faz sanitaria y económica de todo el mundo quizá, con la excepción de China, que parece no haberse inmutado demasiado pese a haber sido el origen del caos. China tuvo una caída de su nivel de actividad en el primer trimestre del año pero hoy está haciendo “business as usual” mientras el resto del mundo se debate entre cuarentenas más o menos rígidas y caídas económicas más o menos pronunciadas. Y un futuro incierto hasta que haya vacuna y aún cuando la haya, seguirá la incertidumbre de no saber cuanto es el lapso de inmunidad que otorga. ¿un mes, dos, un año?

La pandemia puso el mundo patas para arriba. Nos trastocó los hábitos personales en muchas formas, las costumbres sociales y familiares, las formas de trabajo, de consumo y de descanso. Hay una nueva normalidad que varía de país en país, e incluso dentro de cada país. 

Ya las cosas no volverán a la vieja normalidad. ¿Que será del turismo y de los viajes no necesarios por razones laborales o familiares? ¿cómo será nuestro relacionamiento con el vecino y con el que coincidimos en un medio de transporte, o en un espectáculo, o en un lugar de compras, o en un hospital? 

Otro tema no menor: ¿cuál será el futuro de la oficina de trabajo, ese lugar incuestionable hasta hace pocos meses y que ahora está en total revisión  no solo por el teletrabajo sino por la posibilidad de evitar largos y tediosos desplazamientos diarios? ¿Cuanto habrá de presencia física y cuanto de presencia virtual?  Porque más allá de que en unos y otros  trabajos las proporciones de presencialidad serán diferentes hay una cosa clara: que la relación física y presencial es muy importante en el relacionamiento humano en  todas sus facetas. Los seres humanos necesitamos interacción, necesitamos estar cerca unos de otros y necesitamos apoyarnos. No basta el Zoom o el Meet o la Face Call.

El hombre es un animal político decía Aristóteles. Político en el sentido de que pertenece a la “polis”, a la ciudad y no en el sentido de la política partidaria. Y eso no puede perderse aunque la comunicación digital sea perfecta y accesible a todos. No podemos manejarnos en la “polis” mediante redes sociales o contactos digitales. Se pierde nuestra esencia.

Y hablando de la comunicación digital: ¿cuánto habrá influido esta pandemia en la aceleración de la automatización del trabajo, de las comunicaciones, de las relaciones? Hablando el otro día con un destacado empresario uruguayo en cuestiones de e commerce me decía que esta pandemia había adelantado los tiempos de transformación en por lo menos 5 años. Al menos para el y su industria, ya estaba viviendo una realidad prevista para dentro de 5 años. Y eso puede verse en otros muchos sectores y hábitos. Las compras on line despegan ya que la gente se acostumbra a realizar pedidos al supermercado en lugar de ir presencialmente.

Con el entretenimiento pasa lo mismo. Y también con la educación y la medicina, lo cual puede ser muy beneficioso en el mediano y largo plazo. Hay muchas formas de enseñanza que no requieren presencia física aunque ello quizá no sea tan eficaz para los docentes. Incluso ahora se puede asistir a enorme cantidad de conferencias, congresos y seminarios de actualización para los cuales antes no había tiempo o dinero.

En el campo de la medicina, las consultas digitales descongestionan consultorios y hospitales y facilitan una atención primaria que antes era necesariamente presencial. Ello expande la capacidad de las instalaciones y del personal médico. La telemedicina va a más y permite más rapidez y alcance en la atención. 

El futuro está muy abierto en esta y en otras áreas. Pero de la pandemia, que aún no ha terminado, hemos aprendido varias cosas. Como ya dije, la necesidad de la cercanía física y del mantenimiento de los afectos: somos seres sociales. Pero además ha revitalizado algo muy importante y que en Uruguay lo hemos experimentado con éxito. Hasta el momento al menos. Ha revitalizado la necesidad de fortalecer la “libertad responsable”. Un concepto que ya teníamos pero que en su faz de libertad estaba alicaído luego del incesante avance del estado sobre el individuo en los últimos años. Y en su faz de responsabilidad estaba menoscabado porque a nadie se llamaba a actuar responsablemente cuando su área de decisión se veía reducida.

Ojalá se encuentre cuanto antes una cura eficaz contra este virus. Ojalá la recuperación económica sea en V. Ojalá no deje secuelas psíquicas por los confinamientos.

Del 2020 y de Wuhan (China) no nos olvidaremos fácilmente. Pero ojalá aprendamos las lecciones positivas que se pueden sacar de estos males y crezcamos más como individuos libres y responsables. Allí está nuestra gran arma de defensa ante adversidades y de construcción de una sociedad más próspera y solidaria. 

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