Foto: Leonardo Carreño.

Gonzalo Muñoz, el chileno contratado para aterrizar la reforma educativa en Uruguay: “Sin dudas el cambio deberá seguir en el próximo gobierno, sin importar quién gobierne”

Lideró la reforma de la enseñanza en el último gobierno de Michelle Bachelet y ahora busca guiar a los centros educativos en Uruguay

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09 de febrero de 2023 a las 05:00

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Cuando el entonces gobierno de centro-izquierda chileno encabezó la reforma educativa, hace siete años, le encomendó a Gonzalo Muñoz que liderara parte de aquel “legado de la era Bachelet”. El sociólogo —investigador en la Universidad Diego Portales y quien había apoyado procesos de cambios en la enseñanza de Honduras, Panamá y algunas provincias de Argentina— ahora fue reclutado por el gobierno de centro-derecha de Uruguay para aterrizar la transformación curricular. A continuación un resumen de la entrevista que mantuvo con El Observador.

¿La transformación que impulsa Uruguay, a diferencia de la chilena, puede catalogarse “de derecha”?

Puede que haya pequeñas diferencias en los enfoques del debate educacional que encabezan los sectores políticos en países de América Latina, pero sería bueno preguntarse: ¿hay ciertas transformaciones educativas que tienen que trascender los gobiernos y pararse por encima de trincheras políticas? Yo soy un hombre de izquierda, fui parte de la fundación del Frente Amplio chileno, y puedo decir que los temas de fondo que se plantean no son muy distintos en Chile o en Uruguay, en un gobierno más de izquierda o más de derecha. De hecho, celebro que un gobierno como el que actualmente conduce los destinos de Uruguay esté llevando adelante un cambio que va más allá de un color político. La educación en América Latina está demasiado capturada, viene siendo utilizada demasiado con fines políticos, y llegó el momento de entender que los desafíos son comunes y escapan a gobiernos de turno.

Para que la transformación que impulsa Uruguay tenga sentido, ¿debe continuarse en el próximo gobierno sin importar quién gobierne?

Sin dudas el cambio deberá seguir en el próximo gobierno, sin importar quién gobierne. Toda transformación curricular requiere estabilidad en el tiempo y acuerdos políticos amplios. Cuando se dice que la reforma es curricular, significa que se está modificando el corazón del sistema educativo que son los aprendizajes que se quieren enseñar. Estos cambios tienen un efecto sobre los niños a largo plazo, recién cuando se puede evaluar la progresión de aprendizajes en un período de tiempo de varios años. Y el gran desafío en la implementación de la transformación, que significa que las definiciones fijadas cambien la práctica educativa, no se verá concretado antes de tres o cuatro años.

¿Cómo aterriza la transformación en las aulas?

La transformación que impulsa Uruguay es curricular. Tiene un conjunto de definiciones para que ello vaya, a lo largo del tiempo, modificando la práctica en los centros educativos. La ANEP entendió que para esa modificación va a aprovechar a los cuerpos intermedio —los inspectores y mentores— para que guíen a los centros educativos, los ayude a planificar el trabajo, establecer metas anuales, y una matriz de seguimiento. Esto se basa en lo que vemos en la experiencia internacional: las transformaciones requieren de actores comprometidos que acompañen los procesos.

¿Cuáles son los desafíos más próximos de esta transformación?

El primer desafío, en esta etapa, es alcanzar un nivel alto de conocimiento de las definiciones y documentos que implica la transformación curricular. Pero el desafío más profundo es que, poco a poco, los cambios vayan plasmándose en la práctica educativa: que el docente se apropie de la transformación. Y este enorme desafío debe hacerse con una evaluación constante, metas claras, cambio sobre la marcha. No hay que pensarlo como algo estático.

Más allá del tiempo, ¿es viable una transformación curricular cuando el gasto público en educación, como porcentaje del PIB, viene cayendo en los últimos tres años?

Todos los países de América Latina tienen un desafío muy importante que es hacer crecer la inversión educativa a lo largo del tiempo, mucho más tras los destrozos que causó la pandemia en los sistemas de enseñanza. Dicho esto, hay que decir que la experiencia también demuestra que los recursos son una variable a tener en cuenta, pero no son la más importante en materia de transformación.

¿Cuál es la variable más importante?

El techo de un sistema educativo es la capacidad de las personas que lo componen: los docentes, los directivos, los técnicos.

Al respecto, Germán Rama decía que las personas que componen el sistema educativo uruguayo responden a una lógica muy militarizada en su estructura y organización… como si hubiese una cadena de mando inquebrantable. ¿Es un problema o una ventaja para una transformación curricular?

Ese debate es de los más apasionantes dada las características particulares que tiene el sistema educativo de Uruguay. Tengo la sensación de que un sistema educativo hiper-estructurado, como el uruguayo, con una tradición muy anclada es importante que se piense a sí mismo, cada tanto, sobre qué problemáticas genera. Por ejemplo, cómo hacer que todos los actores puedan sentirse parte del cambio y no solo compartimentos de esa enrome jerarquía.

¿Qué resistencias le plantean los mandos medios a los que usted está formando?

Más que resistencias son incertidumbres. Los cambios generan dudas y es necesaria la flexibilidad para ir respondiendo a las preguntas a medida que van surgiendo. Estos días vengo escuchando que hay un ánimo de colaboración con el sistema, hay una comprensión visceral de que es necesario un cambio curricular, y la actitud parece ser positiva.

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Muñoz está de visita en Montevideo esta semana porque uno de los roles es la formación de los “mentores”. Así le llaman en la transformación a aquellos mandos medios que harán de nexo entre las ideas más abstractas de la reforma educativa y su puesta en marcha en las aulas.

Para ello, en diciembre el Codicen aprobó una guía de 22 páginas, ideada por el investigador chileno, en que se detalla que a esta altura del año se realizan las capacitaciones, en marzo cada centro educativo diseña su estrategia de cambios para el año, con metas claras, en abril inicia la implementación de esa estrategia, en julio se hace una primera revisión de los avances (con una matriz de seguimiento), y en diciembre se vuelve a evaluar para cerrar la estrategia y planificar el año siguiente.

La terminología de la guía tiene mucho del trabajo que hace un gerente en una empresa, ¿tienen razón los sindicatos cuando dicen (despectivamente) que se está imponiendo una mirada gerencialista sobre la educación?

Vengo de Chile donde parte de la reforma tuvo que ver con romper con esa lógica de mercado y que sean los centros educativos los que tomen decisiones. Que se incluya y no excluya. En Uruguay, de base, el escenario es bien diferente y el sistema es, sobre todo, público. Pero más allá de eso, usar la palabra gerencialista es un error conceptual, porque la gestión directiva o una transformación curricular significa hablar de toma de definiciones para potenciar las capacidades de los centros y que sean ellos, los centros educativos, lo que tomen buenas decisiones. Por eso las matrices, las metas. No es para que se reditúe por resultados, sino para ordenarse y potenciarse. Insisto: Uruguay está lejísimos de plantearse una reforma gerencial o de convertirse en un Estado evaluador que solo mida por resultados cuantificables.

En esa línea, y dado que ahora la repetición carece de peso como indicador de la marcha educativa, ¿qué indicadores son clave para saber cómo irá surtiendo efecto la reforma?

No hay un único indicador y siempre es bueno, en base a las metas trazadas, fijarse una set de indicadores que aborden la complejidad. Pero uno que debe incorporarse a ese set y por lo general no se tiene en cuenta es el nivel de satisfacción de la opinión pública. ¿Cómo evalúa la población el estado de la educación? Es bien importante la conformidad o no de la sociedad. Y lo otro que debe tenerse en cuenta en América Latina, y Uruguay también tiene un problema importante al respecto, es el acortamiento o no de la brecha de inequidad educativa. Entre los de más arriba y más abajo la distancia es muy grande. Puede que el día de mañana Uruguay mejore sus resultados en una prueba estandarizada como las PISA, pero si solo lo hace a costa de los que están más arriba, hay un problema grave a la interna del sistema de que no logra cerrar la brecha. Hay que mirar aprendizajes, la desvinculación, la satisfacción de la sociedad, de los docentes y un largo etcétera, pero siempre teniendo en cuenta si se acorta la desigualdad reinante.

¿La transformación curricular que impulsa Uruguay acortará esa brecha?

Toda transformación curricular bien pensada, y creo que la de Uruguay tiene aspectos que van en ese sentido, deberían reducir las brechas porque apuntan a un piso de aprendizajes que obtengan todos los estudiantes y con un enfoque de derechos. Está claro que no es lo único y que hay aspectos estructurales, de la sociedad y que van más allá de la escuela, que también deberían cambiar para achicar esa inequidad.

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