Camilo dos Santos

Sin miedo, Sartori va

Sartori avanza sin pensar que su estrategia puede ser pan para hoy y hambre para mañana

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05 de junio de 2019 a las 05:04

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“Como les conté, últimamente recorrí la capital y el interior del país…. La gente me abrió sus puertas, sus corazones, me ofreció su abrazo y su sonrisa. Pero también me manifestaron sus preocupaciones. Y les preocupa que sus hijos se van porque aquí no consiguen empleo. Les preocupa que nuestros ancianos ven cómo su jubilación desaparece entre el pago de impuestos y la compra de sus remedios (…). Les preocupa vivir constantemente asustados porque la inseguridad se ha apropiado de las calles”.

Discurso de Juan Sartori en el lanzamiento de su precandidatura

11 de diciembre de 2018.

Juan Sartori, el protagonista estelar de esta campaña electoral tan especial y tan signada por la renovación, volvió a jugar fuerte. Anunció que una vez que obtenga la nominación como candidato a la presidencia por el Partido Nacional ensobrará la papeleta de apoyo a la reforma constitucional (“Vivir sin miedo”) promovida por el senador, y también precandidato, Jorge Larrañaga. Dado el altísimo nivel de exposición que se las ha ingeniado para tener, me parece claro que esta nueva vuelta de tuerca discursiva traerá consecuencias. Sin perder un segundo, a toda máquina, pero moviendo sus piezas una por una, Sartori va.

Hasta ahora no había priorizado el tema seguridad. En verdad, parecía tener poco interés en competir en el “mercado de la mano dura”. Venía centrando su discurso en otros temas. En su primer acto público, en el Palacio Peñarol, sintonizando con la creciente preocupación de los trabajadores por el empleo, prometió crear 100 mil puestos de trabajo. Un poco más tarde apuntó hacia otro segmento fundamental del electorado: esta vez prometió facilitar el acceso de los jubilados a los medicamentos. Ninguno de los dos asuntos es nuevo en su discurso: ya habían sido anunciados en el lanzamiento de su precandidatura presidencial, a fines de diciembre. Sin entretenerse en detalles, sin detenerse a explicar cómo, llegado el caso, cumpliría sus promesas, Sartori va.  

En su campaña, aunque hemos demorado demasiado en entenderlo, nada es casualidad. Ahora, a menos de un mes de la elección, ha comenzado a jerarquizar el tema de la seguridad ciudadana. En su estrategia las encuestas mandan. Hace dos semanas se conoció un nuevo sondeo de la empresa CIFRA sobre este tema. La información confirma lo que ya se sabía: la propuesta de reforma constitucional liderada por el senador Jorge Larrañaga del Partido Nacional obtiene 63% de apoyo en todo el electorado. El apoyo a la reforma crece en segmentos del electorado especialmente relevantes para la estrategia de Sartori: es más alto entre los votantes del PN que entre los de los demás partidos, es mayor en el interior que en Montevideo, y crece significativamente entre los encuestados de nivel socioeconómico bajo. (Ver gráfico). Sin improvisar, desplegando un plan bien pensado, Sartori va.

https://www.cifra.com.uy/index.php/2019/05/21/el-plebiscito-sobre-seguridad-3/

Va paso a paso. Va sin miedo. Va, pedal a fondo, por los votos de Larrañaga. Como resultará obvio, no son un fin en sí mismo. Son estrictamente necesarios para llegar a la meta venciendo a Lacalle Pou, el favorito. Para eso enarbola la principal bandera política de su ocasional adversario en la primaria. Ahora que lo hizo resulta elemental: para maximizar la probabilidad de obtener la nominación presidencial debe polarizar la competencia. Para polarizar la competencia debe tomar banderas de los demás. Hace tres semanas, en el foro de ADM, deslizó: “Ya esto es una interna entre dos”. Es evidente que tenía muy claro, desde hace tiempo, a qué recurso político acudir para propiciar la polarización. No sabemos si tendrá éxito. Sí sabemos que, sin disimular su estrategia, Sartori va.

En el discurso de lanzamiento de su campaña a fines de 2018 ya había hecho referencia, por cierto, a la inseguridad. Pero hasta el lunes pasado, a un mes de la elección primaria, no había comprometido públicamente su apoyo a la campaña “Vivir sin miedo”. Este giro discursivo no podía pasar desapercibido para periodistas perspicaces. Por eso, suscitó preguntas. "Si hay que rectificar, se rectifica sin complejos. Si hay que reconocer, se reconoce, sin problema", respondió. Como si se estuviera inspirando en un recurso que José Mujica ha utilizado hasta el cansancio, para avanzar, Sartori pone la “marcha atrás”. Sin sonrojarse por cambiar de opinión, sonriendo, Sartori va.

El más inesperado de los precandidatos nacionalistas ha llevado ese rasgo mujiquista hasta un nivel extraordinario. El político que reconoce errores puede ser acusado de atropellado o de ignorante. Pero, al mismo tiempo, el que “no contesta” porque admite que “no sabe”, el que “reconoce” que “puede cambiar de opinión”, es automáticamente visto por la ciudadanía como una persona que “dice la verdad”. La honestidad, la autenticidad, es un rasgo altamente apreciado por los electores en tiempos en que la ciudadanía tiende a percibir un abismo de distancia respecto a sus representantes. Sin dar una sola puntada sin hilo, Sartori va.

Sin detenerse demasiado a pensar en el impacto de su estrategia sobre la calidad de la democracia, sin dar señales de advertir que puede ser pan para hoy pero hambre para mañana, desplegando su plan, Sartori sigue yendo. Incluso en Uruguay, un país en el que siempre ha habido partidos serios y poco espacio para la demagogia, la estrategia de hacer surf sobre las cambiantes olas de la opinión pública (aplicando el manual de Jaime Durán Barba) para ganar votos puede funcionar. Sin embargo, para construir confianza en el mediano y largo plazo tanto con pares como con votantes, y para gobernar con éxito, mucho menos. El que tenga dudas, pregúntele a Mauricio Macri.

 

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