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Sobre una educación glo-local

La educación debe combinar los aspectos propios sin dejar de lado los que están a nivel mundial
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23 de septiembre de 2018 a las 05:03

En el  “Libro Abierto: Propuestas para apoyar el acuerdo educativo” (www.eduy21.org), EDUY21 posiciona el cambio educativo en el marco de una cara tradición del país, que es la de proponer y avanzar en diversos planos del quehacer nacional aprendiendo del mundo. No se trata de un intento burdo o si se quiere ingenuo, de modelización o de replicación, sino de buscar múltiples referencias para fortalecernos con ideas, estrategias y evidencias sobre propuestas de avanzada social y educativa. Ciertamente nuestro país ha evidenciado, a lo largo de su historia, numerosos ejemplos de capacidad de anticiparse a los tiempos sustentado en una visión futurística, transformacional y de progreso individual y colectivo. La construcción del estado de protección social o bienestar es un buen ejemplo. 

Las propuestas educativas reflejan miradas más o menos abiertas a lo global y lo local que de alguna manera son indicativas de la identidad de un país. Sin abstraernos de las historias, de sus contextos y circunstancias, lo que sí parecería ser claro es que las propuestas educativas más potentes son aquellas en que se buscan establecer sinergias entre expectativas, caminos y realidades globales y locales. Crecientemente la educación se asume como un fenómeno glo-local superando los falsos dilemas entre propuestas globalizantes y localistas. La educación es pues congeniar una mirada global, plural y propositiva, abierta al mundo, con aterrizajes locales que conecten con las expectativas y necesidades de diversos colectivos (Amadio, Opertti & Tedesco, 2015). Identificamos cuatro características fundamentales de una educación glo-local. La primera de ellas radica en asumir la disrupción planetaria como una formidable ventana de oportunidades para atreverse a forjar un nuevo ciclo de políticas sociales y educativas que puedan recrear la confianza y sostener una sociedad de oportunidades. A grandes rasgos, la disrupción implica una severa interpelación a nuestras maneras tradicionales de tomar decisiones individual y colectivamente en tanto personas, ciudadanos, emprendedores, trabajadores y miembros de la comunidad. Nadie y nada queda sin ser impactado por la disrupción. En particular, en educación, la disrupción cuestiona una visión de sistema educativo con espíritu insular, auto-referenciado, que ve el mundo con sospecha y amenaza, y hace alarde que “ya lo sabemos o lo hicimos”. La consecuencia nefasta es que nada o poco aprendemos de los otros.    

Se trata de entender otras culturas y sensibilidades para ensanchar la mirada del mundo 

Los sistemas educativos que se aferran a posicionamientos endógenos y se quedan en las zonas de confort del conformismo intelectual, de la intelectualidad orgánica y de lo políticamente correcto, empobrecen el debate intelectual y propositivo, y terminan por dañar las oportunidades de aprendizajes de los alumnos. Inversamente, los sistemas educativos que se atreven y son capaces de reinventarse a partir de miradas abiertas al mundo, sin por eso renegar de sus identidades y/o olvidando sus historias y progresos, logran mejorar las oportunidades para que todos los alumnos puedan aprender. Los ejemplos de varios países asiáticos son por lo demás ilustrativos de no dejar nunca de aprender desprendiéndose de prejuicios. Una segunda característica consiste en reafirmar y fortalecer valores universales que cruzan, enmarcan y protegen a diversidad de sociedades, afiliaciones y tradiciones. Frente a los embates populistas, xenófobos y de nacionalismos exacerbados, importa sobre manera que la educación abrigue una visión cosmopolita que resalte la libertad en su amplio sentido, y que promueva que las personas puedan expresarse sin restricciones o temores a represalias. Asimismo, el cosmopolitismo nos da elementos de referencia para entender mejor a los otros y a los diversos, superando etnocentrismos que se reflejan en los pensamientos, las ideas y los estilos de vida. Nuestro credo civilizatorio occidental se fortalece cuando se intersecta con otros credos compartiendo valores universales que no debieran ser objeto de transacciones o de filtros excesivamente mediados por las culturas nacionales. Como señala Steven Punker (2018), el compromiso con la razón y el cosmopolitismo son rasgos esenciales de las identidades de las personas y de las comunidades.

Una tercera característica pone en el tapete formar en un conjunto de conocimientos y competencias –esto es, responder a desafíos de diverso orden– que no reconocen fronteras y que son necesarios para desempeñarse proactiva y competentemente en la sociedad. Más allá de ideologías y de enfoques educativos, la alfabetización incluyendo lengua materna y extranjeras, matemáticas, programación, así como educación ciudadana, ambiental, financiera y recreativa, es la base para que el alumno pueda progresar cualquiera sea el contexto en que viva. Asimismo, una educación glo-local forma en maneras de pensar, actuar y trabajar que nos permite responder ante desafíos crecientemente inciertos y complejos, y que requieren altas capacidades cognitivas. 

Más allá de ideologías y de enfoques educativos, la alfabetización incluyendo lengua materna y extranjeras, matemáticas, programación, así como educación ciudadana, ambiental, financiera y recreativa, es la base para que el alumno pueda progresar cualquiera sea el contexto en que viva.

 

Si las máquinas de aprendizaje pueden crecientemente descifrar nuestras emociones y aprender habilidades cognitivas que ya no son rutinarias o repetitivas, los seres humanos tenemos que profundizar en nuestras capacidades cognitivas, sostenidas por valores y emociones, para orientar, ordenar y complementarse con las máquinas. Una educación irrelevante a estos propósitos, es un seguro de vida a la pobreza y la marginalidad, y a ser duramente dominado por los algoritmos.  

Una cuarta característica de una educación glo-local requiere repensar los contenidos educativos, así como las maneras de enseñar, aprender y evaluar, para que el alumno pueda asumir con determinación y capacidad de incidencia, su condición de ciudadano glo-local. Por un lado, se trata de entender otras culturas y sensibilidades para ensanchar la mirada del mundo desde su propia localización y entorno, así como para preparase para trabajar en ocupaciones y tareas hoy no existentes, y en empatía con otros residiendo a miles de kilómetros. Quizás las respuestas que en el futuro una niña o un niño puedan buscar a nivel local para responder a problemas, yace en dialogar con colegas que han tenido similares desafíos en otros contextos. 

EDUY21 afirma que una de las claves del cambio educativo radica en aprender de la diversidad de experiencias locales que lideran centros educativos, con el objetivo que los sectores más vulnerables de la población tengan posibilidades en la vida más allá de las restricciones de sus contextos. Dichos centros, públicos y privados, no ajustan las propuestas en función de un cúmulo de condicionamientos y de prejuicios sobre los “umbrales de aprendizaje” que podrían lograr determinados “perfiles de alumnos” sino asumen con determinación y aterrizan localmente enfoques y estrategias que la experiencia mundial, incluyendo la local, señala como efectivas. Por ejemplo, una enseñanza basada en proyectos que motiva a docentes y alumnos a establecer conexiones entre temas y a responder a desafíos con ingenio y creatividad, puede ser encontrada en numerosos centros educativos a lo largo y ancho del país. Claro, ésta no forma parte del cerno del sistema educativo nacional ya que el mimo no está orientado sustancialmente hacia esos fines.   

En suma, una educación glo-local debe tener respuestas, únicas y propias, frente a la disrupción planetaria. Intentarse evadirse de esta situación, sería cometer un acto de suicidio colectivo como país. Como señala Yuval Noah Harari (2018), la gente necesita formarse para “combinar muchos bits de información en una imagen general del mundo”. 

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