Eduardo Blasina

Sócrates en Durazno

Debemos escuchar y dialogar para cuidar la libertad que tenemos

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27 de enero de 2019 a las 05:01

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Me toca ver una semana muy especial desde la península Ibérica. Aquí paralización total y absoluta de taxis en guerra con Uber y Cabify, con inconvenientes no menores. ¿Cómo llegar al aeropuerto a las 5 am, dado que el transporte público cesa completamente a la 1 am?
En el hotel no tienen respuesta a eso. Taxi no hay y Uber y Cabify no están disponibles. He dormido la noche del 21 en el avión, dormiré la del 22 en el aeropuerto.

La ciudad surcada por helicópteros de la poli, “apenas los taxistas bloquean una carretera, va la poli y los barre, no interrumpen un carril por más de dos minutos” me cuenta uno de los innumerables Javieres de la ciudad. Sé que en Durazno no habrá ni interrupción de carreteras ni fuerzas de choque dispersando.

“¡Ostia que lío en Venezuela! Los tíos están con dos presidentes!”, me consultan como sudamericano ¿y ahora que va a pasar?
Quieren las coincidencias históricas que en el mismo día en que se hace en Uruguay una manifestación completamente pacífica en la que no se ha importunado a nadie, no se ha faltado el respeto a persona alguna,  en el país que sigue sin pagar los lácteos que uruguayos han producido, la guerra civil vuelve a despuntar. Y en Brasil también hay noticias alarmantes.

Aquí los agricultores europeos no protestan. Cerca del 70% del presupuesto de subsidios de la Unión Europea va para  apoyarlos. Una cantidad muy importante de dinero, cobrada en las cuentas bancarias, contante y sonante.  Y otro tanto en publicidades en comercios “prefiera el origen europeo”. Algunos subsidios se pagan incluso para que no se plante, cuando se estima que el cupo de producción está excedido en ese producto. 

El cambio tecnológico de la agricultura y en el transporte en España se percibe minuto a minuto, los plásticos de los invernaderos pasando al bioplástico. Todo es reciclaje, clasificación de basura, lucha contra el cambio climático. Monopatines eléctricos, bicicletas, motos, autos, todo eléctrico para alquilar con una app y moverte más pagando menos y sin contaminar. 

Visto a la distancia el Uruguay en esta semana, en paralelo el horror de Venezuela y Brasil, la pregunta que surge es; ¿estamos más cerca del diálogo tras el acto del 23? ¿Nos estamos convirtiendo en una guerra de trincheras? ¿Qué capacidad de escucharnos en calma y razonando tenemos? ¿Tenemos capacidad para ponernos en el lugar del otro? Y ojo que los peligros a la sociedad abierta no están solo por un extremo sino por los dos. Esta misma semana un legislador gay en Brasil decidió abandonar su banca y su país tras recibir innumerables amenazas de muerte. En tiempos en que el autoritarismo campea ¿nos atrapará la locura circundante?

Sigo lo sucedido en Durazno por mi celular varios días después. Siento gran alegría retroactiva al escuchar a Gerardo Sotelo hacer referencia a la generación 1983, cuando multicolormente soñábamos con vivir en democracia lo antes posible y lo mejor posible y actuábamos en consecuencia. Ese puede tal vez ser el legado de esa generación. ¿Qué tan buena democracia podemos dejar quienes padecimos una dictadura y a nuestra manera ayudamos a restablecer la convivencia perdida? ¿Cuán sólidos puentes podemos construir entre el Uruguay rural y el urbano? ¿Podemos soñar con una América Latina sin presos políticos ni perseguidos de ningún tipo? 
En el mismo día en que tantos morían en Venezuela y un legislador hace las valijas para salvar su pellejo, un conjunto de uruguayos se juntaba y se hablaba de más y mejores valores republicanos y humanos, y se hacía una serie de reclamos compartibles o no, pero en todo caso conversables y manteniendo una actitud de republicano respeto.

Las redes que traen libertades a los saudíes a veces nos enredan a los uruguayos.  ¿Cómo es posible que una docente llame a la población como si de sus educandos se tratara a no prender la TV como si de pornografía o violencia se tratara? ¿Qué diría Paulo Freire de una pedagogía del “no escuchar”? Evidentemente algo sigue haciendo ruido en el ADN educativo uruguayo.
Hay que militar aunque sea conceptualmente por la pedagogía alternativa. La del escuchar(nos) mutuamente. Pero puede triunfar la postura alternativa. La de escucharnos más y mejor. 

La política se ha futbolizado, banalizado, vuelto un chismorroteo de quien dice qué para que se vuelva viral y paga igual la propuesta, que el insulto. O tal vez el insulto paga más, o al menos sale más fácil.

Los tiempos electorales complican el diálogo y  el asumir los problemas. Para el gobierno admitir un problema atenta contra el relato oficial, implica admitir un fallo de gestión. Para la oposición aceptar una buena decisión del gobierno se vuelve incongruente con un relato que diga que todo está mal.  De a poco los cuentos de derechas e izquierdas logran dividirnos en dos, enfrentados como si de Peñarol/Nacional se tratara y con barras bravas clamando “vamos por el cuarto” mientras del otro lado la otra barra responde en tono similar. Deberíamos tal vez autoimponernos no usar nunca más la palabra foca o la palabra rosado o considerarlo de una grosería que solo salpique a quien lo diga.
Cuidemos lo que tenemos, porque aquí libertad hay –siempre puede haber más o mejor, pero en libertades no estamos mal–. Aquí hay potencial porque el ser un país realmente natural es hoy un potencial ilimitado.

Miremos lo que le falta, dialoguemos aunque sean tiempos electorales. Nuestro bienestar futuro depende de exportar más y valorizar más lo que va al mercado interno, invertir, innovar, generar más mano de obra. Los exportadores no pueden avanzar con todo en contra. El Banco Central ya ha admitido que hay un relevante desfasaje cambiario. Todos sabemos lo que cuesta la energía en la región. Lo que se paga de impuestos en las aduanas del mundo cuando queremos sacar nuestros productos podemos medirlo. La diferencia entre el costo de producción de energía eléctrica y el precio de venta ¿cuánto es? ¿es un margen correcto? 

Si perdemos la capacidad de hablar con respeto mutuo de los problemas de todos, los problemas solo se agrandarán.  Una intervención más que oportuna  la de Sotelo, incluso en el llamado a no creernos del todo, nada de nadie. Y una tormenta de ideas dicha por un productor sin intermediación de nadie de la que seguramente no se reclama que haya que tomar todo, pero tampoco hay porqué descartar todo.
Será difícil construir un diálogo a esta altura. Más difícil por ejemplo si los medios oficialistas prolongan una campaña de hostigamiento a esta altura grotesca. El discurso ellos son los malvados dueños de las vacas mientras nosotros somos las buenas víctimas del capitalismo es un discurso tentador electoralmente. Las penas son de nosotros las vaquitas son ajenas cantó Yupanqui como si el que fabrica el asado fuera malo por  tener allí su vacuno, como si injusticias muy reales de décadas atrás aplicarán perpetuamente para cualquier cosa que pueda decir un productor que tiene 100 vacas y no llega a fin de mes. Si seguimos demonizando a quienes tienen vacunos, seremos un gran eucaliptal en la segunda mitad de este siglo. Chau a la última pradera natural del hemisferio Sur.

¿Tendremos la grandeza como sociedad de no perder la capacidad de conversar entre uruguayos? ¿O el cálculo electoral será que el enfrentamiento da rédito? ¿O las pasiones desbordarán y las hinchadas se tirarán perpetuamente botellazos a través de las redes (anti)sociales? No habrá una rueda de mate entre uruguayos en la que podamos escuchar a los que tienen que competir contra el gigante Brasil, la depreciada Argentina, los hipereficientes Australia y Oceanía. ¿No podremos decirle al pequeño productor que está a punto de abandonar, “hermano no te vayas”?

Para la calidad democrática por encima de cualquier color, para el republicanismo, para el sueño de un país agro gourmet escuchar lo que los productores plantean críticamente y no como parte de una negociación o un mangazo de dinero, salirse del libreto y extender una nueva chance de diálogo sería una variante interesante a lo que parece ser el futuro previsible.
Si queremos que haya ganadería en la segunda mitad de este siglo y queremos prevenir que no nos agarre esta ola de autoritarismos que salpica en varios continentes, más nos vale que dediquemos un buen rato a reflexionar sobre en qué tono y de qué manera discreparemos este año, en qué podemos hacer para sacar a las exportaciones y el empleo del estancamiento, en qué están y cómo equilibrar las cuentas del Estado y que la deuda que les estamos pasando a nuestros hijos no se siga agrandando. Los problemas no tienen banderas, tienen soluciones posibles. Y a ellas solo se llega dialogando. Lo sabemos desde los tiempos de Sócrates. 

 

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