La tenebrosa historia comenzó en el barrio de La Latina hace 150 años, cuando fue derribado el Convento de la Merced por las obras de la red de Metro.
Cuando comenzaron a construir la estación que hoy lleva el nombre de Tirso de Molina aparecieron, entre los escombros, huesos de los monjes que vivieron en el convento y junto a algunos nobles, habían sido enterrados allí.
Tras el hallazgo, los encargados de la obra, que no sabían qué hacer con los restos, decidieron ponerlos en las paredes de los andenes y luego recubrirlos con los azulejos blancos biselados que junto con los frisos de cerámica toledana hacen de la estación una joya arquitectónica.
La estación fue inaugurada en 1921, y hasta hoy, están quienes afirman que, cerca de la medianoche, pueden escucharse los gritos de los monjes allí enterrados.
Otros aseguran haber visto fantasmas en los vagones, o merodeando por el andén. Pero la historia más espeluznante es “la chica del último vagón”, en el último tren de la noche.
Según la terrorífica leyenda, una joven subió al último vagón del último tren que pasó por la estación.
Una vez allí, la chica vio que solamente viajaban tres pasajeros: dos hombres y una anciana. Cuando el metro arrancó, la anciana comenzó a mirarla fijamente sin siquiera pestañear.
La joven comenzó a inquietarse ante la mirada penetrante de la anciana. En la siguiente estación, un hombre subió y se sentó a su lado: “No te muevas, no hables, no la mires a la cara y bájate conmigo en la siguiente parada” le susurró en el oído.
A pesar de la desconfianza, estaba tan aterrorizada que, al llegar a la siguiente estación, bajó con él.
“Soy médium” le dijo el hombre, “la mujer que viajaba en el vagón estaba muerta y esos hombres, la sujetaban”
Totalmente en pánico, la chica huyó de la estación y tras ella nació la macabra leyenda.
La historia de "La chica del último vagón" se fue transmitiendo de boca en boca y se fueron sumando más testimonios de otros viajeros que afirmaron haber visto a los fantasmas y también a la anciana muerta junto a sus acompañantes en la bella y aterradora estación Tirso de Molina.
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