Inés Guimaraens

Una a una, las estrategias que aplicó el MSP para apagar cada foco de covid-19

El brote de Treinta y Tres es el quinto que se dio en Uruguay en lo que va de la pandemia; frente a cada foco se aplicó un método diferente

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24 de junio de 2020 a las 05:01

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Las primeras decenas de casos de coronavirus que hubo en Uruguay surgieron de un casamiento en Carrasco. Después de una escalada de contagios por contacto, la situación se logró controlar relativamente. Hasta que un brote en el Hospital Vilardebó volvió a generar un repunte en las gráficas. La secuencia se volvió a repetir: hubo un foco en residenciales de ancianos que en unas semanas se controló. Pero se dio el brote de Rivera que en menos de un mes se apagó. Y ahora el nuevo protagonista es el departamento de Treinta y Tres, donde se detectaron 25 contagios hasta este lunes y centenares de personas tuvieron que ponerse en cuarentena. El gobierno espera, al igual que en los otros casos, volver a apagar el incendio.

¿Cómo lo puede lograr? La respuesta del gobierno ante cada brote siempre fue diferente. Aunque en todos los casos hay una estrategia epidemiológica común, la explosión del virus se combatió de distintas maneras tomando en cuenta las particularidades de cada contexto y las lecciones aprendidas.

El brote del casamiento de Carrasco se dio apenas se detectó el coronavirus en Uruguay, cuándo el gobierno recién comenzaba a aprender a manejar la pandemia y sufría la escasez de tests de diagnóstico. En esa oportunidad, se demoró más en controlar el brote porque no existía la capacidad de análisis para testear a los 500 invitados a la fiesta en dos días, como sí se podría hacer ahora.

Leonardo Carreño

El casamiento se celebró en los primeros días de marzo y recién en la segunda quincena de abril el MSP logró apagar ese primer gran foco. El éxito, aunque tardío, se debió a un buen rastreo de los contactos por parte de la División de Epidemiología de la cartera.

Según contó la epidemióloga del MSP, Silvia Guerra, se considera "contacto" a todas las personas que convive con un infectado de coronavirus así como "todos los que ingresaron al hogar" del caso positivo por diversos motivos como "jugar, ver TV, compartir cama o instrumentos, visitar" en los dos o tres días previos a la aparición de los síntomas. También son contactos aquellos "amigos o conocidos" que hayan compartido artículos como cigarrillos, botellas, cubiertos o algún tipo de vinculación más cercana como "besos y abrazos", tres días antes del inicio de los síntomas del caso positivo.

En el rastreo también se incluye a "todas las personas sintomáticas con contacto casual o estrecho con un caso positivo en los últimos siete días o con cualquier nexo epidemiológico con los casos en investigación" así como los compañeros de trabajo con "vínculo directo" con el infectado, o aquellos que "comparten áreas comunes" con él, como el comedor.

"Se entrevista al caso positivo y a sus familiares cercanos y se van abriendo 'anillos' de los distintos actores y vínculos, con especial cuidado en verificar la información dos veces. Si la meta es cortar la trasmisión, el rastreo debe ser amplio, aunque tengas poca positividad. Un caso perdido es el fracaso", agregó en su cuenta de Twitter.

Para el segundo brote, generado en el Hospital Vilardebó, el gobierno ya estaba más preparado para combatirlo y había conseguido una herramienta vital para el manejo de la pandemia: la producción nacional de tests de coronavirus a cargo del Institut Pasteur y la Universidad de la República (Udelar).

Carlos Pazos

Con esa realidad a favor, la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) decidió analizar a todos los funcionarios y pacientes –aproximadamente 1.200 personas– ante la sospecha de que la mayoría pudieran estar infectados. El testeo fue centralizado en el lugar de los contagios. Se aislaron a los infectados y se cerró el hospital para evitar nuevos egresos e ingresos. 

Cuando el coronavirus llegó a los residenciales de ancianos el gobierno fue un paso más allá. Ante el temor de que la enfermedad se propagara por muchos de estos centros y la mortalidad aumentara, el Poder Ejecutivo optó por una estrategia de testeo masivo. El secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, anunció que se harían análisis en todos estos establecimientos de forma "progresiva". 

Primero se priorizaron los centros donde se habían dado los casos y el brote se controló. Luego continuaron –y el proceso aún continúa– con el resto de los residenciales. Hasta el momento, en total, se han realizado más de 3.500 exámenes de diagnóstico en 161 residenciales de Montevideo y Canelones, según datos del MSP.

El cuarto brote, en Rivera, demandó un trabajo epidemiológico más afinado. Había dos focos en la ciudad que eran diferentes entre sí: por un lado los contagios generados por un culto umbandista y, por el otro, una secuencia de contagios de personas provenientes de Brasil. Además, al ser una ciudad fronteriza, el gobierno temía que el virus estuviera esparcido por la comunidad. La estrategia de testeo, por tanto, fue aleatoria.

ASSE, en conjunto con el Instituto Nacional de Estadística (INE), realizó 977 tests distribuidos por diferentes manzanas de Rivera. El operativo fue el primero en cubrir toda una ciudad desde que el 13 de marzo se declaró la emergencia sanitaria en Uruguay, según contó en aquel momento Diego Aboal, el director del INE. Todos esos análisis dieron negativo.

Ninguno de los tests aleatorios que se hicieron en Uruguay –entre ellos los de la construcción y escuelas rurales– dieron positivo.

Pero cuando todos los focos de coronavirus estaban controlados y había solo 12 casos activos en el país, la ciudad de Treinta y Tres se convirtió en la protagonista del quinto brote. El MSP definió que los contagios se habían iniciado en una institución de salud y, a partir de ahí, se puso bajo cuarentena a 215 personas que eran posibles contactos de los infectados. 

Este lunes el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, viajó hasta el lugar junto a otros integrantes del Ejecutivo y, en reunión con las autoridades locales, anunció una serie de medidas. Entre ellas, una de estricto carácter epidemiológico: se realizarán alrededor de 1.000 tests en la ciudad. Sin embargo, esta vez serán focalizados y no aleatorios.

Es decir, en vez de examinar a vecinos al azar, se hisoparán a personas vinculadas a los lugares de contagios (personal de salud) y otros trabajadores que tienen contacto con muchas personas (trabajadores del transporte público y maestras, por ejemplo). 

Desde el ministerio ven con optimismo la situación y creen que en pocos días, como ya ocurrió con los otros focos, apagarán el nuevo incendio.

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