En el corazón de un campo de refugiados palestinos de Shati, en la Franja de Gaza, el ruido de las máquinas no para. Los empleados de Mohamed Abu Shanab cosen pequeñas telas redondas: kipás judías que venden a Israel.
Con su decena de máquinas de coser, la pequeña fábrica textil de Abu Shanab "fabrica todo tipo de prendas: kipás, camisas, pantalones, hechos en Gaza con destino a Israel", explica este palestino a la AFP. Se encuentra a unas decenas de metros de la casa de Ismail Haniyeh, el ex primer ministro de Hamas en Gaza.
Abu Shanab se siente orgulloso de su producción. En 2006, cuando Israel impuso un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo en el enclave palestino, Abu Shanab tuvo que pararlo todo. Desde 2008, tres guerras empeoraron todavía más la situación, destruyendo completamente o en parte 50 empresas de la Franja de Gaza, según representantes del sector.
En aquel entonces, cada mes se enviaban cuatro millones de prendas a Israel, recuerda Abu Shanab, miembro de la Unión palestina de industriales del sector textil.
Desde la imposición del bloqueo, estas cifras se desplomaron: solo 4.000 gazatíes están empleados en el sector, que cuenta con 150 empresas que producen para el mercado local, añade la unión de industriales.
Veinticinco de ellas exportan a Israel y a Cisjordania, el otro territorio palestino ocupado desde hace casi medio siglo y separado de la Franja de Gaza por el territorio israelí. Cada mes envían entre 30.000 y 40.000 prendas.
"Los israelíes aprecian nuestros productos por su calidad y nuestra proximidad a su mercado, en cambio temen el cierre de las terminales y por lo tanto un retraso en el transporte de la mercancía", explica Abu Shanab.
Israel controla la totalidad de las fronteras de la Franja de Gaza, con la excepción del paso de Rafah, por el que se va a Egipto, y por lo tanto tiene poder decisorio sobre el transporte de bienes y personas desde y hacia el enclave. Hay solo una terminal para las mercancías: la de Kerem Shalom, en el sur.
Hasan Shehadeh, que emplea a unos 50 palestinos en sus talleres textiles, asegura haber logrado recuperar desde el año pasado el "20%" de su actividad. En su fábrica del barrio acomodado de Sheij Raduan fabrica en cadena pantalones vaqueros. Las máquinas funcionan a todo gas gracias a generadores, el instrumento indispensable en la Franja de Gaza, con una penuria eléctrica crónica.
Cada mes, Shehadeh exporta "entre 5.000 y 10.000 pantalones a Israel". "Puedo producir mucho más, pero el asunto de las terminales asusta a los empresarios israelíes y obstaculiza nuestro trabajo", añade.
Limitarse al mercado de la Franja de Gaza, donde el desempleo ronda el 45% y más de dos tercios de la población depende de la ayuda humanitaria, no es una opción para ellos.
Para Abdel Nasser Awad, director general del ministerio de Economía de Gaza, controlado por el movimiento islamista Hamas, exportar a Israel es un "tema puramente comercial". "Lo único que nos interesa es alimentar la economía y combatir el desempleo", agrega.
"La política y el business son cosas distintas", resume Shehadeh. "Se puede ser enemigos en política pero en los negocios lo que prima es el interés".
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