Marcelo Umpiérrez

Uruguay y Argentina en el ajedrez multidimensional de EEUU vs China

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16 de abril de 2021 a las 05:03

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Estaba visto que no se tardaría mucho en llegar a estas costas. La disputa global entre Estados Unidos y China ya está entre nosotros.

En una pugna que arranca en febrero pasado, con despliegues navales en el Mar Meridional de China y en el Indo-Pacífico, y que va escalando como dominó, Washington busca ahora recuperar el terreno perdido frente a Pekín en América Latina.

Y ante lo que considera la baja de Brasil como aliado clave, procura fortalecer los lazos con sus otros dos aliados en el estratégico Atlántico Sur: Uruguay y Argentina.

En la última semana el gobierno de Joe Biden despachó al Río de la Plata un uno-dos interesante: primero vino el Almirante Craig Faller, jefe de Comando Sur, esto es, la repartición del Pentágono para América Latina; y trascartón lo hizo Juan González, encargado de la región en el Consejo de Seguridad Nacional y hombre clave en el equipo de política exterior de Biden desde sus épocas en el Senado de los Estados Unidos.

Según trascendió, Faller planteó el asunto de los pesqueros chinos que operan en forma ilegal en aguas argentinas y uruguayas. A Montevideo vino, entre otras cosas, a negociar la transferencia de tres buques guardacostas para la Armada. Pero a Washington le preocupaba sobremanera la supuesta construcción de una base naval china al sur de Argentina. Lo que hace suponer que, más que el problema de los pesqueros, en el Pentágono manejan alguna hipótesis de conflicto global y no quieren dejar ninguna puerta abierta a China en el hemisferio occidental.

Pero el gobierno de Alberto Fernández negó los planes de construir una base de esas características y al parecer todo quedó por esa plata, o eso es lo que se sabe. Pero no ha de ser el único punto en la relación estratégica de Argentina y China que preocupa a Washington, ni está claro que haya quedado satisfecho con esa respuesta sobre la base. De hecho, a nadie le ha quedado claro ese asunto.

Además, a nivel geopolítico se está perfilando un eje Pekín-Moscú-Teherán, notoriamente adverso a Washington, y esos son tres países con los que el gobierno argentino mantiene una relación de gran fluidez diplomática.

A su turno, Juan González, que llegó acompañado de la subsecretaria del Departamento de Estado para América Latina, Julie Chung, venía dese Colombia, donde se había reunido con el presidente Iván Duque. Este sí un aliado de Estados Unidos a toda prueba, con el que Washington busca triangular su estrategia con el Río de la Plata como tercer vértice. Amén de enviar, claro, una señal inequívoca de respaldo a Bogotá en momentos que escala el conflicto en la frontera colombo-venezolana con acusaciones cruzadas de ambos gobiernos.

En la guerra de las vacunas también gana China

El panorama no es muy alentador para Washington. El favor de Brasil no lo perdieron solo por culpa de Jair Bolsonaro, a quien la delegación norteamericana culpa, en charlas en corto, de la tirantez en la relación. La realidad es que, en la llamada diplomacia de las vacunas, China también les ha comido el almuerzo, llevando sus vacunas a todo el Sur Global, incluidos Brasil, Uruguay y Argentina; lo que ha aumentado aun más su poder blando en todo el mundo.

La capacidad de Pekín para producir grandes partidas de vacunas y enviarlas por todo el planeta mientras Washington acapara millones de dosis y no suelta ni una, le ha dado a la influencia china un impulso incalculable. No es de extrañar entonces que, tras negociar millones de dosis para Brasil, el gobierno brasileño les haya abierto el mes pasado el mercado para su tecnología 5G, algo que hasta entonces Bolsonaro les tenía trabado a pedido de Donald Trump.

Esto descolocó al gobierno Biden por completo, que ha decidido hacer algo con las vacunas. Juan González dijo en Buenos Aires que “China y Rusia hacen mercantilismo de vacunas”. Lo que sonó más bien a golpe bajo mezclado con frustración. También dijo allí que Estados Unidos pretende convertirse en “líder regional de las vacunas”.

Y es que en realidad Argentina es el único país donde ese discurso de contraataque puede de alguna manera prosperar; porque allí faltan vacunas desesperadamente; y el propio presidente argentino se las pidió al propio González, aparte de que necesitan del vital apoyo de Washington para negociar su monumental deuda con el FMI.

Pero en general, tanto en el episodio de Brasil como en el de las vacunas y, desde hace rato ya, en el ámbito del comercio internacional, da la impresión de que Washington siempre llega tarde la jugada. Los chinos parecen estar en todo momento un paso adelante.

El gobierno uruguayo valora su relación con ambas superpotencias y se ha manejado con buen tino diplomático, en lo que parecen ser los primeros escarceos de los dos gigantes en la región.

Uruguay tiene buena prensa en el mundo. Tanto González como Chung se deshicieron en elogios sobre lo que llamaron un “modelo a seguir como pilar de la democracia, de los derechos humanos y del cumplimiento de la ley”.

Tal vez sea hora de añadir un rol un poco más ambicioso a la política exterior. Además de la tradicional política de Estado de neutralidad, multilateralismo, mantenimiento de la paz y defensa del Derecho Internacional, Uruguay debería aspirar a convertirse en un hub de mediación y resolución de conflictos. Incluso en este caso, ser el lugar donde ambas superpotencias se encuentren —por qué no— en una suerte de “East meets West” para la posteridad en esta parte del Atlántico.

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