Eduardo de Pedro, ministro del Interior y candidato K.
Fernando González

Fernando González

Director de El Observador España

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Wado Wado, la implosión de Mini Cristina

La Vicepresidenta apostaba a un candidato ultra k y preferido de la militancia. Pero, a último momento, lo dejó desparramado para apostar a la audacia de Massa.
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25 de junio de 2023 a las 05:48

Todo tiempo pasado fue de ampliarse. Cristina Kirchner siempre había sido de las mujeres políticas que se ponían al frente de espacios más grandes que el de su propio territorio. Era aquella de Cristina, Cobos y vos, en 2007, cuando exploró la transversalidad de los partidos durante poco más de un año. Aquella que sumó a nuevas generaciones luego de mostrar templanza con la muerte de su marido.

Y aquella que volvió por Alberto y Massa para reconstruir la decadencia del kirchnerismo, aunque eran los dirigentes que peor la habían tratado y los que le prometían hasta la cárcel para sus protegidos de La Cámpora.

Por eso sorprenden las movidas de Cristina para estas elecciones presidenciales. Eduardo De Pedro, el ministro del Interior que elegía como candidato presidencial, era un militante obediente y apenas conocido por el grueso de la sociedad argentina. Precedido por una gestión gris en el gobierno de Alberto Fernández, y destacado por haber sido el primero en renunciar cuando la jefa dio la voz de aura para despegarse del Presidente.

Que Alberto no lo hubiera echado en ese momento, fue uno de los tantos avisos del chasco en que se iba convirtiendo el gobierno que Cristina había diseñado. Wado Wado se dedicó desde entonces a recorrer encuentros empresarios para convencerlos de la existencia del kirchnerismo moderado, un oxímoron que había encontrado algunos incautos en los últimos años pero que ahora ya no sirve ni para engañar a los chicos de la escuela primaria.

La sorprendente candidatura de Wado De Pedro era el estertor político de mini Cristina. 

De aquella explosión electoral que alcanzó el 54% en 2011 la Vicepresidente describía una parábola hacia esta implosión sobre lo intimidad más estrecha del kirchnerismo. Un hijo de activistas de la violencia en los años ’70, de madre desaparecida y criado por tíos chacareros en la ciudad bonaerense de Mercedes. Descendiente de “la generación diezmada”, como lo metaforizó Cristina. El candidato que quería la militancia.

Pero la primavera kirchnerista duró apenas poco más de un día. Ni siquiera sirvió el video con el actor Esteban Lamothe, aprovechando el parecido físico con el ministro fallido y la conexidad ideológica. Los chistes, las ironías y el tonteo viral con Wado parecieron mucho más patéticos una vez que se conoció el final predecible de la película. 

El problema era que la versión romantizada de la época más trágica de la Argentina no conseguía el objetivo primordial de los votos. El miedo a perder resultó más fuerte que el amor. Perdón Tanguito.

Con el apoyo de los gobernadores peronistas, algunos intendentes y sindicalistas aterrorizados, Massa se reunió con Cristina y le hizo saber que se exponía a una derrota histórica con De Pedro como candidato y, eventualmente, a otra crisis financiera porque él se iba a ir del ministerio de Economía. Le mostró una fotografía del futuro en llamas.

Cuando se viaja del realismo mágico del país adolescente hacia la real politik, se encuentra finalmente a Cristina tomando distancia prudente del resultado electoral en las presidenciales para refugiarse en la provincia de Buenos Aires.

En ese territorio de promesas incumplidas y cajas estatales sin control alguno, terminó optando por la audacia impredecible de Massa antes que el confiable Wado, quien conoció en menos de veinticuatro horas el precio de ser una marioneta inexperta. Tendrá que leer a Juan Domingo Perón por aquello de que la única verdad es la realidad.

La Vicepresidenta apuesta una vez más a Axel Kicillof para conservar los ahorros imprescindibles de la Gobernación bonaerense. Mejor pájaro en mano que cien Wados volando. 

No era una misión fácil. A Wado le tocaba ser el candidato de la inflación anual de tres dígitos; del dólar a 500 pesos; de la pobreza del 50% y del país con nueve millones de chicos que comen menos, mucho menos de lo que necesitan para crecer.  

Massa viene preparándose desde hace mucho tiempo para ese salto ornamental al vacío. 

Este derrumbe es el producto de veinte años de decadencia argentina en los que el kirchnerismo gobernó nada menos que dieciseis. Las matemáticas son crueles. Es el ochenta por ciento de la tragedia. Y nadie es más responsable que Cristina. No se trata solo de una generación. Se trata, a esta altura, de un verdadero país diezmado.

 

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