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Putin: el excéntrico líder ruso que va por otro período

El responsable del resurgimiento ruso buscará su cuarto mandato en las elecciones del próximo domingo
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15 de marzo de 2018 a las 05:00
Fue agente de la KGB en Dresde durante los últimos años de la guerra fría y desde esa mirada desconfiada sigue mirando al mundo. Hijo de una familia obrera, su infancia la pasó en las calles de Leningrado (hoy San Petersburgo). Allí aprendió que hay que ser el primero en golpear cuando el combate parece inevitable, otra enseñanza para la vida y la política que no duda en aplicar.

Es el líder ruso indiscutido en el siglo XXI y aparece como el favorito para ganar las elecciones del próximo domingo, en la que batallará contra otros siete candidatos pero no su principal oponente, Alexéi Navalni, inhabilitado para presentarse a los comicios a causa de una condena judicial.

Vladimir Putin encarna el resurgimiento ruso. Llegó al poder en base a las simpatías de las oligarquía moscovitas, quienes se sentía humillada por el inadmisible lugar que, a su juicio, pasó a ocupar su país de la mano del "nuevo pensamiento" de Boris Yeltsin durante la década del noventa.

Rusia ya no era reconocida como un líder global o un gran poder sino que estaba sometida a un orden construido por la potencia reinante: Estados Unidos. A nivel interno, Rusia era un país inestable con una economía fallida y el declive de su capacidad militar.

La llegada de Putin al Kremlin procuró corregir esa situación. Logró una expansión económica entre el 2000 y el 2008 a partir de una apertura selectiva, usando la energía como ventaja comparativa y reanimando la industria armamentística. También logró liberarse de los acreedores externos y comenzó a trabajar en la recomposición de filas en materia de Defensa.

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En sus dos primeros periodos de gobierno pudo reencauzar la economía pero con su vuelta al Kremlin en 2012 la máquina se estancó y bajó el poder adquisitivo.

En la escena internacional, aquel que afirmó que la desaparición de la Unión Soviética fue "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", se esforzó en restaurar la influencia de Rusia en el mundo mediante una lucha paciente y obstinada, al acecho de cualquier síntoma de debilidad del adversario.

Así fue como Putin empezó a actuar de forma más imperativa en política exterior con intervenciones en Chechenia, Georgia (que se dio durante el gobierno de Medvedev), Ucrania y Siria, que generaron cortocircuitos con Occidente que no ocurrían desde el fin de la guerra fría.

Pasó a ser una piedra en el zapato en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, vetando cualquier resolución que atacara los intereses de Irán o de su aliado Bashar al Asad e incluso lo acusan de intervenir en las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos.

"Nadie quería hablarnos, nadie quería escucharnos. ¡Escúchennos ahora!", lanzó a los occidentales durante su último gran discurso, frente al Parlamento a principios de marzo, presentando unas nuevas armas "invencibles".

Ahora, numerosos de sus conciudadanos lo alaban, sobre todo por asociarlo con la estabilidad y una nueva prosperidad, favorecida por la actividad petrolera. Todo ello, al precio de un retroceso en el ámbito de Derechos Humanos y libertades, según sus críticos. Volvió a convertir a Rusia en un estado fuertemente centralizado y controlado que recuerda a los días del imperio y la Unión Soviética.

Putin, la figura

El líder ruso fomentó un verdadero culto a la personalidad que lo lleva a actuar como si no hubiera nadie por encima de él entre el resto de los mortales.

Sus fotos y videos nadando en lagos prácticamente congelados, haciendo demostraciones de judo, montando a caballo sin camiseta, apagando un incendio desde un avión Bombardier o saliendo de caza han recorrido el mundo.

Es famoso por hacer esperar a otros líderes mundiales que se reúnen con él (como le pasó a Barack Obama o al Papa Francisco) o por ir a una reunión con la canciller alemana Angela Merkel con sus perros.

Es un gran aficionado al deporte y por eso intentó hacer de su país una potencia deportiva, lo que también generó una crisis internacional.

Rusia organizó en 2014 los Juegos Olímpicos más caros de la historia en la estación balnearia de Sochi y, en pocos meses organizará el mundial de fútbol. Pero los sueños del Kremlin se vieron ensombrecidos por las acusaciones de dopaje institucionalizado a raíz del informe McLaren en 2016.

Moscú siempre ha negado con vehemencia esas acusaciones, pero a los atletas rusos les costó su participación en los Juegos Olímpicos 2016 de Rio y provocaron la exclusión de Rusia en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pyeongchang.

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