27 de diciembre 2025 - 11:12hs

En la naturaleza, la muerte no es un error; es un mecanismo de reciclaje. Cuando un animal grande cae en la selva, la naturaleza no pierde tiempo en nostalgia ni intenta reanimarlo artificialmente, deja que se descomponga. Su cuerpo, sus nutrientes y su energía se convierten en abono para que crezca la siguiente generación de vida.

Sin embargo, en nuestra sociedad, cometemos el error de mantener con vida artificial a un organismo que ya cumplió su ciclo, la universidad.

Durante siglos, justificamos la existencia de estas inmensas estructuras bajo dos premisas. La primera era la formación de los jóvenes para el mercado laboral. Esa premisa ya no se sostiene porque enviar a un hijo a la universidad es una estafa piramidal social; se paga una fortuna en tiempo y dinero para aprender oficios que la Inteligencia Artificial (IA) ya hace mejor, más rápido y gratis. Aunque esto es grave, no es un golpe fatal.

El impacto, el que realmente vuelve obsoleta a la institución, es el colapso de su función superior, la investigación.

El fin de la "Torre de Marfil"

La universidad solía ser el santuario donde la humanidad empujaba las fronteras del conocimiento. Si querías encontrar a las mentes más brillantes resolviendo los problemas más difíciles, ibas al campus. Sin embargo, eso se acabó.

Hoy, la investigación de vanguardia es privada. Las grandes tecnológicas como Google, OpenAI, Meta, Microsoft absorbieron a casi todo el talento real. La razón es que la ciencia moderna, especialmente en IA, requiere una capacidad de cómputo y recursos financieros que ninguna universidad puede pagar.

Los investigadores que se quedan en la academia están atrapados y sienten que no pueden competir. Esto los obliga a una irrelevancia forzada, por lo tanto se dedican a resolver problemas teóricos menores, porque los problemas reales se resuelven a puerta cerrada en laboratorios privados; o entran en un bucle de "basura académica", utilizando la IA para escribir papers mediocres que nadie lee, solo para justificar su sueldo y mantener la rueda girando.

La universidad pasó de ser el motor de la innovación a ser un museo de glorias pasadas. Ya no son los protagonistas de la historia; son, en el mejor de los casos, testigos lejanos de un avance que ocurre en otra parte.

Inmuebles vacíos y capital muerto

Si la universidad ya no garantiza empleo a los alumnos y ya no produce la investigación de punta que cambia el mundo, ¿qué nos queda? Nos quedan edificios.

Esos inmensos campus "históricos", costosísimos de mantener, fundaciones universitarias sentadas sobre miles de millones de dólares en fondos de dotación o endowments, acumulando polvo financiero mientras la sociedad afuera enfrenta una crisis de transformación tecnológica sin precedentes.

Aquí es donde debemos aplicar la lógica de la naturaleza, porque aferrarse a estos edificios y a estas estructuras por "tradición" es como guardar un cadáver en la sala de estar. Es insalubre y costoso. La universidad, tal como la concebimos, ha muerto. Y lo más ético, lo más racional que podemos hacer, es permitir que se convierta en abono.

Liquidar para regenerar

¿Qué significa que la universidad sirva de abono? Significa liquidación. Esos inmensos recursos inmobiliarios y financieros deben dejar de servir para sostener una burocracia académica zombi y volver a la comunidad. Los activos deben disolverse y transformarse en el capital que financie la transición de la sociedad. Si la tecnología nos quita el trabajo, que el capital acumulado por las instituciones del viejo mundo sirva para sostener a la gente en el nuevo.

No se trata de quemar las bibliotecas, se trata de entender que el conocimiento ya no vive en los ladrillos. Convertir los campus en museos temporales o venderlos, disolver los fondos de investigación obsoletos y repartir ese valor es la única forma de que la muerte de la universidad tenga sentido.

Debemos perder el miedo a cerrar lo que no funciona. Dejar que la universidad se descomponga no es una tragedia; es el paso necesario para fertilizar el suelo del futuro. Lo demás es pura vanidad.

Las cosas como son

Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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