21 de septiembre 2025 - 8:11hs

En 1880, un administrador británico de tierras en Irlanda se convirtió involuntariamente en protagonista de uno de los casos más curiosos de la etimología moderna. Charles Cunningham Boycott, veterano militar inglés que gestionaba propiedades agrícolas para el conde de Erne, desató una controversia que trascendió las fronteras irlandesas y dejó su apellido grabado para siempre en los diccionarios del mundo.

La historia comenzó décadas antes, cuando Boycott abandonó una frustrada carrera militar para convertirse en terrateniente. Nacido en 1832 en Norfolk, Inglaterra, había ingresado a la Real Academia Militar en 1848, pero fue dado de baja al año siguiente tras reprobar un examen. Su familia pagó para comprarle un nombramiento en un regimiento —práctica común de la época que permitía alcanzar rápidamente el rango de oficial—, pero su interés por la vida castrense se desvaneció y en 1852 dejó el ejército.

En 1854, el joven se trasladó a la isla de Achill, en el oeste de Irlanda, donde adquirió tierras y prosperó durante 17 años cultivando en un ambiente hostil. Su oportunidad de ascenso social llegó en 1872, cuando John Crichton, conde de Erne, que poseía más de 15.000 hectáreas en Irlanda, lo contrató para administrar un terreno en el condado Mayo. El acuerdo incluía el uso de unas 250 hectáreas para cultivo propio, una casa de campo con establos y cobertizo para botes.

Más noticias

Según sus biógrafos, Boycott "creía en el derecho divino de los amos y actuaba según le parecía correcto a él, sin contemplar otros puntos de vista ni los sentimientos de las personas que se viesen afectadas por sus actos". Esta filosofía se tradujo en un trato despiadado hacia los arrendatarios: imponía multas por transgresiones insignificantes como permitir que un animal deambulara por sus tierras o llegar tarde al trabajo. Las multas a veces excedían los salarios de los granjeros, y no dudaba en desalojar a quienes no cumplían puntualmente con el pago de arriendos.

El conflicto que cambió la historia

El punto de inflexión llegó en 1879, cuando una serie de malas cosechas azotó Irlanda y amenazó con repetir la tragedia de la Gran Hambruna de 1845. Los inquilinos de las tierras del conde de Erne solicitaron una reducción del 25% en los arriendos, pero el aristócrata solo concedió el 10% y autorizó a Boycott a recuperar las deudas morosas por cualquier medio.

La respuesta del administrador fue implacable: desalojó a tres familias que no pudieron reunir el dinero. Esta medida llegó a oídos de la Liga Agraria Nacional de Irlanda, organización formada por el activista Michael Davitt y liderada por Charles Stewart Parnell, miembro del Parlamento británico. La Liga tenía como objetivo reducir los arriendos y frenar los desalojos, con la meta final de que los granjeros fueran propietarios de las tierras que trabajaban.

G1OYZHDW8AAYQCW

En un mitin público, Parnell planteó a la audiencia: "Cuando un hombre se quede con la tierra de otro hombre que ha sido desalojado, ¿qué debemos hacer con él?". La multitud gritó: "¡Dispararle! ¡Apedrearlo!". Pero el parlamentario, consciente de su responsabilidad política, propuso una alternativa: "Haremos algo más cristiano y que le haga reflexionar: vamos a evitarlo a toda costa. Lo evitaremos en la calle, lo vamos a ignorar en los negocios, en los mercados y en la iglesia. No haremos tratos con él. No le compraremos lo que venda ni le venderemos nada de lo nuestro. Le aislaremos del resto del mundo hasta que comprenda que detestamos el crimen que ha cometido".

El nacimiento de una palabra

La estrategia de aislamiento social, laboral y económico se aplicó de manera sistemática. Boycott se encontró completamente segregado: nadie le recogía las cosechas, nadie le compraba el grano que acumulaba, nadie le hablaba, nadie le servía una pinta de cerveza e incluso el cartero dejó de entregarle las cartas.

Ante la perspectiva de que sus cultivos se pudrieran, las autoridades británicas organizaron una "expedición de rescate" con 50 trabajadores externos para recoger la cosecha. Como se anticipaba violencia, el ejército inglés envió 900 soldados para proteger la operación. Sin embargo, el costo del operativo ascendió a 10.000 libras esterlinas de la época, mientras que los cultivos rescatados apenas valían 350 libras.

Los soldados montaron sus tiendas en los campos de Boycott, se comieron su ganado y dejaron todo devastado. Tras esta debacle económica, el administrador abandonó Irlanda y regresó a Inglaterra, donde continuó trabajando como recaudador de terratenientes hasta su muerte en 1897.

G1OYbf9XgAEG5A9

El caso se convirtió en noticia internacional y los periódicos británicos comenzaron a utilizar el apellido "Boycott" para referirse a la táctica empleada por los granjeros irlandeses. Como no existía una palabra exacta para describir esta forma de aislamiento y exclusión colectiva, el término se incorporó al Oxford English Dictionary en 1888 con la definición: "Negarse a comprar, usar o participar en algo como forma de protesta".

La palabra trascendió rápidamente el mundo anglosajón y se adaptó a otros idiomas. La Real Academia Española define boicotear como "impedir o entorpecer la realización de un acto como medio de presión para conseguir algo". Curiosamente, cuando Boycott intentó viajar de incógnito a Estados Unidos registrándose en la aduana como Charles Cunningham, el New York Tribune publicó: "La llegada del Capitán Boycott, que involuntariamente ha añadido una nueva palabra a nuestro idioma, es un acontecimiento más o menos de interés internacional".

Así, el despiadado administrador que creía en "el derecho divino de los amos" se convirtió involuntariamente en símbolo universal de la resistencia pacífica y organizada. Su apellido trascendió su persona y se transformó en una herramienta de protesta utilizada hasta hoy en conflictos laborales, políticos y sociales en todo el mundo.

Temas:

administrador inglés

Seguí leyendo

Más noticias

Te puede interesar

Más noticias de Uruguay

Más noticias de España

Más noticias de Estados Unidos