En el Golfo, los sueños de Arabia Saudita, Abu Dabi y los Emiratos Árabes Unidos de convertirse en potencias de inteligencia artificial (IA) chocan con una realidad física que no se resuelve con talonarios. Atrajeron a gigantes como OpenAI, Google y Microsoft, invirtieron billones de dólares y construyen centros de datos colosales como el Stargate AI Campus de Abu Dabi o las instalaciones de 2.200 megavatios anunciadas por Riad.
Sin embargo, lo que falta no es capacidad de gasto, sino las condiciones mínimas para sostener ese sueño: no hay agua, no hay suficientes expertos que quieran vivir allí y el clima extremo disuade a cualquiera que no esté obligado a quedarse. En estos países, el agua es escasa y su producción es onerosa en plantas de desalinización que consumen cantidades gigantescas de energía fósil.
Y en una ironía monumental, la infraestructura para sostener su salto digital amenaza con agravar la escasez que los pone contra las cuerdas: un solo centro de datos de un megavatio gasta tanta agua como una ciudad pequeña de 300.000 personas en un año. El Golfo proyecta un consumo de 426.000 millones de litros anuales para 2030, un salto desde los 119.000 millones de 2025.
En verano, enfriar esas máquinas es una batalla perdida contra la física: temperaturas extremas y humedad baja que obligan a sistemas de enfriamiento por evaporación que tragan agua limpia como si fuera infinita. Algunas empresas prueban paliativos como usar aguas residuales tratadas o sistemas cerrados que reciclan el líquido, pero son excepciones, no la norma.
El problema no es menor: las redes eléctricas deben duplicar su capacidad en apenas cinco años si quieren alimentar a la vez las plantas desalinizadoras y los centros de datos. Y todo esto en países donde la población local ya consume más de 500 litros diarios por persona, el triple que en Europa.
Aun así, los gobiernos insisten en la épica tecnológica, ignorando que el ecosistema que da lugar a un polo global de innovación no se compra a fuerza de petrodólares. Israel, vecino inmediato, es un ejemplo de acumulación real de talento, investigación y tejido empresarial, pero antes que integrar y potenciar ese recurso ya existente, el Golfo levanta su propia torre digital sobre arena caliente.
Lo que el agua revela es la evidencia de que la IA no es un plug-and-play que se enchufa en cualquier lugar. Sin infraestructura física adaptada, sin masa crítica de especialistas, sin una base logística y ambiental sólida, el espejismo del “hub” árabe de IA se evapora antes de nacer.
El resto del mundo desarrollará esta tecnología donde confluyen las condiciones, y los intentos de replicarlo en un desierto sin agua quedarán como un monumento caro a la ilusión de que el dinero todo lo puede.
Las cosas como son
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