3 de mayo 2025 - 14:07hs

En medio del caos, la guerra transforma los vínculos más íntimos en transacciones cargadas de sentido, necesidad y supervivencia. En Rusia, mientras el Kremlin promueve la figura de la "esposa del héroe", emergen historias menos épicas y más crudas: mujeres que, según medios y blogueros, se casan con soldados en zonas ocupadas de Ucrania con el objetivo de cobrar las compensaciones otorgadas por el Estado si el combatiente muere o queda herido. La figura de la "viuda negra" aparece como síntesis de este fenómeno. Pero etiquetar a estas mujeres como psicópatas es una simplificación burda y cómoda, que ignora el fondo social y humano de este negocio de la desesperación.

Las cifras son elocuentes. La muerte de un soldado puede generar pagos estatales de hasta 60.000 dólares, más una pensión mensual. Si sobrevive con heridas graves, la compensación alcanza los 36.000 dólares. Este incentivo económico, diseñado para mantener el flujo de combatientes voluntarios, creó su propio sistema de incentivos perversos. Las denuncias apuntan a mujeres que repiten el esquema: casarse, cobrar y desaparecer. Algunas lo hacen con frialdad burocrática, otras se insertan en redes organizadas. Sin embargo, la pregunta que importa no es si estas mujeres tienen o no escrúpulos, sino qué condiciones materiales y psicológicas habilitan esta práctica.

Esto no es una invención rusa. En la Guerra Civil estadounidense, mujeres se casaban con veteranos moribundos para acceder a pensiones. En la Segunda Guerra Mundial, algunas británicas se unieron a soldados canadienses para emigrar y obtener beneficios. El régimen nazi legalizó los matrimonios póstumos, permitiendo que prometidas embarazadas accedieran a pensiones de viudez. Francia aún permite casamientos póstumos bajo condiciones especiales. En Estados Unidos hay fraudes donde mujeres se presentan como viudas pese a estar divorciadas o sin vínculo legal. En todos los casos, el denominador común es la utilización del vínculo con un soldado caído como pasaporte económico.

En Rusia este patrón se repite, adaptado al ecosistema autoritario y propagandístico del Kremlin. Mientras se exalta el heroísmo, se generan incentivos que invitan al abuso.

¿Y qué hay del otro lado? Para el soldado, en muchos casos sin alternativas, sin futuro ni opciones, este matrimonio puede ofrecer una ilusión de sentido, un lazo simbólico que lo acompañe al frente o al cautiverio. Saber que alguien lo espera, aunque sea por interés, puede resultar más reconfortante que marchar solo. No hay lugar para juicios fáciles desde la comodidad del lector. Este no es un cuento de buenas y malas, sino un acuerdo mutuo en un entorno donde la vida y la muerte cotizan en moneda oficial. La guerra no destruye solo cuerpos. También convierte las relaciones humanas en mercancía.

Las cosas como son

Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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