Pero lo más sorprendente no es solo su edad. Es lo que implica: que los seres humanos comenzaron a construir lugares de encuentro espiritual incluso antes de dominar la agricultura. Göbekli Tepe no solo reescribe la línea de tiempo de la civilización. También desafía nuestras ideas sobre qué nos hizo humanos: ¿la necesidad de alimentarnos o la necesidad de creer?
Un hallazgo que lo cambia todo
Göbekli Tepe fue identificado en 1994 por el arqueólogo germano Klaus Schmidt, quien trabajaba junto al Instituto Arqueológico Alemán y el Museo Arqueológico de Sanliurfa. En lo que parecía una colina sin interés, descubrieron un complejo megalítico extraordinario: círculos concéntricos de enormes pilares de piedra en forma de T, algunos de más de 5 metros de altura y 20 toneladas, tallados con figuras de animales salvajes, símbolos abstractos y formas humanas.
Las primeras dataciones sorprendieron a todos. El sitio fue construido en el 10.000 a.C., cuando los humanos aún eran cazadores-recolectores. No había aldeas, ni agricultura, ni domesticación de animales. Y, sin embargo, alguien —o mejor dicho, muchos— se organizaron para construir algo monumental, duradero y profundamente simbólico.
“Primero vino el templo, después la ciudad”, reveló Schmidt en una frase que sintetiza la revolución que implica Göbekli Tepe.
¿Dónde está y por qué importa?
Göbekli Tepe está ubicado en el extremo norte de la llamada Medialuna Fértil, una región clave para la historia de la humanidad. Allí surgieron algunas de las primeras culturas agrícolas, pero este sitio las precede en varios milenios.
Su existencia sugiere que la necesidad de compartir rituales, de construir símbolos comunes y de reunirse en torno a lo sagrado, pudo haber sido una de las fuerzas impulsoras que llevó a los humanos a asentarse, a organizarse y —más tarde— a cultivar la tierra.
“El sentido del lugar está íntimamente ligado a prácticas colectivas que aún no logramos decodificar, pero que probablemente incluían el sacrificio animal, los festines y la transmisión oral de mitos”, explica el arqueólogo Jens Notroff, actual miembro del equipo de excavación.
El enigma del entierro
Uno de los aspectos más desconcertantes del sitio es que fue enterrado deliberadamente hace unos 8.000 años. No por la acción del tiempo, sino por sus propios constructores o sus descendientes. Fue tapado cuidadosamente con tierra y escombros, en lo que parece haber sido una decisión ritual.
¿Por qué una sociedad prehistórica haría semejante esfuerzo para ocultar su templo sagrado? ¿Fue un cambio cultural? ¿Una crisis? ¿Una transición hacia nuevas formas de creencia o poder?
No hay certezas. Solo teorías. Göbekli Tepe no da respuestas fáciles, pero sí plantea las preguntas correctas.
Mito, ciencia y apropiaciones
La antigüedad y complejidad de Göbekli Tepe lo convierten en objeto de todo tipo de interpretaciones. Algunas publicaciones pseudocientíficas lo presentan como prueba de contactos con civilizaciones perdidas o visitantes extraterrestres. Sin embargo, la comunidad científica es clara: no hay evidencia de nada que no pueda explicarse por las capacidades humanas de la época.
En cambio, sí hay una ventana a un mundo simbólico sofisticado donde el arte, la cooperación y la espiritualidad ya eran parte esencial de la vida mucho antes de que existiera el arado.
Más allá del mito fundacional
Göbekli Tepe no encaja con el relato clásico de que primero fue la agricultura, luego los asentamientos, y al final la religión y la arquitectura monumental. Aquí, ese orden parece invertido. Los humanos se reunieron, crearon mitos, construyeron símbolos y, solo después, encontraron la manera de quedarse a vivir cerca de ellos.
La espiritualidad no fue un lujo posterior. Fue un motor inicial. Y este sitio demuestra que lo simbólico y lo ritual no son consecuencia del progreso: son parte constitutiva de la condición humana.
Un rompecabezas aún incompleto
Apenas un 5% del sitio fue excavado, y ya se identificaron más de veinte estructuras circulares. En la misma región se están descubriendo otros sitios similares, como Karahan Tepe, que podrían expandir aún más este nuevo capítulo de la prehistoria.
Por eso, cada piedra que se desentierra no solo revela un fragmento del pasado. También nos obliga a repensar el presente.
Tal vez el verdadero origen de nuestra civilización no esté en los manuales de historia, sino aún sepultado, esperando ser revelado. Göbekli Tepe nos recuerda que los primeros humanos no solo cazaban y recolectaban: también soñaban, creaban símbolos y buscaban sentido.
Ese impulso —el de construir un círculo de piedras en medio de la nada para mirar hacia algo invisible— es, quizá, el más antiguo de todos.