La decisión de la jueza Loretta Preska expone de manera brutal las consecuencias que tienen las decisiones políticas como las que tomaron hace unos años Cristina Kirchner y Axel Kicillof.
Hay un libro muy conocido en el mundo de los académicos en general y de los economistas en particular, al que citan los pensadores del liberalismo cada vez que pretenden demostrar que el socialismo fracasó. Se llama La fatal arrogancia y su autor es Friedrich von Hayek, premio Nobel de Economía del año 1974 y uno de los grandes exponentes de la escuela austríaca, uno de los ejes ideológicos del presidente Javier Milei.
La fatal arrogancia analiza la organización de la economía desde una perspectiva moral y critica fuertemente la idea de que toda la economía puede y debe ser planificada bajo una premisa, a mi entender falsamente progre, de lo que significa el socialismo. Es decir, como si toda la economía del mundo, de la Argentina, o incluso la vida misma, se pudiera solucionar con un algoritmo o con una planilla Excel. Como si no intervinieran miles de fuerzas que no pueden ser controladas.
El fallo que cambió todo
Si Hayek reviviera y leyera el fallo que acaba de dictar la jueza Loretta Preska, exigiendo a YPF que entregue el 51% de las acciones como consecuencia de la estúpida decisión de Kicillof y Cristina Kirchner de reestatizar la compañía a Repsol sin mirar el estatuto, probablemente se volvería a morir impresionado de conocer a un par de altos funcionarios tan dañinos y tan brutos.
Porque más grave todavía que tomar decisiones equivocadas es suponer o hacer creer a la gente, como hizo Kicillof ayer, que fueron acertadas y que se merece un premio por eso.
Kicillof no sólo tomó la decisión sobre YPF que nos va a terminar costando más tarde o más temprano por lo menos 16.000 millones de dólares ( algunos dicen hasta 17.000 millones), sino que además, con la decisión de la jueza volvió a subir el riesgo país, volvió a caer la acción de YPF en la Argentina y en la bolsa de Nueva York.
Pero además, Kicillof en su momento hizo pelota a la economía cuando le tocó ser ministro, produciendo una devaluación innecesaria que le hizo perder al peso casi el 70% de su valor desde que asumió hasta que se fue. Éste es Kicillof.
Es el mismo que corrió con un cheque de casi 10.000 millones de dólares en la mano a los acreedores del Club de París. Fue la transacción más ruinosa que haya ejecutado cualquier estado contra ese organismo acreedor. Ése es Kicillof, que después se para y le dice a Milei "vendepatria".
Y para terminar, como si esto fuera poco, Kicillof de un día para el otro decidió dejar de medir la pobreza por considerarla "estigmatizante". Bueno, tiempo después, como rompió el termómetro que medía la fiebre, un día nos dimos cuenta que la Argentina estaba enferma y con fiebre de pobreza estructural.
El problema de fondo
Éste es el problema de la Argentina: no solamente que tomaron decisiones ruinosas, suicidas para la Argentina, sino que esta gente gobierna la provincia más grande del país. Hace 17 años que gobierna la provincia de Buenos Aires. Nunca estuvo bien la provincia de Buenos Aires, pero nunca estuvo peor que ahora. Y como si esto fuera poco, Kicillof pretende pasar de la provincia de Buenos Aires a ser presidente de la Nación.
Cuando uno se pregunta por qué Milei hoy es presidente, la respuesta es sencilla: porque hay gente como Cristina y Kicillof gobernando por etapas todavía en la Argentina.