Muchas veces se dice que la democracia se “recuperó” en 1983 con la asunción de Raúl Alfonsín, luego del período más oscuro de la historia argentina. Pero tal vez “recuperar” no es la palabra más precisa, porque la democracia más bien se construyó: fue fruto de un conjunto de luchas, consensos, acuerdos y discusiones de los distintos poderes del Estado, organismos de derechos humanos, sindicatos, partidos políticos y todo tipo de organizaciones sociales y también de la ciudadanía, por supuesto. El Nunca Más fue la condensación de todos esos actores, la impugnación a la violencia y el autoritarismo, la apertura a la democracia, a la libertad y a la República. Una democracia que supone debates permanentes y constantes intercambios de ideas, desde luego, que se construye todos los días, amparados en un consenso fundamental: Nunca Más es Nunca Más.
Sabemos que Argentina tiene problemas sociales, económicos y políticos urgentes, pero también sabemos que la única forma de salir adelante es a través de las vías institucionales democráticas. Por todos estos motivos, es necesario seguir subrayando la gravedad de la visita a los genocidas condenados por delitos de lesa humanidad por parte de un grupo de diputados de La Libertad Avanza. Vale la pena nombrarlos: Beltrán Benedit, Guillermo Montenegro, Alida Ferreyra Ugalde, María Fernanda Araujo, Lourdes Arrieta y Rocío Bonacci. Su visita genocidas como Alfredo Astiz, Carlos Suárez Mason, Raúl Guglielminetti, Antonio Pernías y Adolfo Donda, implica dar la espalda al largo proceso que le llevó a los argentinos recuperar la democracia, a las víctimas de las dictaduras –no solo la iniciada en 1976, sino también las anteriores–, a sus familiares, a la ciudadanía en general.
Otro elemento que no podemos dejar de subrayar: estos genocidas no cometieron sus crímenes en el pasado, sino que los siguen cometiendo al día de hoy con el pacto de silencio que hacen pesar sobre la democracia, con información acerca de dónde están los desaparecidos o los bebés robados durante la última dictadura. La foto que se sacaron los diputados con ellos muestra su complicidad con un delito que se perpetúa todos los días y para el que no hay años de cárcel que sean suficientes. Y esto es doblemente grave porque los diputados son representantes de la democracia, antes de serlo de las personas que los votaron. Quienes son miembros de la institución más democrática de la República no pueden visitar y tender una mano a las personas que atentaron contra el orden democrático de manera violenta y despiadada. Eso es parte del Nunca más.
Los juicios de lesa humanidad impulsados por el Estado argentino son un ejemplo histórico a nivel mundial. No hay otro país en el mundo en que los genocidas hayan sido enjuiciados dentro del propio sistema republicano, con el Poder Judicial encabezando el proceso y los organismos de derechos humanos impulsando el proceso de justicia. Eso también es el Nunca Más, y no es un hecho coyuntural de los años posteriores a la democracia, sino que debe continuar hasta que cada uno de los responsables y cómplices –militares, civiles y eclesiásticos– sea condenado.
Cuando decimos Nunca Más estamos ejerciendo el derecho ético de la memoria, la verdad y la justicia, pero también estamos marcando un camino hacia adelante. Durante el período democrático iniciado en 1983 hubo intentos desestabilizadores como el levantamiento de los carapintadas, y también hubo crisis económicas e institucionales profundas. Pero fue el faro del Nunca Más el que nos permitió como país mantener siempre el orden democrático. Y eso es lo que tenemos que seguir haciendo ahora: no tomar con liviandad los hechos que soslayan esta premisa; no dejar pasar actitudes y hechos que sean contradictorios con los principios democráticos; no permitir que la grave situación económica sirva como excusa para permitir cualquier cosa.
Todo debe discutirse dentro de la democracia y entre los actores de la democracia; quienes atentaron contra ella están en el único lugar que les cabe: la cárcel común. Porque Nunca Más es Nunca Más, ahora y siempre.