Después de que agosto obligó a recalcular el mapa financiero, el euro emergió fortalecido. En un nivel de 1,11 por dólar, la moneda común hoy cotiza en su nivel más sólido desde julio de 2023. Sólo este mes gana 3% y en su mayoría, los analistas de los bancos de inversión creen que puede sostenerse en 1,12 hasta fin de año.
Los mercados esperan señales pero pueden terminar con las manos vacías, y muchas fotos del enclave de Wyoming con banqueros relajados, sin corbata y una tasa de café en la mano.
Lo cierto es que al euro le cuesta sostener ese 1,10 por dólar, que representa lo que en el análisis técnico se llama una resistencia. Y hoy las tasas son las que están dominando el juego.
El euro y las expectativas del mercado
Lo que hoy se descuenta es:
- Europa baja la tasa (4,35%) dos veces en lo que queda del año, seguramente 25 puntos básicos (pb), en septiembre y diciembre
- EE.UU. las reduce (5,25%-5,50%) en las tres reuniones que quedan en 2024 y según el mercado de futuros, el recorte sería de 100 pb, es decir, que prevé algún descenso de 50 pb.
- Ya no se apuesta a una intervención entre reuniones como en los momentos de mayor pánico en lo que se consideraba plausible un recorte fuera de cronograma
Así como hace unos meses eran la nominación de Donald Trump y sus eventuales políticas como presidente las que mandaban, ahora la elección quedó temporalmente relegada. No ignorada, sólo desplazada.
Kamala Harris, la candidata republicana que reemplazó a Joe Biden, es una aliada del euro. Y en el mediano plazo sería el mejor escenario para Europa.
Las políticas expansivas de Trump en lo fiscal, con sus aumentos de impuestos, y su guerra comercial-tarifaria, son inflacionarias y llevan a tasas más altas.
Un dólar de vuelta en la cancha.
El euro y Powell, bajar en busca del tiempo perdido
Todo empezó con el informe de empleo de los primeros días de agosto que desencadenó ventas de pánico en los mercados. Una tasa de desocupación de 4,3%, la más alta desde octubre de 2021, y una creación de apenas 114.000 empleos frente a los 179.000 del mes anterior.
La revisión de este reporte bisagra fue otra señal de alarma para los que subestimaron el poder de un dato aislado para cambiar la narrativa.
Es que hasta el momento, Powell venía enfocado en la inflación, una de las caras de su mandato dual, que después de un susto en abril había vuelto a la senda deseada.
La debilidad del mercado laboral estaba en el radar pero no al punto de señalar la probabilidad de una recesión.
El ajuste estadístico, que abarca los 12 meses hasta marzo de este año, fue de 818.000 empleos, el equivalente a 68.000 puestos menos por mes de los que se había informado previamente. Es la mayor revisión a la baja en 15 años.
Por sectores, la mayor revisión se produjo en los servicios profesionales y empresariales, los “white collars”, donde el crecimiento del empleo fue de 358.000 menos en ese año.
El otro dato que acompañó a la víspera de la cumbre en Jackson Hole fueron las minutas de la última reunión de la Fed, donde quedan recogidas las deliberaciones de los miembros del comité monetario antes de tomar una decisión .
Resulta ser que si bien finalmente todos votaron en forma unánime por la estabilidad del costo del dinero, varios banqueros centrales de EE.UU. manifestaron que les parecía razonable subir las tasas ya en julio.
El inicio del ciclo del relajamiento monetario está servido. Falta ver si Powell despliega las alas de halcón que espera el mercado (hawkish) o mantiene como hasta ahora su sobrevuelo de paloma (dovish).
El euro y Lagarde: calibrar el ritmo
En el caso de Lagarde, los últimos datos que le pusieron sobre la mesa le marcaron a su brújula monetaria la dirección opuesta.
Esto es, su audacia de comenzar con las bajas en junio, cuando la Fed seguía mirando el tablero sin mover, ahora la enfrenta al siguiente dilema: calibrar el ritmo.
Porque la desinflación sigue teniendo traspiés. Por un lado, el robusto crecimiento de salarios en Alemania no se debilita, lo que probablemente mantendrá la inflación alta, según el Bundesbank.
Los salarios negociados, que incluyen beneficios, aumentaron 3,1% en el segundo trimestre, la mitad que en el anterior, algo que muchos pueden haber leído falazmente como un alivio. Se debió a un efecto puntual de compensaciones por inflación libres de impuestos que engrosaron los pagos durante el primer trimestre.
Por otro lado, en julio el IPC armonizado de la zona euro escaló hasta el 2,6% interanual, una décima más que en junio, según Eurostat. En el conjunto de la UE, se encareció un 2,8%, dos décimas arriba.
La inflación repuntó en 14 de los 27 países de la Unión Europea y en 9 de las economías del euro. Países como Bélgica tuvieron una variación de 5,4% y Países Bajos, Estonia y Croacia, de 3,5%, por ejemplo. En el caso de España, 2,9%.
De la vereda de enfrenta, las bajas son necesarias para apuntalar el crecimiento. En especial, porque el sector manufacturero no da señales claras de recuperación, mucho menos vigorosas.
Y la brecha de productividad entre Europa y EE.UU. se ensancha cada vez más. La productividad laboral por persona cayó 0,4% en el segundo trimestre contra un descenso de 0,5% en los primeros tres meses. En el banco esperaban que cayera al menos 0,3%.
Estos son los datos detrás del euro. Los dilemas que enfrentan los banqueros centrales que inciden directa e indirectamente en sus movimientos.
El diferencial de tasas hoy lo apuntala. Pero en los mercados todo cambia todo el tiempo.
La confirmación de una desaceleración en EE.UU. mayor a la prevista lo sostendrá, aún cuando la UE todavía carga a Alemania sobre sus hombros.
Pero pronto las elecciones volverán al centro y hablaremos otra vez del “Trump trade” y el impacto de sus políticas en el dólar.
El euro será el más demócrata de todos.