6 de febrero 2025 - 21:41hs

Con una extensa colección de intimaciones, amedrentamientos y descalificaciones por parte de Donald Trump en relación al comercio bilateral- la Unión Europea (UE) estaba preparada para pelear con EE.UU. por las tarifas con todo lo que tuviera para defenderse. Pero las cosas dieron un giro que el bloque no anticipaba.

El presidente de EE.UU. se mostró abierto a negociar. El mismo día que anunció tarifas de 25% para México y Canadá, aceptó aplazar su aplicación un mes a cambio de ciertas concesiones.

En la Comisión Europea -el organismo encargado de los asuntos comerciales- abrieron los ojos. No es que se hayan bajado del ring pero de pronto había otra salida.

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Una lista de medidas de retaliación ya estaba sobre la mesa para el momento en que Trump finalmente pasara a la acción.

Ahora parecía el momento de revisar la estrategia, con una respuesta que no provoque la ira de Washington.

Al menos, la señal era que había margen incluso para intentar neutralizar los aranceles con propuestas que apelen a los intereses de EE.UU.

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Hasta ahí, la lectura de lo ocurrido el último lunes. Una de las primeras dificultades es que Europa no logró hasta ahora entablar contactos fluidos con la nueva administración, al punto de que algunos de los puestos clave en materia comercial todavía esperan aprobación del Senado.

Otro de los desafíos, casi tan viejo como la UE misma, son las fracturas en el bloque.

El martes, cuando los ministros de Comercio se reunieron en Varsovia, Polonia (a cargo de la presidencia rotativa de la Comisión) para discutir “qué hacer con Trump” quedó una vez más claro: la unidad del bloque siempre parece a punto de resquebrajarse.

“La peor solución es que cada miembro intente tener su propia relación con EE.UU.”, comentaba uno de los participantes según The Financial Times.

Negociar en vez de retaliar, un escenario nuevo en un bloque fracturado

Después de los resultados con sus vecinos, la idea de un acercamiento amigable se imponía. En principio, mejorar la relación bilateral incluiría más importaciones, en este caso compras de GNL, fertilizantes y armas.

Y un aspecto más político: un área clave de potencial colaboración, un mayor alineamiento con China en lo que hace a un mayor control de las exportaciones, monitoreo de las inversiones y manejo de su exceso de capacidad de producción, en especial en la industria del acero.

Según Bloomberg Economics, tarifas del 10% harían caer las exportaciones de la UE a EE.UU. un 30%, mientras que si llegaran al 25%, el impacto sería un derrumbe del 70%, entre el 0,7% y el 1,5% del PBI del bloque.

Pero hay voces que tienen un eco propio por lo que tienen en juego. Es el caso de Dinamarca y la isla de Groenlandia, que Trump quiere forzar a entregar por cuestiones de “seguridad regional”. Un territorio autónomo danés que, según ya dijo el primer ministro, no está a la venta.

El comisario de Comercio de la UE, Maroš Šefovi (eslovaco), le dijo a los ministros en Varsovia que estaba dispuesto a responder con toda la fuerza y que entre las respuestas que se contemplan, una opción es golpear a EE.UU. en Silicon Valley con un “instrumento anti-coerción”, que permitiría la restricción del comercio de servicios.

Por otro lado, están los que simplemente quieren arreglar las cosas por su cuenta.

La ministra de Comercio holandesa Reinette Klever dijo que viajaría a EE.UU. en marzo. “Espero hablar con la administración Trump para defender los intereses holandeses”, aseguró, y reclamó una respuesta “robusta y proporcionada” a cualquier tipo de tarifa.

El húngaro Péter Szijjártó, por su parte, un partidario de Trump, directamente se retiró antes de que se hablara del tema tarifas. Cuando le preguntaron cómo creía que debía responder la UE, simplemente dijo que esperaba que el presidente trajera la paz, en lo que se presume fue una alusión a la guerra en Ucrania.

Tarifas suspendidas hasta marzo a Harley y jeans, un arma para la UE

Hay otro tema muy delicado en discusión. A fines de marzo, tarifas de la UE hoy suspendidas que afectan productos estadounidenses por unos u$s 3.000 millones volverán a estar vigentes.

Es parte de un conflicto que comenzó en 2018 cuando EE.UU. decidió colocar aranceles a u$s 7.000 millones en exportaciones de acero y aluminio europeo aduciendo cuestiones de seguridad nacional.

Las tarifas suspendidas fueron la retaliación del bloque que apuntó a compañías políticamente sensibles desde las motos Harley-Davidson hasta los jeans Levi Strauss.

Las partes acordaron una tregua en 2021, según la cual EE.UU. eliminó parcialmente las medidas adoptadas al establecer un régimen de cuotas por encima de las cuales las tarifas a los metales se aplican. El sistema expiraría a fin de año.

La UE, en tanto, congeló todas las medidas punitivas. Hoy la extensión de la suspensión sería un gesto para evitar provocar a Trump pero no deja de ser también un arma disuasiva.

Más allá de las fisuras, Europa vio la oportunidad de no ir al choque y evitar una escalada que resulte devastadora para una economía que ya cruje.

La imprevisibilidad de Trump es un reto. Ponerse de acuerdo, quizás, sea todavía más problemático.

El mensaje del ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, Xavier Bettel, en Varsovia, fue brillante. Fue un llamado a la unidad, al pragmatismo, a entender a quién se tiene adelante.

“Trabajé con Donald Trump por cuatro años cuando fui primer ministro. Y si sos débil, te come. Y si no negociás, te mata. Así que en realidad lo que necesitamos es que pierda el apetito por Europa. América primero no significa América sola. América necesita socios también”.

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