En la quietud de su casa de Île-de-France rodeada de sus hijos , se ha apagado una estrlela que durante décadas iluminó las pantallas de todo el mundo: Claudia Cardinale, la musa eterna del cine italiano, falleció a los 87 años.
Con su partida, no se va solo una actriz monumental: muere un símbolo, y queda para siempre un mito cinematográfico cuya presencia desafió el paso del tiempo y cuyo legado sigue resonando como un eco en los pasillos del cine.
Una italiana nacida en Túnez
Cardinela nació en 1938 en La Goleta, Túnez, en una familia de origen siciliano.En un país aún bajo protectorado francés, Claudia creció entre lenguas y culturas que nunca la encasillarían: su niñez bilingüe —francés y siciliano— más tarde le obligaría a doblar su voz en sus primeros trabajos italianos.
El destino que la llevó a la alfombra roja
Su llegada al cine fue casi casual: en 1957 ganó, sin proponérselo, un concurso de belleza en Túnez —la proclamaron “la italiana más bella de Túnez”— cuyo premio fue un viaje al Festival de Venecia. Allí, sus belleza cautivó la mirada de directores y productores, y lo que parecía un viaje destinado a convertirse en un recuerdo, fue su primera entrada en la alfombra roja hacia una carrera extraordinaria.
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Claudia Cardinalli junto a Federico Fellini.
En poco tiempo, Claudia pasó de aparecer en cortometrajes como Les Anneaux d’or a filmar clásicos que hoy cristalizan su estatus legendario: Rocco y sus hermanos, El gatopardo, Ocho y medio, La pantera rosa, Érase una vez en el Oeste..
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Claudia Cardinale junto a Alain Delon en una escena de "El Gatopardo".
En 1963 protagonizó simultáneamente tres películas que se convirtieron en clásicos del cine—una hazaña casi inconcebible— y allí se transformó en un símbolo indiscutible del cine europeo.
Musa de los grandes directores italianos
Su trabajo con maestros como Visconti, Fellini, Monicelli, Leone o Zeffirelli no solo la consagró como estrella; la elevó al lugar de musa: una figura audaz, que inspiraba, que sugería, que trascendía las líneas del guion.
Una belleza rebelde
Claudia Cardinale cultivó su belleza como un arma, pero también la moduló con una independencia difícil de domar. Se casó con el productor Franco Cristaldi en 1966 —quien manejó su carrera profesional y personal— de quien, años más tarde , se separó y trazó su camino con absoluta libertad
Su reputación de mujer “indomable” no fue en vano: en varias ocasiones, saltó todo protocolo, y combatió al estereotipo, que muchos esperaban de ella.
La maternidad en momentos oscuros
La vida de Cardinale también cargó el peso de momentos oscuros: décadas después ella revelaría que su maternidad nació de una violación a los 16 años y que, durante mucho tiempo ocultó por presión de la industria cinematográfica. Pero nunca sucumbió. A lo largo de más de sesenta años de carrera, participó en alrededor de 130 películas.
Incluso en sus últimos años, seguía reivindicándose: defendió causas medioambientales, rechazó las invasivas persecuciones mediáticas en Roma y sostuvo que su palabra era irrevocable.
El adiós de una musa eterna
Según su agente, Laurent Savry, Cardinale murió “rodeada de sus hijos” en Nemours, su residencia en Francia. (HOLA! USA) Su muerte no ha sido atribuida a una causa concreta públicamente, pero quien sigue sus huellas morales sabe que el arte ha sufrido una pérdida irreparable.
Con ella desaparece una de las últimas grandes voces del cine italiano de la posguerra. Solo queda Sophia Loren como testigo vivo de aquella era dorada. Pero el cine no la olvidará: sus retrato seguirán proyectando su carácter y rostro con la luz justa, memoria imperecedera de su esplendor.
Claudia Cardinale no murió, se elevó al cielo de los mitos de la historia del cine italiano y de su época.