8 de septiembre 2025 - 14:12hs

La frase está allí, en los archivos y a la vista de quien quiera repasarla desde hace un cuarto de siglo.

La pronunció Julio Mera Figueroa, un salteño pícaro y experimentado que fue ministro del Interior de Carlos Menem.

“La nariz peronista se caracteriza por ser la primera que detecta el olor a muerto”.

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Corría el año 2000, y el filósofo menemista empezaba a entonar una melodía que cantaría pronto todo el peronismo. La de acorralar al gobierno de la Alianza y a Fernando De la Rúa.

A continuación, vendrían el cepo a las leyes montado por el peronismo; los errores personales de De la Rúa, el internismo suicida de la Alianza y los saqueos organizados a los supermercados, que terminaron en aquel estallido social. Fue el final para un gobierno que no pudo resistir el asedio.

Algo parecido le había sucedido a Raúl Alfonsín a fines de los ’80; y le pasó después a Mauricio Macri en 2019.

Cuando el peronismo huele sangre, se parece a Bruce, el tiburón vegetariano de “Buscando a Nemo” que no puede detenerse hasta devorar a sus enemigos.

Es una lástima que Javier Milei y sus aliados no conozcan, o que no les interese, la lección a la vista de los gobiernos no peronistas que siempre terminaron en fracasos.

El peronismo les tiende siempre la misma trampa. Y en ella vuelven a caer.

Javier Milei, como su hermana Karina, y la corte de funcionarios, asesores sin cartera y celebridades tuiteras jamás le prestaron atención a las señales que el peronismo dejaba en el camino. La historia política, para ellos, empezó hace muy pocos años.

Pero la historia política es mucho más amplia que el universo de las redes sociales.

Por eso, se pierden las lecciones de lo que ya sucedió. Salvo alguna excepción, como el veterano de mil batallas Guillermo Francos y algunos otro, el resto no se preparó para la madre de todas las batallas: derrotar al peronismo en la decisiva provincia de Buenos Aires.

Por eso, volvió a pasar y esta vez le pasó a Javier Milei, le pasó a la Libertad Avanza y a todos los aliados oportunistas que se embarcaron en este naufragio.

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Los síntomas de la soberbia

Con la inflación medianamente controlada en torno al 2% mensual, y el dólar ubicado en una banda de flotación razonable, hasta hace dos meses el escenario parecía bastante favorable a los hermanos Milei frente a un peronismo atomizado, con Cristina Kirchner presa con tobillera electrónica.

Pero entonces comenzaron los síntomas de soberbia. Subestimaron al kirchnerismo y cometieron todos los errores estratégicos que se podían cometer en ocho semanas. Todos.

- La estrategia electoral en las provincias rompió la relación con el grupo de gobernadores que habían aportados los votos suficientes en el Congreso para aprobar las leyes clave.

- Esa misma estrategia de “violeta o nada” rompió la relación con el PRO, el aliado natural de la LLA que terminó dividido en quienes aceptaron la sumisión y quienes se alejaron, o se sumaron a otros sectores políticos.

- La elección de los candidatos dejó heridos al asesor Santiago Caputo, y a su legión de activistas digitales, marginados de las listas por Karina Milei, Lule y Martín Menem.

- Los activistas digitales de LLA se retiraron de la batalla cultural en las redes sociales, y se concentraron en las batallas internas que se dirimieron con insultos y acusaciones de traición exóticas para el resto de los argentinos.

- La ausencia de políticas de Estado racionales paralizó la obra pública (clave para la actividad económica), y complicó prestaciones como las de la salud, de discapacidad o de jubilaciones que enervaron a amplios sectores de la sociedad.

- Y a todos eso, se sumaron las señales de soberbia del ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, que provocó innecesariamente a los ahorristas y a los actores del mercado.

- Su frase de “compra campeón”, desafiando a los inversores en la pulseada por el valor del dólar terminó en derrota estrepitosa.

- Y lo peor de todo: el escándalo de los audios ilegales del abogado Diego Spagnuolo golpeó sobre un flanco que no había sido cuestionado. La honestidad de los hermanos Milei y su enfrentamiento con la “casta política”.

El coctel de daños autoinfligidos impactó sobre la imagen del Presidente, y comenzó a dibujar un escenario negativo para las elecciones bonaerenses que terminaron con un resultado catastrófico.

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¿Tiene chances Javier Milei de revertir este panorama?

Siempre las hay. Sobre todo, cuando la macroeconomía está todavía en mejores condiciones que las que tenían todos sus antecesores que sufrieron el asedio del peronismo.

Pero Milei tiene que hacer cambios rápidamente que motiven a la misma sociedad que lo hizo presidente hace apenas dos años, y que lo ayuden a reconfigurar una coalición política y electoral que le permitan volver a la victoria en las elecciones legislativas del 26 de octubre. Sin eso, no hay nada.

Pero los cambios deben ser rotundos e inmediatos.

La nariz del peronismo está sobre el rastro de sangre de Javier Milei.

Alfonsín, De la Rúa y Macri ya cayeron en la trampa.

El Presidente tiene que recuperar la conexión con los argentinos que, hasta hace dos meses, lo mantuvo siempre por delante de sus enemigos y en la cresta de la ola.

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