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La grieta: los que esperan el milagro y los que pagan la cuenta

Macri prometió elminar la pobreza
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07 de noviembre de 2017 a las 05:00
El presidente Macri ha pronunciado las palabras fatales: "quiero eliminar la pobreza". Tan pronto como un gobernante formula esa frase está condenado a tomar medidas que aparenten conducir a ese objetivo, sin tener ninguna oportunidad. Cualquier intento de profundizar seriamente en el concepto le será enrostrado como un incumplimiento de su promesa. Si intenta lograr esa meta creando más empleo privado, debería flexibilizar los esquemas laborales y sindicales que ahuyentan la inversión y aún la simple contratación de nuevo personal. Tan pronto haga eso, se le achacará que está quitándole las conquistas sociales a los trabajadores sindicalizados. Entonces se encontrará con una oposición sindical frontal.

Mayoritariamente, los legisladores argentinos han dicho que aprobarán lo que acuerden el gobierno y la CGT. Una garantía de intrascendencia. Y una renuncia inconstitucional e irresponsable al mandato de la ciudadanía. Sobre todo, para aquellos que no consideran como un formato válido de la democracia al pintoresco concepto de poliarquía, la notable innovación oriental que birla al voto su poder de gobierno exclusivo y excluyente.

El otro camino para cumplir la ampulosa promesa, es bajar los impuestos y al reducir ese componente del costo país, aumentar la exportación con valor agregado y la inversión, ergo el empleo. Pero bajar la presión impositiva es algo imposible de hacer sin bajar el gasto. A su vez algo imposible de hacer sin que el griterío de la sociedad sensible lo acuse de aumentar la pobreza. Como máximo, se podrá cambiar el tipo de impuestos, lo que creará ganadores y perdedores, una discusión eterna que neutraliza cualquier rebaja.

Otro camino posible es bajar los recargos de importación y trabas paraarancelarias para lograr un tipo de cambio más competitivo por simple acción del mercado. Por supuesto que tal decisión acarrearía las inmediatas quejas, supuestamente por atacar el empleo. Resultado: más intrascendencias.

El que prometió, en consecuencia, está condenado a aumentar la deuda, y a apostar a un crecimiento del PIB que no es nada más que jugarse a un milagro, lo que siempre termina en una crisis, aunque en el corto plazo no se note. Basta investigar en cualquier hemeroteca argentina para descubrir que este ha sido el sistema imperante desde 1930, aproximadamente. Y que ese fue el criterio que empobreció sistemáticamente a Argentina y a su gente.

En el caso de Uruguay el debate ni siquiera se está dando. Por ahora, solamente se advierte el mal humor que es prolegómeno de la grieta, que en Argentina se aceleró por el efecto revulsivo producido por la personalidad o la patología de Cristina Fernández. Pero la realidad es muy sencilla. Si aproximadamente una mitad de la sociedad cree que la otra mitad tiene la obligación de mantenerla, alimentarla y subsidiarla y la otra mitad, víctima de esa pretensión, tiene la obligación de hacerlo, la grieta es inevitable.

Como se ha dicho tantas veces, el regalo del sobreprecio de las commodities y la estupidez argentina que castró a su agro, le hicieron creer al Frente Amplio & simpatizantes que era muy fácil resolver la ecuación de la pobreza, hasta casi preguntarse cómo no se les había ocurrido la fórmula a tantos gobiernos previos.

La situación oriental de hoy es parecida a la de Argentina. Pero con menos posibilidades de solución, no sólo porque no parece haber quién se atreva a plantear una discusión de fondo, sino porque la sociedad, aun la que no comulga con las ideas frenteamplistas, está cómoda con el aparente statu quo y prefiere creer que no pasará nada demasiado grave y que seguirá la repartija de la que también se benefició. Eso es poco probable.

El déficit sistémico siempre lleva a los mismos efectos. Pérdida y/o encarecimiento del crédito, pérdida de competitividad, pérdida de empleos, aumento de impuestos y baja de la actividad económica. No se conocen excepciones. Además de la durísima resistencia ideológica conque el Frente Amplio y su brazo fanático el PIT-CNT defiende el modelo de choque de trenes inevitable, los entes supranacionales ayudan a creer que se está en el camino correcto, por lo menos hasta que se produce la colisión y esos mismos entes recomiendan todo lo contrario que ahora defienden.

La OCDE y el FMI predican como sistema los mismos mecanismos para países pequeños que para países con alto poder político y económico, gran tecnología y gran peso en la economía mundial. Nada más absurdo para Argentina o Uruguay que seguir la política de endeudamiento de la Unión Europea o de Estados Unidos, o transformarse en países con modelos de estado de bienestar. Eso lleva a tener gastos del estado superior al 50% del PIB, como Europa, y costos- país que sólo son soportables para Estados con gran valor agregado y fuerte influencia en el mercado mundial y en otras siglas como la OMC. También son suicidas los criterios de lucha contra la desigualdad que defiende hoy el FMI, mecanismos estatistas de confiscación de patrimonio para ser repartidos por los estados, que tan bien describiera Fredrik Hayek como totalitarismo, no importa si de izquierda o de derecha.

La OCDE por caso, considera que un país que ha equilibrado su presupuesto y que logra bajar su presión impositiva, es de escasa o nula tributación, y le obliga a que suba sus impuestos y a que despilfarre más, como ocurre hoy mismo con Irlanda a con Nueva Zelanda. Eso lo pone fuera de competencia. Un país pequeño no puede alegremente aferrarse a esos criterios u órdenes como si fueran mandamientos y fundirse junto con toda su sociedad. Sin hablar de la soberanía, si a alguien le importara.

Los tratados comerciales son parte de este mismo mecanismo de mediocridad, porque en definitiva tienden a igualar ineficiencias y a anular ventajas comparativas, lo que para los países pequeños es veneno puro. La enseñanza histórica es que todo país que intenta exportar valor agregado que no tenga alguna tecnología exclusiva, sólo puede competir por precio. Lo aprendió Japón en su momento, Corea, Singapur, Vietnam, México, Chile, Taiwan, Thailandia, Indonesia, India y China. Menos Uruguay y Argentina que evidentemente han encontrado un método nuevo infalible.

Esta combinación de ideología terca, corrupción, proteccionismo empresario, sindical o estatal, solidarismo efectista, redistribución de la riqueza, conveniente silencio de los empresarios y de la sociedad que se conforma con que "no le saquen tanto" porque siente que alguna ventaja está consiguiendo en la repartija, amalgamada por una deseducación generalizada y buscada, no puede conducir a ningún plan ni grupo de políticas de Estado coherente que ponga a nuestros países en carrera.

Comentarios de este tipo suelen ser calificados - o descalificados - como pesimistas. El problema es que los optimistas no suelen ser los que pagan la cuenta ni los daños. Es otra manera de definir la grieta.

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