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22 de julio 2025 - 17:56hs

Si viajáramos en el tiempo a un 22 de julio de la década de 1950, sería muy difícil transitar por la actual calle Luis Alberto de Herrera (ex Larrañaga), a la altura de la casa quinta de Herrera. Esto es así porque cientos de personas acudían a este lugar a saludar a su líder político por su cumpleaños, un evento masivo que se repitió cada año desde mediados de la década del cuarenta del siglo pasado hasta su fallecimiento en 1959.

La propaganda herrerista convirtió el 22 de julio en “el día de Herrera”, una fecha festiva y sagrada para todo fiel herrerista. Cada año cientos de nacionalistas acudían en peregrinaje a su casa quinta, para rendirle homenaje, entregarle regalos, demostrarle su cariño y expresarle su “solidaridad espiritual”. La celebración de los cumpleaños de Herrera se convirtió en un ritual que reforzaba su conexión con las masas y promovía la lealtad hacia él. Este evento también tenía una función propagandística que le permitía consolidar su liderazgo carismático.

La unidad partidaria en torno a su persona se fortalecía con la presencia de los miembros del directorio, legisladores y descendientes de Aparicio Saravia. Su visita marcaba una continuidad histórica con el caudillo de El Cordobés, y Herrera aparecía como su heredero y guía legítimo del Partido Nacional.

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En su onomástico hombres y mujeres, de diferentes edades y sectores sociales, desfilaban de forma ininterrumpida a lo largo del día y hasta el anochecer. Tantas personas asistían que debían agolparse en los jardines de la casa quinta. Automóviles y camiones de diferentes rincones del país recorrían cientos de kilómetros. Y Herrera se dedicaba a recibir y saludar a todos con amabilidad y asertividad. El jefe civil disponía en la mesa del comedor masas, bombones y caramelos que repartía entre los visitantes, en especial a los niños, quienes al salir de la escuela con sus túnicas blancas y moñas azules lo rodeaban para abrazarlo y besarlo.

El Debate, 22 de julio de 1957
El Debate, 22 de julio de 1957

El Debate, 22 de julio de 1957

Herrera era agasajado con presentes muy variados, imposibles de listar. Los más humildes obsequiaban flores, tarros de dulce de leche, tortas, odas a su persona, hasta se cuenta que un día llegó una maleta llena de choclos y una gallina viva para la sopa.

Otras personas lo acompañaban a la distancia, pero le enviaban sus buenos deseos en forma de millares de telegramas, cartas y tarjetas, o se reunían en asambleas y banquetes en diferentes puntos del país en su homenaje. Su diario El Debate definía la fecha como un “acontecimiento nacional”, una “Fiesta Patria”, en la que, si bien las banderas no flameaban en los mástiles de los edificios del Estado, “todos” los habitantes lo festejaban con entusiasmo.

El Debate, 23 de julio de 1945.
El Debate, 23 de julio de 1945

El Debate, 23 de julio de 1945

Las fotografías y epítetos del “día de Herrera” exaltaban el carácter multifacético de su liderazgo, a través de sus acciones como conductor, periodista, historiador, “soldado de la democracia” y “Prócer de América”. En su onomástico los sentimientos de sus seguidores afloraban y eran motivo de la profusión de creaciones artísticas. En papeles simples de mala calidad o con esmeradas tarjetas con los colores partidarios, herreristas de diferentes edades, niños y ancianos, buscaban hacer llegar sus sentimientos más profundos de adhesión. Sus seguidores lo llamaban “ídolo de las multitudes blancas”, “gran maestro espiritual”, “soldado abnegado del Aparicio inmortal”, “último caudillo”, “primer patriota oriental” y “Dios de las virtudes”.

Más detalles de cómo se configuraban los cumpleaños y eran usados como un refuerzo de su culto popular se encuentran en el libro Luis Alberto de Herrera: un liderazgo político, de Carolina Cerrano y José Antonio Saravia.

Temas:

cumpleaños político Luis Alberto de Herrera Partido Nacional

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