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Macri espera el nuevo dato de pobreza para contestar las críticas a su programa económico

Para el macrismo, un dato debajo de 28,6% significará un alivio político
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27 de marzo de 2018 a las 05:00
El gobierno de Mauricio Macri contó los días para que llegue la publicación del dato estadístico más esperado: el informe de pobreza e indigencia, previsto por el Indec para este miércoles 28.

Es el indicador más relevante a nivel político y, además, es el que remite a la principal promesa que hizo el presidente el día de su asunción: que toda su gestión estaría enfocada a lograr el objetivo de la “pobreza cero”.

Y los funcionarios prevén que el dato no sólo será positivo sino que servirá para desactivar temporalmente los dardos que está disparando la oposición, sobre todo por los últimos indicadores que apuntan a un estancamiento en el consumo masivo. El dato de pobreza corresponde a la medición del segundo semestre, que fue el mejor, económicamente hablando, del período macrista.

En el contexto de los “brotes verdes” que aparecieron en el sector privado –con especial empuje de la construcción y la obra pública-, el PBI creció durante el tercer trimestre un 3,8% y en el último cuarto del año un 3,9%.

Este repunte se vio reflejado en la mayor creación de puestos de trabajo, como lo atestigua el último dato del Indec sobre la tasa de desempleo: una caída a 7,2% de la población económicamente activa, lo que la ubica entre las mediciones más bajas de la última década.

El mejor “timing” para un indicador

El “timing” de una mejora en la medición de la pobreza no podría ser mejor desde el punto de vista macrista. Llega justo cuando la inflación está en su peor momento, tras el registro del 2,4% de febrero –y el anticipo de un marzo complicado-.

Es también un dato “refrescante” ante el malhumor social que provoca la nueva tanda de ajustes de los precios en las tarifas de servicios públicos, cuando la mayoría de los asalariados todavía no sintió en sus bolsillos los reajustes por inflación de sus ingresos mensuales.

Y también, junto con el dato de la caída del desempleo, será un argumento para contestar las críticas por el déficit récord de US$ 8.400 millones en la balanza comercial, algo que siempre renueva las clásicas críticas en el sentido de que el gobierno no prioriza la producción de la industria local y promueve una apertura comercial que genera desempleo.

Para completar, hay una percepción de estancamiento en el consumo. El resultado negativo de 3,1% en las ventas de supermercados medido en enero pasado confirmó lo que se venía advirtiendo en sondeos de opinión pública. Por caso, una encuesta de Ipsos que marcaba que siete de cada 10 familias había recortado su presupuesto de compra de artículos de canasta básica, ropa y electrodomésticos.

Pero una mejora en los indicadores sociales no solamente le servirán al macrismo para contestar a quienes le hacen “críticas por izquierda”. Acaso más relevante en este momento en el que se replantea el viejo dilema entre shock y gradualismo, es la respuesta a los que reclaman mayor decisión para hacer un drástico corte del gasto público.

El discurso macrista siempre puso foco en que el límite de las reformas estructurales es que no agraven la situación social. Y, en este contexto, cualquier mejora en la medición de pobreza e indigencia funcionará como respuesta perfecta a quienes, desde la ortodoxia liberal, advierten sobre el agotamiento del modelo económico.

Renovando la promesa inicial

Lo cierto es que, para Macri, un nuevo dato de reducción en la medición de pobreza puede ser un bálsamo que le ayude a recuperar posiciones tras la abrupta caída de su imagen ocurrida a fin de año, en medio de la controversia por el nuevo cálculo de reajuste jubilatorio.

Para el presidente, el índice de pobreza es el pilar de toda su argumentación política. Cuando a finales de 2016 se realizó la primera medición del “nuevo Indec” –después de que el organismo descontinuara su medición, y en medio de la polémica sobre si medir la pobreza era una medida “estigmatizante”–, Macri dejó en claro la prioridad que asignaba a ese indicador.

“Esta es la realidad sobre la cual, insisto, yo quiero y acepto ser evaluado, por si pudimos o no reducir la pobreza. Todo lo demás son excusas. Este es el punto de partida”, decía Macri en setiembre de 2016.

Claro que esa declaración no estuvo exenta de polémica. Macri tomaba la primera medición del Indec –correspondiente al segundo trimestre de 2016 como punto de partida-, mientras el kirchnerismo alegaba que la comparación relevante debería ser contra diciembre de 2015.

La oposición acusó en ese momento al kirchnerismo de haber agravado los niveles de pobreza e indigencia con sus medidas iniciales de devaluación y subas de tarifas y que la mejora era apenas un alivio tras el agravamiento inicial, que de todas formas no llegaba a igualar el promedio de pobreza existente durante el gobierno de Cristina.

Una polémica sin fin y sin acuerdo posible, naturalmente, porque no hay estadísticas oficiales contra las cuales comparar.

Ahora, ya en su cuarta medición desde la asunción de las nuevas autoridades del Indec, las discusiones metodológicas empiezan a diluirse, y lo que queda en evidencia es si la evolución de los indicadores sociales va en línea con las promesas de gobierno, aun a pesar de las complicaciones y las dudas surgidas en torno al plan económico.

Los “brotes verdes” de la economía argentina

El mercado de trabajo, en el último trimestre del 2017, tuvo un incremento de 433.000 empleos dentro del área relevada por el Indec. Proyectado a toda la población, esto implica que en un año se crearon 685.000 nuevos trabajos, según la estimación de Fundación Mediterránea. Además, las mejoras más notorias ocurrieron en las provincias del norte, donde existen los índices de pobreza más altos.

Con esos antecedentes, en el gobierno confían en que el nuevo dato de pobreza acentúe la tendencia a la caída, tras el 32,2% correspondiente al inicio de 2016, el 30,3% del segundo semestre de ese año y la última medición difundida en septiembre pasado, que arrojó 28,6% de pobreza para la primera mitad de 2017.

En la última medición, el Indec había registrado que la pobreza alcanzaba a 1,087 millón de hogares, lo que implica 7,8 millones de personas. Cuando se hace la proyección al total de la población –y no sólo a las zonas censadas-, el resultado es que en el país había, hasta junio del año pasado, 11,3 millones de pobres –de los cuales 2,4 millones eran indigentes-.

En definitiva, el registro marcaba una mejora, dado que el número de pobres se reducía en 439.000 personas para los 31 aglomerados urbanos relevados.

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