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“La elección más importante” con una oferta electoral desoladora

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30 de octubre de 2020 a las 05:04

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A escasos cuatro días de lo que se ha dado en llamar “las elecciones más importantes en la historia de los Estados Unidos”, el presidente Donald Trump le ha recortado considerablemente la amplia ventaja que hasta hace muy poco le llevaba su rival demócrata, el ex vicepresidente Joe Biden.

El escándalo de los correos electrónicos de su hijo Hunter Biden y sus negocios con empresas paraestatales en Ucrania y China ha lastrado la imagen del candidato demócrata; y la tendencia en la intención de voto parece haberse revertido.

Y es que, como titula el Wall Street Journal (el único medio de prestigio que le ha dado cobertura al asunto) en su editorial del 20 de octubre, “aunque la mayoría de los medios ignoren los emails de Hunter Biden, no por ello deja de ser noticia”. Y vaya si lo es: a pesar de la censura de las grandes compañías de internet y de la citada nula cobertura en los grandes medios, fue una de las noticias más leídas del mes.

No es de extrañarse entonces que los números de Biden hayan venido en picada. De los 16 puntos que le llegó a sacar hace apenas tres semanas, después de que el presidente fuera dado de alta del Hospital Walter Reed, ahora le quedan seis y monedas al ex vice; y todo apunta a que en algunos estados decisivos, donde realmente se juega la elección, la pelea será voto a voto.

En algunos sondeos esta nueva foto del humor electoral se percibe de manera más dramática: la encuestadora Rasmussen, que cerró su medición el miércoles al mediodía, le otorgó 48% de la intención de voto a Biden y 47% a Trump, apenas un punto porcentual de diferencia. Por su parte, el periódico The Hill, que en su encuesta a cargo de la consultora Harris-X le llegó a dar a Biden hasta 10 puntos de ventaja en esta campaña, en su última muestra, también fresquita, del miércoles, ubica al ex vicepresidente solo cuatro puntos por encima: 49% a 45%.

Otras muestran un acercamiento un poco más paulatino, como la del Emerson College, que aún le otorga cinco puntos de ventaja a la fórmula demócrata; o la de Reuters, que le da hasta 10. Aunque también cabe señalar que ninguna de estas dos mediciones es tan reciente como las de Rasmussen y The Hill.

De todos modos, en el promedio de Real Clear Politics, consultado la noche del jueves, Biden sigue más de siete puntos por encima de su rival. Aún muy cerca del umbral de ventaja que ostentaba Hillary Clinton previo a la elección de 2016. Sin embargo, en política es muy difícil que lo unicornios se repitan. Si nada extraño sucede, si no es que otra vez todas las encuestas están equivocadas, y este último envión de Trump en los sondeos es más fuerte de lo esperado como para otra vez cambiar las tornas, y el presidente una vez más tiene un alto margen de voto escondido… Si ninguna de estas cosas, y otras más, pasan, Biden debería ganar esta elección y ganarla bien.

Siempre a tenor de lo que dicen, y han venido diciendo, las encuestas. Si las encuestas no existieran, yo a esta altura estaría creyendo que el martes Trump arrasa.

Pero los ánimos vienen muy caldeados, el humor social muy crispado, y no es para menos. La decisión que los norteamericanos tiene ante a sí es bastante desoladora: si gana Trump, tendrán cuatro años más de una figura que ha resultado tremendamente divisiva, un personaje que los ha avergonzado y cuyas formas distan mucho de la compostura y la sobriedad que se esperan de un jefe de Estado. Y si gana Biden, tendrán cuatro años de un insider a ultranza, un hombre que no conoce otra cosa que Washington y su “politics as usual”, sus tratos con las firmas de lobby que durante 46 años financiaron sus campañas al Senado, emplearon a su hijo y en Washington siempre ha sido un secreto a voces el chocante tráfico de influencias que ello representaba. Por si esto fuera poco, ahora también con firmas en el exterior, en un escándalo que, como también dice el Wall Street Journal en su editorial, no va a desaparecer aun si Biden gana la elección. Y yo le agregaría: precisamente si gana la elección, el escándalo no va a desaparecer.

La alternativa es bastante calamitosa para el votante estadounidense, que en general parece sentirse, además de no representado, bastante asqueado con la oferta. Por eso, la crispación; por eso, la violencia; por eso también, en buena medida y aunque no lo parezca, la polarización.

Solo queda espera que a ello no se sume también un gran desastre electoral por la cantidad de votos por correo, que este año han llegado en números récord debido a la pandemia. Ojo, tampoco es de descartar ese escenario. Sería tan tétrico como los pavorosos “dimpled chads” de la Florida en la elección de 2000, cuando se pasaron 38 días contando papeletas sin saber quién era el ganador, y al final terminó decidiendo la Suprema Corte. Ojalá no vuelva aquella pesadilla, que además duró ocho años.

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