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¡Monos del mundo, uníos!

El planeta de los simios (R)evolución se estrena hoy, yendo hacia atrás y mezclando las historias anteriores
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01 de septiembre de 2011 a las 18:33

Es extraño el destino de algunos libros. Lo que empezó en 1963 en la mente de un escritor francés en una buhardilla parisina (no podía pagar un alquiler y vivía de prestado en la casa de su hermana) culminó cinco años después en una película de ciencia ficción de culto y en un auténtico éxito mundial.

Esa es la historia de Pierre Boulle y su novela El planeta de los simios. Luego de varias secuelas en la década de 1970, Tim Burton filmó su versión del asunto en 2001, pero hoy se estrena en salas uruguyas la última versión de la saga: Planeta de los simios (R)evolución.

Esta vez, la historia va para atrás, al inicio, aunque el director Rupert Wyatt se resista a usar la palabra “precuela”, tan común entre los creadores de largas series de películas que campean en la actualidad.

Si bien la historia se ambienta en el presente, en la ciudad de San Francisco, tiene esa carga crítica sobre los usos y abusos de la tecnología, típicos del cine con trasfondo atómico de la década de 1950.

Will Rodman (interpretado por James Franco) es un científico que está buscando la cura para el alzhéimer que afecta a su padre (John Lithgow). Experimenta una droga con una chimpancé embarazada. Pero cuando descubre la reacción violenta e inesperada que tiene en el animal, la empresa para la que trabaja le pide que aborte el proyecto. Rodman salva al pequeño monito, al que bautiza como Caesar. Para los fans este dato ya es suficiente para que comiencen a ver el cordón que hila la historia, en sí misma y con respecto al resto de la serie.

Para los que verán a estos monos por primera vez, la sustancia en el organismo de Caesar le dará tanto la inteligencia como el poder para organizar una revolución primate con intenciones globales.

El tiempo, esa cosa
Es entonces cuando el factor temporal empieza a jugar a lo largo de los precedentes de (R)evolución, porque Caesar es el líder rebelde que conducirá a los monos a una toma del poder que es el presente en la primera película, inmortalizada por la actuación de Charlton Heston. En la escena final de aquel filme (ver foto), Heston se escapa de la prisión donde los gorilas retenían a los humanos y cabalga por una playa cuando ve sobresalir de la arena la Estatua de la Libertad. Es decir que el planeta de los simios era el planeta de los humanos, su viaje no fue espacial sino temporal, y ese presente apocalíptico y posnuclear es incluso posterior al final de la versión de Burton, que –fiel a la idea final de la novela de Boulle– culmina con el regreso de los personajes a la ciudad de Washington, donde monos vestidos de policías se bajan de patrulleros en el Lincoln Memorial... que tiene la estatua de mármol del presidente con cara de mono. La saga se mueve en círculos, entonces, sobre sí misma.

Los responsables de (R)evolución han dicho que esta versión intenta ser una original mezcla del resto de las historias –las que se homenajean en varias escenas–, y además pretende sentar las bases para que la saga continúe en próximas películas. El equipo de efectos especiales de El señor de los anillos y Avatar garantiza diversión asegurada, tanto para iniciados en la religión simiesca como para legos en asuntos de la monería.

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