Desde el confinamiento has procurado mantener una jornada laboral similar a la que realizabas cuando ibas a la oficina. Incluso has logrado seguir el mismo horario... salvo ese día en que tenías que terminar algo importante y lo pospusiste hasta el último minuto. Entonces te sentiste culpable de procrastinación. Procrastinar es retrasar una tarea fundamental mientras dedica el tiempo a hacer otras cosas que ni corren prisa ni son relevantes. Por ejemplo, ahora que no podemos salir de casa, ¿quién no ha puesto una lavadora, revisado el correo electrónico o navegado por las redes sociales antes de terminar sus obligaciones laborales?
Esta nota es exclusiva para suscriptores.
Accedé ahora y sin límites a toda la información.
¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá