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¿Qué hacer como ahorrista frente a la locura por el dólar?

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12 de marzo de 2020 a las 05:04

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El lunes 9 los mercados financieros vivieron un día de pánico. A la histeria por la expansión global del coronavirus se le sumó un factor geopolítico: un desplome de más de 20% en el precio del petróleo, luego que Arabia Saudita y Rusia no lograran un acuerdo y se desencadenara una guerra de precios.

A medida que los inversores vendían activos riesgosos y se refugiaban en activos seguros, se vivieron fluctuaciones en los precios que no se veían desde la crisis financiera de 2008. Desplome en las bolsas, caída en los bonos de empresas de menor calidad crediticia y en la deuda de países emergentes (la deuda uruguaya mostró, una vez más, mayor estabilidad y experimentó una caída más moderada).

Los capitales huyeron de lugares considerados riesgosos y buscaron refugio en los instrumentos de mayor calidad, como los bonos del Tesoro de Estados Unidos (cuyas tasas llegaron a tocar mínimos históricos).

Las monedas no fueron inmunes a esta situación. Se apreciaron el yen, el euro y la libra esterlina en relación al dólar. Y las monedas emergentes se depreciaron frente a las más fuertes.

Y Uruguay no fue ajeno a esta situación. La moneda acompañó la tendencia los países emergentes similares y se depreció casi 4% en relación al dólar. En los siguientes días el dólar interbancario siguió subiendo y completó 15 alzas consecutivas, acumulando un incremento de 15%.

La locura por el dólar

Lo que pasa con el dólar nos afecta y mucho. Nos afecta en el bolsillo y psicológicamente.

Los uruguayos nos habituamos a operar con dos monedas: el peso para transacciones diarias y el dólar, como reserva y como moneda para bienes como casas, autos y mercaderías importadas. Estamos acostumbrados a pensar en dólares y seguimos su cotización casi en forma diaria.

Hay varias explicaciones a este fenómeno. Por un lado, décadas con alta inflación llevaron a que el atributo del peso como reserva de valor se fuera perdiendo. Y apareció un sustituto: el dólar. Por otro lado, dos eventos en las últimas décadas tuvieron consecuencias devastadoras y se vivieron con mucha angustia e intensidad: la “tablita”, en 1982, y la crisis del 2002. Ambas estuvieron asociadas a fuertes devaluaciones y continúan muy presentes en la memoria colectiva.

Y cuando sube el tipo de cambio en una economía altamente indexada, pequeña y con un amplio y generalizado consumo de bienes importados como la uruguaya se traslada rápido a precios. Primero, en bienes importados, en aquellos transados internacionalmente (como la carne) o bienes domésticos con un alto componente importado. Esto afecta negativamente el poder adquisitivo de aquellos que ganan en moneda nacional.

¿Dólares o pesos?

En momentos donde el dólar “salta” es, claramente, más conveniente tener ahorros en la moneda americana. Es el caso del momento actual, pero también lo fue, por ejemplo, en el 2008, el 2002 y 1982.

A pesar de que en el imaginario de los uruguayos el dólar es sinónimo de estabilidad, en las últimas décadas ha sido, en promedio, más rentable invertir en pesos. De hecho, encontramos varios ejemplos en los que ahorrar en la moneda americana implicó una pérdida de poder adquisitivo.

El dólar en enero 2011 cerró en $ 19,7. Finalizó el 2016 en $ 29,3; 47% más alto. La inflación fue de 61,1%, con esos dólares se compran menos bienes. A comienzos de 2003 el dólar estaba en valores similares a los de 15 años después. La inflación en ese periodo fue cercana a 80%. Los dólares tuvieron una brutal perdida en términos reales.

Visto de otra perspectiva: un apartamento en Montevideo que valía aproximadamente US$ 90 mil en 2008 pasó a valer más de US$ 150 mil en el 2013. El que ahorró en dólares para comprar ese apartamento posiblemente no le alcanzó. Sin embargo, el valor de ese inmueble en relación al ingreso promedio de una familia se mantuvo prácticamente incambiado.

¿En qué invertir?

Una de las decisiones centrales a la hora de invertir es en qué moneda hacerlo. Decisión que depende crucialmente de la situación de cada uno, de sus objetivos y tolerancia al riesgo.

Por ejemplo, si vive en Uruguay y piensa jubilarse aquí, debería tener una parte significativa en inversiones en pesos, que acompañen el aumento del costo de vida. De hecho, los jubilados consumen muchos servicios (salud, acompañamiento, etc) y estos son bienes no transables cuyo precio evoluciona con el aumento de precios domésticos.

En cambio, si está ahorrando para un viaje a Estados Unidos o piensa irse a estudiar o vivir a ese país, debe acumular ahorros en dólares.

Errores a evitar

Los uruguayos aprendimos a evitar el descalce de monedas, es decir, que debemos endeudarnos en la moneda en la que están nuestros ingresos. En 1982 y en el 2002 aprendimos lo que pasa si ganamos en pesos, nos endeudamos en dólares y nuestra moneda se deprecia: el peso de la deuda medido en la moneda en la que tenemos nuestros ingresos se incrementa y el servicio de la misma se puede volver insostenible. 

También hay que evitar comprar dólares en un momento de pánico para, poco después, cuando precisan el dinero para hacer frente a sus erogaciones, lo vendan a un precio menor (en momentos de incertidumbre, el spread o diferencia entre precio de compra y venta se incrementa. Si alguien compró dólares el lunes cuando llegó a $ 46 en pizarras para venderlo al día siguiente, con un mercado ya más calmo y en un nivel más bajo, seguramente perdió $ 5 por dólar. Una diferencia de, aproximadamente, 10%).

Y una máxima cuando uno ahorra e invierte: dormir tranquilo con lo que uno tiene. Tener una estrategia y comprenderla. Es preferible resignar rentabilidad en aras de no perder tranquilidad.

¿Cuánto va a valer el dólar?

Es difícil proyectar monedas. El mercado cambiario es muy líquido y hay varios factores que influyen en su precio. Y en un mercado como el uruguayo, se agrega la complejidad que una orden de US$ 5 millones puede mover la cotización.

El banco central mensualmente encuesta a analistas y empresas y les pregunta acerca de sus expectativas sobre las principales variables. Entre otros, el dólar. La encuesta publicada el mes pasado arrojó que los analistas estimaban un dólar para fin de año a $ 41,27.

La razón de esta, y las muchas anteriores proyecciones fallidas, radica en que acontece algo inesperado, frecuentemente relacionado a factores geopolíticos o a acontecimientos en otros mercados emergentes, que nos impactan también a nosotros.

Predecir riesgos geopolíticos y cisnes negros (eventos que ocurren muy inusualmente pero con gran impacto en el mercado, como es el coronavirus) así como sus consecuencias es muy difícil. Y este cisne negro le pega a la economía en un lugar de elevada vulnerabilidad: el sanitario.

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Estamos navegando aguas desconocidas en varios terrenos: la salud, la economía y los mercados.

La globalización aumentó la interdependencia de los países y vuelve más difícil analizar y desagregar el riesgo. Enfermedades infecciosas se esparcen rápidamente al resto del planeta. El mecanismo de transmisión de mercados financieros interconectados es inmediato. Y, cuando esto pasa en la principal fábrica del mundo (China) que es, también, el principal comprador de commodities, los mercados emergentes sufren especialmente.

La mayor incertidumbre geopolítica ha vuelto el mundo un lugar menos predecible y vulnerable a disrupciones. Amplía el rango de escenarios posibles y aumenta la probabilidad de escenarios extremos. Este nuevo entorno llama a mantener las opciones abiertas y prepararse para lo inesperado. Todo cambia muy rápido. Y no importa cuán ordenada tengamos la casa, si el vecindario atraviesa una tormenta, de algún modo nos va a afectar.

No creo que nadie pueda predecir cuánto va a valer el dólar a fin de año. Un escenario como el actual llama a cautela. A evitar errores y respetar principios que, si los seguimos, nos van a ayudar a navegar esta aguas turbulentas con mayor seguridad. 

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