Por Andrea Salle
Especial para El Observador
Una licenciada en Bioquímica, un ingeniero agrónomo y un estudiante avanzado de Ingeniería en Biotecnología componen el núcleo central de BioPack, un emprendimiento uruguayo que busca generar un impacto positivo en el medioambiente, a través de la fabricación de bolsas compostables y biodegradables que sustituyan a las de plástico convencional. El interés común por encontrar alternativas más amigables con la naturaleza y la posibilidad de reconvertir la fábrica de bolsas que poseía uno de los socios, fue el puntapié para gestar BioPack.
A principios de 2017 el equipo formado por Inés Tiscornia, Sergio e Ignacio Gajer comenzó a reunirse con la idea de crear una nueva bolsa bioplástica cuya principal característica sería no ser de plástico.
Para llevar adelante el proyecto necesitaban invertir en maquinaria, materiales y tiempo. Presentaron la propuesta al Fondo Industrial del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM) y a la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), y en ambos casos obtuvieron fondos no reembolsables para avanzar con la idea. La inversión total para la puesta a punto de BioPack ronda en el entorno de los US$ 250 mil, de los cuales, la mitad fue cubierta por los fondos.
“Queremos generar conciencia ambiental”, dice Tiscornia. Por eso, la empresa apuesta fuerte a la comunicación y a brindar información sobre la temática a través de su web y redes sociales. Para ellos es importante dejar algunos conceptos claros, como la diferencia entre biodegradable y compostable.
Que un material sea biodegradable implica que se descompone por la acción de microorganismos y que generara dióxido de carbono, agua y biomasa que luego vuelven a incorporarse en la naturaleza. Que sea compostable, por otro lado, quiere decir que en condiciones controladas de temperatura, humedad y aireación se degrada en 12 semanas y se transforma en compost, que se usa como abono para el suelo.
Sin embargo, esas condiciones controladas solo las puede garantizar una planta de compostaje industrial. Si la bolsa no termina allí, también volverá a la naturaleza, pero en vez de en 12 semanas, lo hará en más de un año. Vale aclarar que todo material compostable es biodegradable, pero no a la inversa.
Con una capacidad de producción estimada en 40 mil kilos mensuales (que equivaldrían a unas dos millones de bolsas camiseta), BioPack pretende llegar a los comerciantes de pequeño y mediano porte. “Buscamos brindar un servicio personalizado a clientes que normalmente no podrían tener una bolsa con su propio logo, por ejemplo. Les permitimos imprimir a partir de las 5.000 bolsas”, señala Ignacio Gajer y aclara que en esa cantidad, el precio por millar sería del entorno de los US$ 100 más impuestos.
Algunos de sus clientes son La Molienda, Delishop, Música de la Tierra, Molino Guido, Merbe, pastas Baccino y el colegio Imaginate.
“Nuestra idea es lograr posicionarnos como referentes en el área de las bolsas bioplásticas y compostables. Lograr que los clientes nos elijan por la confianza, por el servicio, por el producto y no tanto por el precio”, resume.
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