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50 años de El exorcista: cómo se filmó la película "más terrorífica de todos los tiempos"

La película de William Friedkin cumple en 2023 cinco décadas, tiene función especial este sábado en Cinemateca y en octubre sumará una nueva versión
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29 de agosto de 2023 a las 05:00

De vez en cuando aparecen nuevas listas, índices o rankings que intentan delimitar algo que, a priori, parece ser imposible: identificar cuál es la película más terrorífica de todos los tiempos. En una época pareció ser El proyecto de Blair Witch, quizás por la novedad del found footage y la idea, hasta ese momento inédita para el público masivo, de que el material encontrado y exhibido en salas era “real”. Después, más acá en el tiempo, el honor le tocó extrañamente a la película Sinister, de Scott Derrickson, que miedo da pero no acojona, dijeran los españoles. Y por último, una de las adiciones más recientes a la lista es Host, una producción baratísima, eficiente y llena de jumpscares que, la verdad, funciona muy bien. Pero todas ellas no son más que sucesoras de la película que se paró en ese pedestal por primera vez hace cincuenta años y que todavía proyecta su sombra alargada sobre el género más exitoso de todos los tiempos: El exorcista, de William Friedkin.

Hay varias razones por las que recordar esta película en 2023. La más directa es la que ya se mencionó: el próximo 21 de diciembre se cumplen cincuenta años de su estreno oficial —a Uruguay llegó un poco después: en agosto de 1974—. Fue un evento clave para el Hollywood de 1970, con una taquilla que superó las expectativas y que generó múltiples reacciones en el público. Pero además, este año también se estrenará una especie de secuela directa / reboot a cargo de David Gordon Green —quien se encargó también de reflotar la saga de Halloween— y que se titula El exorcista: Creyentes. Y, luego, dos hechos vinculados: la muerte, hace pocas semanas, del genial William Friedkin, su director, y una función especial que Cinemateca hará este sábado en sus salas, y para las que quedan muy pocas entradas.

Así, los años pasan y El exorcista permanece como una obra crucial para el Nuevo Hollywood y como uno de los pilares del horror. Su inmersión en la cultura popular es tal, que no es necesario haberla visto para tener clara que cuenta la historia de Regan, una niña de doce años que es poseída por el demonio Pazuzu, y que causa estragos físicos y psicológicos en ella. Tampoco para, alguna vez, haberse cruzado con algunas de sus imágenes, que en su momento impactaron y escandalizaron a un pueblo: el rostro de Regan cruzado por cicatrices y podredumbre, la llegada del padre Merrin (Max Von Sydow) en la noche, la escena terrible en la que el personaje de Linda Blair se masturba con un crucifijo, el vómito amarillo saliendo como un géiser.

Como buena parte de las películas de esa década que luego sobrepasaron la fama y el éxito del material base —El padrino, Tiburón, El bebé de Rosemary—, El exorcista se basó en una novela del autor William Peter Blatty, quien además se encargó del guion de la adaptación.

De hecho, fue el propio Blatty el que buscó la forma de que su novela saltara al cine, e incluso llegó a ofrecérsela a directores como John Boorman y Peter Bogdanovich antes que Friedkin, que venía de comerse a Hollywood con Contacto en Francia (The french conection, 1971), se convenciera de que solo él podía filmarla.

Los egos en el Nuevo Hollywood eran así, desmesurados e insoportables. Friedkin había pasado de filmar documentales a ser el ganador de un Oscar a mejor director por su anterior película, por lo que enseguida había quedado alineado con los otros nombres que en esa época de rupturas empezaban a emerger: Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, los mencionados Bogdanovich y Boorman, Bob Rafelson, entre otros. En su caso, además, el talento estaba unido a una personalidad arrolladora, explosiva, una creciente tendencia a la megalomanía y una necesidad casi insoportable de ser el centro de todo en lo que se involucrara. Las discusiones con Blatty y el resto del equipo no fueron demasiado calmas.

Así, el rodaje de El exorcista fue tan caótico y volátil como buena parte de las cosas que se filmaban por ese entonces. Según cuenta Peter Biskind en el libro Moteros tranquilos, toros salvajes —una biblia para entender cómo el Hollywood de los 70 cambió para siempre la industria—, ya en el primer día de rodaje se generaron problemas insólitos. Por ejemplo, repitieron infinitas veces una toma muy simple de un trozo de tocino fritándose en una sartén, simplemente porque a “Billy” no le gustaba como se arrugaba el pedazo de panceta.

“Friedkin avanzaba tan despacio que cuando alguien del equipo volvía al set después de tres días de baja, el director aún estaba filmando la misma escena. Billy tenía malas pulgas. Despedía a la gente por la mañana y volvía a contratarla por la tarde. Si se acercaba a alguien y le decía: ¿Tienes un minuto?, era señal de que algo indecible iba a ocurrir. Solía cabrearse con cualquiera por cualquier cosa y en cualquier momento. Cuenta un integrante del equipo: «Es el único tipo al que he visto en mi vida darle la mano a alguien, con gusto y una sonrisa, y al instante volverse como si estuviera pasando por delante de esa persona y decir: "Saquen a este tipo de aquí."» En el plató lo llamaban Willy el loco. Era un director muy técnico, muy puesto en lentes y en efectos, pero no especialmente bueno con los actores. Le gustaba disparar al aire para asustar a los actores, o poner cintas a todo volúmen, cualquier cosa, hasta la banda sonora de Psicosis. A menudo ponía en marcha la cámara sin decir nada a los actores. Era despiadado y hacía cualquier cosa con tal de salirse con la suya.”

Pero además de todo esto, digamos que a Friedkin tampoco le quitó mucho el sueño la seguridad de su elenco, algo que terminó con Ellen Burstyn, protagonista y quien interpretó a Chris MacNeil, la madre de la niña endemoniada, lesionada de forma crónica en su columna por una maniobra peligrosa ejecutada con torpeza —y pese al aviso de la propia actriz— por el equipo de efectos especiales. 

Pero el rodaje caótico y larguísimo —se proyectaba para poco menos de cien días y terminó pasando los doscientos— fueron el preámbulo para la reacción del público, que es casi tan legendario como el propio mito de la película. Biskind lo cuenta así:

El exorcista era un plato fuerte. La gente sufría colapsos, se desmayaba y se cuenta que hubo varios ataques de histeria. Los exhibidores tenían preparadas bolsitas de emergencia para los que no podían retener la comida. Los espectadores convencidos de que sus seres queridos estaban poseídos por el demonio bombardeaban a la Iglesia católica con peticiones de exorcismos. Un funcionario de la Iglesia de Escocia escribió que «prefería darse un baño en un pozo de estiércol de cerdo antes que ver la película».”

Linda Blair junto a William Friedkin

El exorcista no se convirtió en un éxito sin precedentes a nivel de taquilla simplemente porque la Warner, que la había producido, prefirió asegurar y ser un poco conservadora en su proyección. De todas formas, llenó de dinero y prestigio a Friedkin, que volvió a estar en la conversación por el Oscar —su película obtuvo diez nominaciones, incluido el de Mejor película—, y se consolidó como una de las grandes del género.

En buena medida, eso pasó por una interpretación icónica de Blair, que carga con el estigma de su personaje hasta hoy y nunca más pudo ser otra cosa que "la nena del Exorcista", pero también por ese clima opresivo y siniestro que sobrevuela toda la historia, por los efectos prácticos que mantienen su eficacia a pesar de los años y porque funciona como catalizador para un montón de miedos arraigados que se proyectan, por ejemplo, en la figura del padre Karras. Y también, por supuesto, por la destreza de Friedkin, que opera en esta película con su capacidad máxima y entrega uno de los tour-de-force por excelencia de Hollywood.

Y así, la sombra de El exorcista alcanza el 2023 con potencia, casi como buscando que no se olvide que primero, antes que nada, estuvo ella, que estuvo también Pazuzu. Es una presencia oscura que se arrastra entre las listas actuales, por los cines que proyectan a sus hijas —de El exorcista del papa al El exorcista de Dios—, y que claman por el lugar que le corresponde en el cine a este bombazo primigenio y terrorífico que cambió al cine para siempre.

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