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Aceite de oliva uruguayo de calidad crece a nivel local y gana espacio en el mundo

Se exportaron 1 millón de litros en lo que va del año; la mayor parte fue virgen extra

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16 de noviembre de 2019 a las 05:01

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En una góndola de un supermercado sueco hay una botella de aceite de oliva virgen extra uruguayo. La etiqueta dice OS, abreviatura comercial de la empresa Olivares Salteños. Lo mismo ocurre con otras marcas en España, Estados Unidos o Brasil. Lentamente, Uruguay comienza a posicionarse como país exportador. 

El sector olivícola comenzó a desarrollarse en 2003. Actualmente hay unos 200 productores, plantaciones en todos los departamentos y 30 empresas aceiteras. Este año hubo un salto productivo, y parte de ese dinamismo se observó en un fuerte aumento de las ventas externas y también en una mayor presencia de productos nacionales en el mercado interno.

La industria cuenta con 9.100 hectáreas. El 60% ya tiene capacidad de producción plena y en su mayoría ocupa a personal calificado en el manejo de alimentos. 

El comienzo del ciclo es en viveros con la producción de plantines de oliva. Luego se vuelcan al campo para la plantación de árboles. A los tres años empiezan a dar los primeros frutos, pero la capacidad máxima de producción de los olivares llega recién a los ocho años. 

“No es un período corto. Se invierte mucho para que ese árbol sea un productor de olivas”, dice Carlos Franchi, presidente de la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur) a El Observador.

Después la cosecha va a las almazaras (plantas extractoras de jugo de oliva) y posteriormente llega la etapa de conservación que se efectúa en tanques de acero inoxidable ubicados en depósitos debidamente acondicionados y a una temperatura constante que generalmente es de 18 grados centígrados. 

La última etapa incluye el envasado, etiquetado, la comercialización y la distribución.
Este año la cosecha fue de 25 millones de kilos de aceitunas y una producción de 3 millones de litros de aceite de oliva. 

“Uruguay apuesta a la productos de calidad, no a cantidad”, menciona Franchi. “En el mundo solo el 10% de los aceites son de calidad”, complementa. 
El empresario señala que la industria se ha venido desarrollando en forma continua, pero con diferentes períodos. Entre 2007 y 2015 alcanzó una expansión interesante que luego se enlenteció. 

“Era de esperar que se estabilizara y se acompasara al resto de los sectores de actividad del país”, dice. Ahora, esta nueva etapa vuelve a ser más dinámica. 
La estimación es de un crecimiento productivo anual de entre 5% y 10%, pero el porcentaje  puede ser mayor. Lo que alienta las buenas expectativas es el aumento de la demanda de aceite de oliva a nivel mundial. 

“Hay países que empezaron a importar fuerte. China triplicó sus compras en pocos años. Brasil también lo hizo en 15 y Estados Unidos la duplicó”, informó Franchi. La cercanía con Brasil abre una oportunidad a Uruguay, ya que el país vecino importa 100 millones de litros por tener una baja producción local. Pero la exportación fuerte tiene otro destino, que es llamativo. 

Entre enero y la primera quincena de noviembre, se colocaron en el exterior 1 millón de litros de aceite. El crecimiento fue exponencial. En 2018 las ventas externas fueron por poco más de 28 mil litros y un año antes habían alcanzado los 141 mil.

El principal comprador de este año es España con más de 700 mil litros. En segundo lugar estuvo Estados Unidos con más de 200 mil. Brasil quedó en tercer lugar, con un volumen menor. 
La tercera parte de todo el aceite exportado es virgen extra, el de mayor pureza.  

Franchi cree que el interés de los compradores españoles se sustenta en un motivo: la calidad del aceite. Después también colabora que Uruguay produce en contraestación con Europa. España es el principal productor mundial de aceite. “Yo pensaba que iba a ser imposible entrar, pero pasó”, expone el empresario. 

El segundo productor europeo fuerte es Italia. Y ese es un mercado que puede abrirse. 
“Italia es uno de los importados más grandes de productos de calidad. Estamos en contacto con compradores que han reconocido nuestro producto de calidad”, expresa Franchi.

Las ventas externas se concentran actualmente en dos empresas, que son propiedad del empresario argentino Alejandro Bulgheroni. 

El presidente de Asolur explica que en el sector hay productores medianos, pequeños y algunos de mayor porte. 
“Las exportaciones se han centrado en los más grandes que además de tener esa condición fueron los primeros que plantaron y ya tienen árboles con potencial de crecimiento muy fuerte y también un área extensa”, dice. 

Las demás empresas tienen un horizonte diferente. “El productor más chico apuesta a mercados menores y muy exigentes en calidad”, sostiene. La estimación es que, en el corto plazo, se generen nuevas oportunidades de exportación para otras empresas. 

Hay cuatro tipos de aceite. El primero es el lampante. No es para consumo humano, aunque no daña la salud. Ese tipo se refina para convertirse en aceite de oliva común. Después está el virgen. Y por último el virgen extra. 

“El jugo extraído mecánicamente sin incorporarle ningún elemento extra para su mayor rendimiento se denomina virgen”, explica Franchi. “Si ese jugo fue producido en condiciones muy buenas, las frutas eran buenas y el jugo se extrajo en forma rápida, con equipos muy buenos, seguramente ese aceite sea un extra, de calidad”, añade. 

Uno de los distintivos del virgen extra es el nivel de ácido que contiene. “Un aceite virgen para que sea extra tiene que estar por debajo de un 0,8% de acidez. Los nuestros tienen entre 0,2% y 0,4%”, indica. 

Mercado local

Años atrás, el aceite de oliva que se vendía en el país era importado, pero eso comenzó a cambiar. “Hoy la mayor parte de aceite que se consume es producido en Uruguay”, afirma Franchi. 

“Era común encontrarse con personas que no lo usaban porque no les gustaba el aroma o el gusto. Eso era porque realmente no conocían un aceite de buena calidad. Hoy en día lo conocen y lo aprecian, y el producto uruguayo va ganando terrenos frente al importado”, expresa.

El consumo anual per cápita ha variado: antes era de poco más de 200 gramos por persona y hoy supera los 500 gramos. 

 

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