Aguda declinación de la familia

La declinación de la familia es una tendencia mundial que en Uruguay ha asumido niveles preocupantes por su incidencia en la fragmentación social. No es un fenómeno nuevo, ya que se viene registrando desde la segunda mitad del siglo pasado. Pero se ha agudizado bajo los gobiernos del Frente Amplio con la tesis equivocada de que existen diferentes modelos de familia, génesis de leyes que habilitan opciones distintas a la tradicional y ancestral integrada por la unión marital de un hombre y una mujer y sus hijos como base de la sociedad. La sorpresiva profundidad de esta reversión quedó en evidencia en el estudio Los cambios en la estructura de los hogares y la familia en Uruguay, realizado por el sociólogo Gustavo Leal, jerarca del Ministerio del Interior, por encargo de una congregación religiosa y publicado por Búsqueda.

En 2015 la familia tradicional había caído a apenas un tercio de las uniones entre personas, con 9.501 matrimonios en ese año contra 25.310 a mediados de la década de 1970. La reducción de matrimonios fue del 57% entre 1985 y 2015. Paralelamente se aceleró el número de los concubinatos, que en los últimos 40 años treparon de 10% a 40% en los 1.133.233 hogares que existen en el país. El estudio señaló que desde la década de 1990 "su crecimiento fue tan vertiginoso que al iniciarse la primera década del siglo XXI pasaron a ocupar un primer plano: más del 80% de los jóvenes habían elegido la unión libre frente al matrimonio". Junto con la reducción de las familias biparentales se produjo en las últimas décadas una acentuada declinación en la duración de los matrimonios por aumento de los divorcios. Mientras en 1961 solo el 8,3% de los cónyuges se divorciaba, con una unión promedio durante 35 años, la cifra trepó al 53% en 2010, aunque bajó algo en 2015.

La gravedad del tema incluso ha motivado que la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) haya organizado una serie de estudios sobre la evolución de la sociedad en este campo en las próximas décadas, bajo el tema central de Cultura, Familia, Religión, Diversidad. Los alcances de las conclusiones a que arribe la OPP son una incógnita, teniendo en cuenta los dispersivos arrestos del partido de gobierno donde conviven diversas cosmovisiones en este y en otros puntos. Pero está claro que los cambios culturales y legales que yacen detrás de esta transformación no deben ser alentados porque amenazan las bases de estabilidad social. Su disgregación impacta adversamente sobre todo en los niños nacidos y criados en entornos inadecuados para su educación y su formación moral hacia la adultez.

Para evitar este peligro basta atender a lo establecido en la Constitución. Su artículo 40 dispone que "la familia es la base de nuestra sociedad" y que "el Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos en la sociedad". Nuestra ley principal es asiduamente violada en actos individuales y en textos de normas legales. Pero asume especial gravedad la claudicación en el caso de la familia, con leyes descuidadas que impulsaron los últimos gobiernos. Como revela el estudio del sociólogo Leal, contradicen la exigencia constitucional de la estabilidad social y la de asegurar la saludable formación de los hijos.