El 27 de enero, en una reunión matutina que se celebra todos los lunes con los principales ejecutivos de Facebook, Mark Zuckerberg abordó el tema del coronavirus. Durante semanas había estado escuchando que expertos decían que el virus provocaría una pandemia, y ahora Facebook necesitaba prepararse para el peor de los casos, uno en el que se pondría a prueba como nunca antes su capacidad de combatir la desinformación, a los defraudadores y a los creadores de teorías de conspiración.
Para empezar, comentó Zuckerberg, la empresa debía aprovechar algunas de las herramientas que había desarrollado para combatir la basura electoral de 2020 e intentar remodelarlas para lidiar con el patógeno. Les pidió a los ejecutivos a cargo de todos los departamentos que desarrollaran planes para responder .
La reunión ejemplifica un cambio en la manera en que Zuckerberg, de 36 años, está dirigiendo la compañía que fundó.
Desde el día en que incluyó las palabras “una producción de Mark Zuckerberg” en todas las páginas color blanco con azul de Facebook, él ha sido el rostro de la red social. Pero a un nivel que no se había apreciado antes afuera de Silicon Valley, Desde hace mucho ha sido una suerte de director ejecutivo binario, extraordinariamente involucrado en algunos aspectos del negocio, y prácticamente alejado de otros que le parecen menos interesantes.
El inicio del fin del liderazgo distanciado de Zuckerberg llegó el 8 de noviembre de 2016, con la elección de Donald Trump. Desde ese momento, una serie incansable de crisis –su rechazo de las preocupaciones por las noticias falsas; revelaciones acerca de que la plataforma se había usado para espionaje; el escándalo de Cambridge Analytica– provocaron que Zuckerberg aumentara su control.
Muchas de sus tácticas de consolidación han sido muy visibles: reemplazó a los fundadores externos de Instagram y Whatsapp con personas leales, y remodeló el consejo directivo de por sí amigable de Facebook para que fuera aún más deferente, y cambió a cinco de sus nueve miembros.
Reinventarse para la guerra
Ahora, el coronavirus le ha ofrecido a Zuckerberg la oportunidad de demostrar que ha adoptado sus responsabilidades como líder, un giro de 180 grados en comparación con los días distantes de 2016. Eso le ha dado la oportunidad de dirigir a 50.000 empleados a través de una crisis que, por primera vez, no fue provocada por la compañía. Además, aprovechar el momento podría hacer que Zuckerberg pruebe una idea en la que de verdad cree: que si vemos más allá de su capacidad de destrucción, Facebook puede ser una fuerza del bien.
En julio de 2018, Zuckerberg organizó una reunión con sus principales empleados. Les dijo que estaba pensando en sí mismo. Debía reinventarse para la “época de guerra”.
“Hasta ahora, he sido un líder de tiempos de paz”, comentó Zuckerberg. “Eso va a cambiar”. Tomaría más decisiones de manera independiente, con base en su instinto y su visión. Los líderes en época de guerra son más veloces y más decisivos, agregó, y no permiten que los paralice el miedo de hacer enojar a los demás.
Zuckerberg ordenó que la llamada “familia de aplicaciones” –Instagram, Messenger, WhatsApp y la página principal de Facebook– trabajara en equipo y más de cerca.
Viaje a Washington
Facebook dedicó 2019 a tomar por ataque Washington mediante el cabildeo, destinando 16,7 millones con el fin de influir sobre creadores de políticas. Solo dos compañías gastaron más. Sin embargo, incluso más allá del dinero, el arma más poderosa de Facebook era el acceso a su director ejecutivo.
En setiembre de 2019, el fiscal general de Nueva York anunció una investigación multiestatal para saber si Facebook había violado leyes antimonopólicas. Para Zuckerberg, fue el indicio más claro de que la política y el gobierno exigían toda su atención.
En una sala privada del restaurante de lujo Ris, cenó con prominentes senadores demócratas, como Mark Warner de Virginia, crítico de las prácticas de seguridad y privacidad de Facebook.
“Durante un tiempo, creo que Facebook, junto con muchas compañías de Silicon Valley, creía que lidiar con Washington era rebajarse. Creo que Zuckerberg se ha dado cuenta de que involucrarse directamente con nosotros le traerá ventajas”, dijo Warner.
En respuesta, más de 250 empleados firmaron un memorando interno en el que argumentaban que la libre expresión y el discurso pagado eran distintos, y que la desinformación era nociva para todos. La postura de Facebook en torno a la publicidad política es “una amenaza para lo que Facebook representa”, escribieron los empleados. “De manera contundente nos oponemos a esta política según se formula hasta el momento”.
Días después, en Halloween, Zuckerberg dirigió una sesión semanal de preguntas y respuestas con empleados. Cerca del final, alguien vestido con un enorme disfraz inflable de Pikachu cuestionó al director ejecutivo sobre sus políticas.
Zuckerberg, ahora menos preocupado que nunca sobre tratar de hacer felices a todos, reiteró su postura. Cuando aparecieron distintas versiones de la misma pregunta durante la sesión, se mantuvo firme. “Esto no es una democracia”, comentó.
(The New York Times)
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