Ben Affleck dirige y encarna al fundador de Nike en Air
Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

Espectáculos y Cultura > CRÍTICA

Air: Michael Jordan, un par de championes y una película divertidísima escondida en la cartelera

Ben Affleck dirige una película clásica pero muy entretenida sobre el origen del vínculo entre el basquetbolista y la empresa Nike
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12 de abril de 2023 a las 05:00

Entre abril y mayo de 2020, hubo una actividad que fue tan común a buena parte de la humanidad como poner a lavar toda la ropa después de salir a la calle, saludar con el puño o el codo, o aplaudir a los médicos a las 21 horas, pero que ahora no nos da tanta vergüenza como esas otras cuestiones: sentarse religiosamente ante Netflix cada semana para ver los nuevos episodios de The Last Dance, el documental que nos contó la historia de Michael Jordan y los Chicago Bulls que lograron seis campeonatos de la NBA entre 1991 y 1998.

En medio de ese relato sobre uno de los deportistas más icónicos de la historia del deporte (y más allá de eso, figura pop, como Maradona o Alí), en el episodio cinco, se repasa someramente la conexión entre Jordan y Nike, la empresa que lo esponsoreó desde su llegada a la NBA y que creó su propia línea de calzado, Air Jordan, un hito del diseño, de los deportes, del marketing y de la moda. Y además, una de las principales fuentes de ingreso para el deportista y la marca.

Alex Convery, guionista frustrado, vio ese relato sobre el vínculo de MJ con Nike y se dijo “esto es una película”. La escribió, empezó a volantear el libreto, y terminó llegando a manos de Ben Affleck y Matt Damon, que se dijeron “esto hay que filmarlo”. Con la dupla produciendo, Damon de protagonista y Affleck en un rol secundario además del cargo de director, esa película, Air: la historia detrás del logo, llegó a los cines uruguayos en los últimos días y aún está en cartelera. Los pocos horarios en la cartelera le hacen escasa justicia a una película excelente, que no viene a romper ningún molde sino a llenar de la forma más precisa, familiar pero eficaz posible los que ya existen.

Affleck ofrece una película bien clásica y bien lineal, pero que se disfruta de punta a punta, que pasa volando como Jordan rumbo al aro gracias a un ritmo más frenético que la ofensiva triangular de los Bulls de los 90, y que logra algo que solo se puede describir como la magia del cine: logra generar tensión dramática con una historia que ya sabemos desde el primer momento como termina.

La historia en cuestión es la de cómo Nike, encarnada en su empleado Sonny Vaccaro (Damon), logró convencer a Jordan de firmar con la marca de la pipa en un escenario de desventaja. Es decir, la historia del underdog deportivo que vimos en mil historias hollywoodenses, pero llevada a oficinas y salas de reuniones en lugar de a canchas. Porque en 1984, el año en el que Jordan llegó a la NBA como figura del básquet universitario estadounidense, aunque sin ser considerado el mejor jugador de su promoción, Nike corría de atrás a los gigantes Converse y Adidas, que dominaban el mercado del baloncesto.

Sin presupuesto, sin atractivo como marca y sin el respaldo del director de la empresa, el bizarro Phil Knight (Ben Affleck y una peluca enrulada maravillosa), Vaccaro y un equipo de hombres maduros se ponen el objetivo de cortejar y convencer al atleta, lo que en realidad implica captar la atención del único personaje femenino importante de la historia, la señora Deloris Jordan, la madre del jugador, encarnada por Viola Davis.

Matt Damon en Air

Y es que Air tiene algo de película de otra época, y no solo porque se ambiente hace cuarenta años, sino también porque tiene algo de esas historias que ya casi no se hacen, del cine estadounidense más clásico, llenas de personajes masculinos recios, con algún defecto –Vaccaro es un ludópata, aunque al final no importa demasiado–, pero que dejan todo por sus ideas y sus sueños. Y también, en este caso, porque es un reflejo de una época donde el poder y los roles de decisión los tenían los hombres. Salvo, se aclara, en las familias (sobre todo en las negras, como los Jordan), donde mandan las madres.

Hay en inglés, incluso, una suerte de falso subgénero para estas películas: “Dad Movie”, o película de padre. Una etiqueta que le calza justa a Duro de matar, Rescatando al soldado Ryan, Ford vs. Ferrari o Capitán de mar y guerra. Y a Air. Una ambientación de época, una historia lineal ambientada en un ámbito laboral, una narrativa vinculada a desafíos profesionales que involucran equipos y amistades masculinas inquebrantables. Todo está ahí.

Y claro, es un poco difícil ver la película y no pensar que se trata de un gran ejercicio de contenido patrocinado gratis para Nike, la gran empresa estadounidense de orígenes humildes que se impone a competidores extranjeros, gracias al impulso emprendedor, el ánimo competitivo y los valores del capitalismo de mercado. El sueño americano sobrevuela todo el asunto, pero por más trillado que esté el tópico, en Air funciona a las mil maravillas porque también hay un punto de sensibilidad detrás de la narración, y también algunos palitos a ciertas prácticas corporativas de aquella época pero que perduran hasta hoy.

Otro gran mérito de Affleck y equipo es el manejo que la película hace de la figura de Jordan. El actor, director y esposo de Jennifer López ha contado en distintas entrevistas promocionales del filme que la estatura del basquetbolista es tan inmensa (no estatura literal, que también, sino cultural), que era imposible poner a un actor a interpretarlo y un espectador creyera estar viendo al mítico portador de la camiseta 23.

Es casi un gag recurrente que cuando está en cuadro, al joven Jordan no se le ve el rostro ni casi se le escucha la voz, pero la decisión termina siendo acertada. Como en La mano de Dios del italiano Paolo Sorrentino con Diego Maradona, no hace falta que su presencia sea explícita, sino que sobrevuela el relato y con eso alcanza por el peso icónico que tiene.

El fanático del básquetbol y conocedor de la historia de la NBA de las últimas décadas se llevará además el premio extra de encontrar un guion salpicado de referencias y guiños a otros jugadores y al panorama de la liga más famosa y poderosa del mundo de esos tiempos, que en esa época ocupaba un lugar secundario en el escenario deportivo estadounidense, incluso con las finales del campeonato emitiéndose en diferido. Jordan fue el rostro del poster de una nueva NBA, más global, exitosa y espectacular. Una era en la que, por ejemplo, todos los jugadores de primera línea –Stephen Curry, LeBron James, Kyrie Irving y hasta el finado Kobe Bryant- tienen su propia colección de calzado. Algo que antes de las Air Jordan era impensado.

Una historia secundaria dentro del gran relato jordaniano pero que tuvo un impacto contundente en distintas áreas, la de Air juega además con otras armas, como una banda sonora llena de hitazos de los 80, y un buen trabajo de su elenco, una pieza esencial en una historia como esta, que se puede resumir en “gente hablando” (Chris Messina como David Falk, el representante de Jordan, es una fuente de carcajadas inagotable). En la superficie puede parecer una premisa aburrida, innecesaria o poco atractiva, pero Air es todo menos eso. Es una película sólida, cautivante y divertida. Como las buenas hundidas, es contundente y electrizante.

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