Ejércitos privados en Rusia

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Al menos 40 contratistas privados ofrecen servicios de defensa y seguridad al estado ruso

Aunque el grupo Wagner es el más conocido, otros “ejércitos privados”, como los grupos Ajmat y Redut, además de los batallones Potok y Fakel, tienen un rol destacado en Ucrania
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28 de junio de 2023 a las 05:03

El grupo mercenario Wagner planteó un serio desafío al presidente de Rusia, Vladímir Putin, cuando liderado por su jefe, Yevgueny Prigozhin, se adentró en territorio ruso desde su campamento base en Ucrania, se apoderó de instalaciones militares en la ciudad de Rostov del Don, en el suroeste del país, y avanzó hacia Moscú, llegando a 200 kilómetros de la capital del país.

Las acciones de Prigozhin despertaron la furia de Putin, quien calificó las acciones del grupo, que opera desde hace años en África y Medio Oriente por cuenta y orden de Moscú, como "una puñalada por la espalda" y prometió a castigar a quienes habían "traicionado" a Rusia. El motín, que Prigozhin calificó como “una marcha de la justicia", obligó al Kremlin a replantear el futuro no solo del grupo Wagner, sino también el del resto de los proveedores de servicios de defensa.

Por lo pronto, según anunció Putin, todas las "unidades de voluntarios" rusos que combaten en Ucrania deberán haber suscrito para el 1 de julio contratos con el ministro de Defensa que conduce Sérgei Shoigú, quien justificó la medida alegando la voluntad del Kremlin de conceder a las tropas privadas un “nuevo y necesario estatuto jurídico".

¿Cuáles y cuántas son esas estructuras? El pasado 22 de junio, antes que estallara el motín del grupo Wagner, el viceministro de Defensa, Nikolay Pankov, dio algunas pistas cuando señaló que unos 40 contratistas privados de seguridad habían comenzado a firmar contratos con el gobierno, algunos de los cuales, según los analistas occidentales, están involucrados en forma directa en el conflicto.

Uno de esos grupos es la unidad especial chechena Ajmat, habitualmente definida como el "ejército privado" de Ramzam Kadyrov, quien ejerce de facto como jefe de la República de Chechenia. A diferencia de Prigozhin, Kadirov se ha abstenido de criticar al Ministerio de Defensa e incluso algunos de sus voceros han definido al líder del grupo Wagner como “un bloguero que no para de gritar por sus problemas”.

Según su comandante, Apty Alaudinov, Ajmat ha "preparado y enviado a decenas de miles de voluntarios" a Ucrania en los últimos 15 meses. Tras la firma del contrato, el subjefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas rusas, Alexéi Kim, se mostró esperanzado con relación a la posibilidad de que el resto de las unidades adhieran al nuevo estatus. “Es lógico que así suceda. La mayor parte del armamento y de los equipos provienen del gobierno”, apuntó Alaudinov.

Según el ministerio de Defensa, "el grupo de voluntarios" checheno Ajmat, el primero en firmar el convenio, será seguidos por otros. Entre ellos figura el grupo Redut, la primera fuerza militar privada conocida que participó en la invasión rusa a Ucrania. Según Kiev, el grupo estaría formado por unos 7.000 hombres y tuvo un importante desempeño en los primeros días del conflicto en las batallas que se desarrollaron cerca de Kiev y Járkov, información en parte confirmada por el portal ruso de noticias Meduza, declarado “agente extranjero” por Moscú.

Las primeras informaciones sobre Redut aparecieron en 2019 en el periódico ruso Nowaja Gaseta, conocido por sus posiciones críticas hacia Putin y sus investigaciones sobre cuestiones políticas y sociales. Según el medio, cuyo director Dmitri Murátov recibió el Premio Nobel de la Paz 2021 y seis de sus periodistas fueron asesinados desde 2001, el grupo se formó en 2008 para desplegarse en Siria.

Su objetivo original era proteger las instalaciones de la empresa Stroytransgaz, hasta 1990 una subsidiaria de Gazprom y desde entonces propiedad de multimillonario Gennady Timchenko, integrantes del círculo íntimo de Putin. Según Igor Girkin, veterano del ejército y ex oficial del Servicio de Federal de Seguridad que tuvo un rol clave en la anexión de Crimea, Timchenko es el jefe de Redut.

Para Pavel Lusin, experto en política exterior y en temas de defensa, "los mercenarios fueron utilizados originalmente por Rusia con tres fines principales: contrarrestar al ejército regular, poder operar al margen del sistema burocrático y de los procedimientos administrativos establecidos, y proteger a los dirigentes políticos y militares de toda responsabilidad".

"Son los mercenarios y los voluntarios, que sirven según sus propias reglas, los que ofrecen un contrapeso a los soldados que sí son contratados y que todavía sirven según las viejas reglas, las cuales el propio ministerio de Defensa considera difíciles o imposibles de cumplir", destaca Lusin.

Por lo pronto, los servicios de inteligencia de Ucrania también han señalado a Redut como el “brazo armado” de Gazprom. En febrero pasado, Kiev calificó al grupo como una “fuerza mercenaria” y señaló que el primer ministro ruso, Mijaíl Mishustin, fue quien habilitó al gigante energético crear una organización de seguridad privada.

Según una investigación del Financial Times, la empresa comenzó a reclutar voluntarios para la guerra en agosto del año pasado. El periódico británico fijó su atención en los batallones Potok y Fakel, unidades que operan en territorio ucraniano. Las fuentes consultadas por el medio señalan que Gazprom proporciona los equipos de combate, además de pagar los sueldos de los efectivos que integran ambas unidades.

Los expertos atribuyen el creciente número de tropas mercenarias al hecho de que el Kremlin quiere reclutar el mayor número posible de personas para la guerra sin llevar a cabo otra movilización.

"A estas alturas, Rusia se ha convertido en un Estado movilizado a todos los niveles. A la hora de la verdad, hay una necesidad urgente de entrenar combatientes, y Putin quiere hacerlo sin nuevos reclutas ni otra movilización", afirma el historiador Mark Galeotti, fundador de la consultora londinense Mayak Intelligence.

Para los analistas occidentales, la financiación de este tipo de estructuras es una forma mediante la cual los oligarcas y las grandes empresas demuestran su lealtad al Kremlin. La cuestión, sin embargo, es compleja. Las milicias privadas también compiten entre ellas. En abril, en un video de 25 minutos, Prigozhin acusó tanto a Potok como a Fakel de querer socavar el poder de su grupo Wagner y de intentar interferir en los asuntos internos de Rusia.

En lo inmediato, el objetivo de Putin es conceder a dichos grupos “el estatus jurídico que les corresponde, lo que incluye subsidios sociales a los voluntarios y sus familias, además de mejorar la efectividad de su empleo en el campo de batalla”, según el Ministerio de Defensa. En otras palabras: concederles el estatus de soldados profesionales.

La intención, en la práctica, supone un esfuerzo por encuadrar a las empresas militares privadas y evitar la proliferación de estos grupos financiados por las élites, que "se han dado cuenta de que teniendo milicias privadas pueden obtener beneficios", dice Anton Shekhovtsov, director del Centro para la Integridad Democrática.

"Supuestamente, estos grupos sólo defienden activos estratégicos, como oleoductos, gasoductos y plantas industriales, aunque simplemente no los sabemos", señala Stephen Hall, profesor de política rusa en la Universidad de Bath, en Inglaterra. No obstante, las empresas militares privadas no sólo pertenecen a las élites rusas.

Es el caso del grupo Hermandad Ortodoxa, vinculado a la poderosa Iglesia Ortodoxa, que al parecer está luchando en Ucrania bajo la consigna de “proteger a la Rusia cristiana de un Occidente decadente que ha secuestrado Kiev”, afirma Hall. Según los analistas de la OTAN, el grupo, caracterizado como ultraderechista y ultranacionalista, tuvo una decisiva actuación en Ucrania en 2014, cuando los separatistas apoyados por Rusia tomaron las armas en el este del país.

Su fundador, Igor Leonidovich Mangushev, que cobró notoriedad cuando pronunció un virulento discurso nacionalista mientras sujetaba lo que aseguraba era el cráneo de un combatiente ucraniano, murió en febrero pasado de un disparo, aparentemente ejecutado en la Ucrania ocupada por Rusia.

“A pesar de ser independientes, las empresas militares privadas sólo pueden existir con la bendición del Kremlin. De hecho, son ilegales según la legislación rusa, que prohíbe reclutar, entrenar y financiar mercenarios”, explica Hall.

"La razón por la que el Wagner es el mayor grupo de mercenarios es que tenía el mejor patrocinio, no sólo financiero, sino también protección política", añade Shekhovtsov, quien recuerda que sus actividades incluyeron en Libia el apoyo a las fuerzas leales al general Khalifa Haftar y que actualmente protege minas de oro y diamantes en República Centroafricana y Sudán.

Halls reconoce que a lo largo de su historia muchos países han recurrido a los soldados de fortuna, y afirma que Moscú se inspiró en el uso que Estados Unidos hizo en Irak del desaparecido grupo de mercenarios Blackwater, que adquirió notoriedad tras masacrar a civiles iraquíes en 2007.

El especialista apunta que los mercenarios han ayudado a enmascarar las pérdidas rusas en Ucrania, ya que rara vez figuran en los recuentos oficiales de bajas. "El Kremlin no tiene que publicar las bajas de mercenarios en Ucrania", dice Hall. "Como aprendió la Unión Soviética durante la guerra afgana de los años 80, la sociedad se enfada cuando sus hijos regresan a casa en bolsas para cadáveres", agrega.

Otro ejemplo de estos grupos es el batallón Patriot, que ofrece a Rusia un poderío militar sin ataduras. Fundado en 2018, está controlado por el Ministerio de Defensa y está formado por muchos exmiembros de las fuerzas especiales rusas Spetsnaz. Sus miembros ganan sueldos que promedian los US$ 5.600 al mes, pero al menos hasta el momento no reciben pensiones ni prestaciones por lesiones.

"Mientras no crucen las líneas rojas, el estado no tiene nada en contra porque les son de utilidad. Sin embargo, si interfieren con las decisiones políticas pueden caer en desgracia, como parece ser el caso del grupo Wagner”, apunta Shekhovtsov. Su lectura agrega que el Kremlin sigue siendo lo suficientemente poderoso como para acabar con cualquiera de estos ejércitos privados. Sin embargo, puede que esto llegue a cambiar.

"Dependerá del curso de la guerra. Con cada derrota militar en el campo de batalla, el estado ruso comenzará a perder aún más su control sobre los diferentes grupos armados", avalúa Shekhovtsov. Aunque Putin mantiene el control, el último desafío Prigozhin habría sido "inimaginable" hace tan solo un año.

“Dentro del régimen están cada vez más preocupados por el futuro”, comenta Hall en referencia a las críticas lanzadas contra Putin y la conducción del ejército regular por parte de Priogzhin y el líder checheno Kadyrov. "Al crear estos grupos militares privados, el Kremlin ha abierto un agujero negro. No están en deuda con el estado porque el estado no les está pagando. Si Putin llegara a perder el poder, estos ejércitos privados seguramente tendrán un rol clave”, agrega Shekhovtsov.

(Con información de agencias)

 

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