Los buenos líderes son expertos en delegar efectivamente. Saben que delegar bien, es un enorme acto de confianza, es la capacidad de soltar responsablemente, es la habilidad de “cuidar”.

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Aprender a delegar fortalece el vínculo con los demás

Ximena Pardiñas de Xn Partners explica en esta columna qué hacer para soltar el exceso de control y aprender a delegar en forma efectiva
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12 de diciembre de 2021 a las 05:00

Ximena Pardiñas – Directora de Academia y Líder de Práctica.

Seguramente, todos hemos experimentado un estado de desborde en algún momento, llenos de actividades, en un ir y venir frenético, sin parar, haciendo un enorme esfuerzo y, sin embargo, no sentimos que estemos avanzando.

A veces, nos damos cuenta de que esto ocurre porque creemos que si no estamos sobre todas las cosas, no van a ocurrir o se van a producir errores, seguramente, estamos pensando: “si lo hace alguien más, ¿podrá hacerlo tan bien?”

Si nos miramos más a nosotros mismos, y reflexionamos, nos damos cuenta de que estamos intentando controlar absolutamente todo y que deberíamos confiar más en los demás, que deberíamos dar la oportunidad a otros. Igualmente, sabiendo que no está bien, seguimos sin hacerlo… porque nos sigue rondando en la cabeza la pregunta: ¿Podrá hacerlo tan bien? Ahí, es cuando el “control nos controla”.

Esto tiene un impacto negativo en las personas porque sienten que no confiamos en ellas, que demoramos las cosas, que siempre estamos ocupados. Eso no contribuye a un ambiente de desarrollo ni a un buen clima… y hasta tiene consecuencias en la propia salud. Cuando el control nos controla es que no hemos adquirido una de las habilidades más importantes: delegar efectivamente.

La delegación efectiva es una habilidad

Los buenos líderes son expertos en delegar efectivamente. Saben que delegar bien, es un enorme acto de confianza, es la capacidad de soltar responsablemente, es la habilidad de “cuidar”. Es la capacidad de ganarle a la inseguridad, a la ansiedad, al miedo, al error, al que no se haga a mi manera o al que no sea tan perfecto o tan rápido como si lo hiciera yo.

Es también ganarle a la dificultad de explicarle a alguien lo que esperamos que ocurra.

Implica también, ser conscientes de nuestras limitaciones e identificar a quienes podrían hacerlo mejor. Cuando lo hacemos y delegamos en forma efectiva, damos una excelente oportunidad a que alguien aprenda, se desarrolle, se motive, se sienta valorado, reconocido y sienta que confían en él. También nos damos a nosotros mismos una oportunidad de soltar, de enseñar, de transmitir y de disfrutar de ver a alguien haciendo algo que antes hacíamos nosotros. Y en ese momento, nos damos cuenta de que no es necesario estar en todo, ni es tan grave si las cosas son un poco distintas y que los errores son parte del aprendizaje.

 

El primer paso: la confianza

En diciembre de 2009 estaban finalizando 3 años de obra de la nueva terminal del aeropuerto de Montevideo. Me había desempeñado como jefa de obra de arquitectura y estaba en mi contenedor listando los detalles a terminar. Sabía que me quedaban pocos días de trabajo y me generaba mucha incertidumbre no saber qué otra obra me esperaría después. Recuerdo que me preguntaba: “Después de esta obra tan grande y desafiante ¿qué me tocará?”

Esa tarde llegó a la obra el gerente general de la empresa constructora en la que yo trabajaba.

Con un poco de nervios le transmití mi preocupación sobre mi futuro. Me escuchó atentamente y me dijo:

— Ximena, ya tengo pensada otra obra para ti.

— ¡Qué bueno! —dije. Y pregunté — ¿Cuál es esa obra?

—Me gustaría que armes un nuevo departamento comercial dentro de la empresa.

Pero eso no es una obra, pensé —¿Cómo sería eso?

—Es algo que hoy hago yo —me contestó y continuó explicando —pero que me gustaría que empezaras a hacerlo tú. Creo que tenés potencial para eso y por supuesto voy a explicarte y acompañarte en el proceso. ¿Te gustaría?

Yo no lo tenía nada claro, pero confiaba en él y suponía que por algo habría pensado en mí. Me gustaba que me hubiera considerado para eso, me motivó que hubiera confiado en mí, me hizo sentir valorada. Así que sin pensarlo mucho le respondí:

— ¡Sí, claro!

A veces me pregunto: ¿Qué hubiera sido de mi futuro profesional si no se hubiera presentado esa oportunidad? ¿Si no hubieran confiado en mí, ni valorado mi trabajo o si no me hubieran enseñado muchas cosas?

Y me pregunto también: ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera sentido ese deseo de avanzar? ¿Si no hubiera visto este desafío como una oportunidad? ¿Qué hubiera pasado si no hubiera confiado en mi misma? ¿Si no hubiera vencido mis miedos y mis inseguridades?

Las personas somos, en gran parte, las oportunidades que nos han dado y también somos el haberlas buscado y aprovechado.

 

Algunos consejos que pueden ayudar a “soltar”:

  • Creer en ti mismo primero: vencer tus miedos e inseguridades. Gestionarlos de la mejor manera posible para que no te paralicen.
  • Valorar el aporte de los demás: entender que nadie triunfa o falla solo y que siempre necesitamos de alguien más que nos complemente.
  • Identificar el potencial y el deseo de los demás: conocer a las personas, identificar sus fortalezas y descubrir qué quieren, qué les gusta, en qué pueden ser buenos.
  • Confiar en los demás y estar dispuesto a que no sea a tu manera
  • Colaborar con los demás: estar dispuesto a pedir ayuda con humildad. Y estar dispuesto a aceptar la ayuda, a escuchar, y fortalecerte con los consejos.

 

Gran parte de este proceso empieza por confiar en nosotros mismos y confiar en los demás. En aceptar que “nadie falla o triunfa solo”. No somos super hombres o super mujeres. Todos necesitamos de alguien cuyo aporte es importante. Empieza por valorar el aporte de los demás, las diferencias y la complementariedad, valorar la colaboración de los demás. Cuando aceptamos “perder”un poco de control, cuando aceptamos ayuda, estamos generando un vínculo de colaboración en el que las dos partes se fortalecen.

Cuando escuchamos y tratamos de entender antes que opinar y dar consejos. Cuando compartimos nuestros conocimientos y disfrutamos del logro de los demás, ahí fortalecemos los vínculos y nos fortalecemos a nosotros mismos.

Y muchas veces descubrimos la respuesta a nuestra pregunta: Sí, podía hacerlo tan bien… es más ¡lo pudo hacer mejor!

 

 

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