Creo que fue mientras miraba el tráiler de la última película de Margot Robbie en YouTube. Estaba sentado en la redacción del diario, frente a la computadora, cuando le di play al video y saltó un aviso de esos precargados que se reproducen solos. Hice lo mismo que siempre: conté los segundos hasta que se habilitara el botón de “Saltar anuncio”. Pero esa vez una interrogante llamó mi atención. “¿Sabía usted que puede hacer dinero con la venta de datos personales que ya le está regalando a las compañías que controlan internet?” El mensaje estaba estampado en letras blancas sobre un fondo azul. En seguida pensé que se trataba de una farsa, como muchas otras. Lo ignoré.
A los pocos días, buscando información por la web para escribir otro artículo, apareció la noticia de que una aplicación que permite comprar y vender datos se había habilitado en Uruguay. Buscando un poco más me encontré con que no se trata de un servicio aislado. En internet existen decenas de empresas cuyo negocio es ser mediadoras entre personas que están dispuestas a vender información personal alojada en redes sociales, sitios e historiales web y aquellos que están dispuestos a comprarla.
Hasta marzo del año pasado se trataba de nombres con un perfil muy bajo. Pequeñas empresas –la mayoría criadas en el seno de Silicon Valley en California– que intentaban subsistir con un modelo de negocios estable y una cartera de clientes chica. Apuntaban a un nicho específico y con eso lograban mantenerse a flote.
Todo cambió luego de que se supo que Cambridge Analytica adquirió datos de 87 millones de usuarios de Facebook de forma poco transparente. Y también cuando se descubrió que agentes políticos en Brasil usaron WhatsApp para boicotear al candidato Fernando Haddad, rival de Jair Bolsonaro en el balotaje a la presidencia.
Ahí fue cuando las personas nos dimos cuenta que en el mundo en el que vivimos los datos personales son sinónimos de poder. Y no en el sentido poético de la palabra. Una audaz e inteligente articulación de los datos puede sentar a un outsider de la política en el trono de uno de los países más influyentes del mundo.
Ahora los usuarios quieren tomar el control: cómo funciona este mecanismo de compra y venta consensuada de datos personales; cuáles son las ventajas y los riesgos y cuánto podrías ganar si el día de mañana decidís vender los datos que –en teoría– ya estás regalando.
Hacen falta unos pocos clics para descargarse Wibson en el celular. Es una aplicación que surgió a principios de 2018 de la mente del argentino Mat Travizano, que divide su tiempo entre Buenos Aires y San Francisco.
Travizano es físico y desde 2013 está al frente de una empresa bastante importante que se llama Big Data que lo que hace es observar la interacción de los humanos con sus entornos y traducirlo en datos con valor económico.
Wibson –en palabras de su creador– está del lado de los usuarios. Funciona como una especie de casa matriz, donde bajo un sencillo registro, las personas pueden ponerle un precio a sus datos y venderlos, más que nada, a compañías que giran en el rubro de las ventas y la publicidad.
¿Cuáles son los datos que importan de los usuarios? Todos. Como se llaman, dónde viven, qué música escuchan, de quiénes son amigos en Facebook, dónde trabajan, dónde compran, qué compran, cuándo fue la última vez que fueron al cine, con quién, en qué medio de transporte, si comieron pop o no y si la película les resultó un fiasco, pero les gustó el actor y lo siguieron en Instagram. Todo está disperso en bases de datos en la web y toda esa información tiene un precio y un valor. Hoy ese precio lo ponen las grandes compañías. Y fueron los mismos usuarios los que aceptaron que así fuera.
Uno podría pensar que no, que jamás aceptó que –por ejemplo– un supermercado hiciera dinero con su información, pero la cronología siempre es más o menos la siguiente. Decidiste sacar una tarjeta de puntos de un supermercado para canjear esa licuadora que tanto necesitás, pero que no tenés plata para comprar. Entonces llenás un formulario en la página web de la empresa con todos tus datos y cuando llega el momento de aceptar los términos y condiciones para tener la tarjeta de puntos hacés lo de siempre: presionás el botón de “Acepto” sin leerlas. Ya lo hiciste con Facebook, Twitter, Linkedin, YouTube, el jueguito del celular y en cientos de otros sitios y servicios que visitás y usás desde que existe internet.
Entonces –a partir de ese momento y cada vez que vos comprás en ese supermercado y usás esa tarjeta de puntos asociada a tus datos– quedarán registradas tus compras con fecha, hora, marca y cantidad, alimentando así una base de datos gigantesca. Luego, el supermercado podrá lucrar con ella sin tener que preguntarte ni pagarte un peso. Podrá decirle a una marca cualquiera (que pague el precio) que vos formás parte de un segmento del mercado con tal edad, que vive en tal lugar y que se comporta de tal manera cuando se trata de compras. Y todo porque vos lo aceptaste.
Ahora llevá eso a una escala mundial, como Facebook, y comprenderás de dónde vienen esos miles de millones de dólares que facturan estas compañías. Acá es donde entran a jugar las aplicaciones y páginas como Wibson o Datacoup, otros de los servicios que dicen “desbloquear” el valor de los datos para que los usuarios puedan ganar dinero con ellos.
Monetizar la información personal es bastante sencillo. En el caso de Wibson hay que abrir la aplicación y una vez en la pantalla de inicio hay que marcar la información que se desea vender.
Cada ítem tiene un precio en valor de criptomonedas. Es un sistema de divisas virtuales que fue inventado en 2009 con el bitcoin. Son valores digitales que existen solo en internet y que sirven para comprar y vender contenidos y mercaderías. Son populares en los rincones más oscuros de la web porque no están reguladas por ningún organismo y se pueden usar a nivel internacional sin necesidad de declarar nada. No tienen huella en el mundo real. Existen cientos de tipos de criptomonedas, básicamente porque cualquiera puede crear una. En Wibson la que se usa se llama wib.
Dentro de la app los datos de Facebook suman 23 wibs; los de Linkedin, 19; la geolocalización, 25; y el perfil de Google, 18. Esos wibs luego se suman y pueden convertirse a una moneda tradicional como el dólar.
La mala noticia es que por ahora se trata de muy poco dinero. Cuando se realiza una venta individual el valor de los datos es casi insignificante. Podrías vender todos sus datos para un estudio publicitario específico y ganar apenas unos centavos de dólar.
La aplicación envía notificaciones a los usuarios para informarles cada vez que alguien quiere comprar datos. La advertencia explica qué datos necesita el comprador y para qué los quiere usar. Así, al vender varias veces y a varios compradores, es posible hacerse de algunos dólares a la semana. Pero esto podría llegar a ser diferente.
Los desarrolladores apuestan en un futuro a que las criptomonedas coticen cada vez más en internet. Así, los datos individuales también se volverían más valiosos. Todavía no está del todo claro cómo van a lograrlo porque el valor de las criptomonedas es bastante inestable. El bitcoin, la más popular, pasó de valer casi US$ 20 mil la unidad en 2017 a valer poco más de US$ 6 mil en 2018.
“La dependencia de la cotización es un riesgo; es el juego que nos toca jugar”, dijo Travizano a El País de España.
Desde siempre los usuarios utilizan productos y servicios gratis o, mejor dicho, pagando con sus datos personales. Pero este parece ser el primer viraje hacia un cambio bastante más profundo en cómo se manejan las cosas en internet.
Por un lado está el despegue de la inteligencia artificial. Un análisis de The Economist evalúa que si la inteligencia artificial es la clave del futuro y se alimenta en base a datos, entonces esos datos son los que alimentarán de alguna manera el futuro.
“Al volverse más sofisticados los servicios de inteligencia artificial, se deberá alimentar los algoritmos con mayor calidad de información digital, que la gente quizá solo aporte si se le paga”, explicó una columna publicada en el medio londinense.
Por el otro lado está el negocio de las grandes corporaciones que hoy manejan los datos de las personas en la web. Travizano repara en que si los usuarios empiezan a reclamar por sus datos, estas empresas deberían repensar su modelo de negocio, que en su mayoría dependen de la venta de datos. Un mercado que, según información de Datacoup, está valuado en más de US$ 15 mil millones. Por eso las compañías no lo van a dejar ir tan fácil.
Aún así existe una alternativa. “Los anunciantes le compran a compañías como Facebook dos cosas: tus datos, para tener el target lo más preciso posible, y espacio en tu pantalla, en definitiva píxeles con los que captar tu atención”, dijo el creador de Wibson. Desde la aplicación estiman que los anunciantes pagan un 60% por los datos y un 40% por el espacio. Y agregó: “Un modelo de negocio más justo es que ese 60% fuese a los dueños de esos datos; nadie criticaría a Facebook por quedarse con el 40% restante, en el que monetizan tu atención, no tu información”. Travizano aclaró que este modelo va a descender los beneficios de las corporaciones y se cuestiona: “Pero ¿qué alternativa tienen?” La pregunta, entonces, queda hecha. ¿ Y qué alternativa tienen?
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