Castillo asume Presidencia de Perú en medio de fuego cruzado

El hecho inédito no es solo reflejo de la improvisación de Castillo y sus proverbiales marchas y contramarchas, sino también de una interna encarnizada dentro de la izquierda peruana.

Castillo llegó a la Presidencia en ancas del hasta entonces ignoto partido Perú Libre, encabezado por el dirigente Vladimir Cerrón, hombre de izquierda radical y admirador de los regímenes “bolivarianos” del continente. Todos los legisladores de su recién juramentada bancada en el Congreso también responden a esa línea político-ideológica. Sin embargo, el propio Castillo no está tan claro. 

De movida, no es un militante de izquierda de toda la vida ni tiene formación marxista, como varios de los congresistas de Perú Libre. Su única militancia política conocida fueron diez años en el partido Perú Posible, que entonces lideraba el expresidente Alejandro Toledo, un liberal de centro. Aunque como hombre “del Ande” –como se autodenominan los propios cordilleranos del Perú– Castillo siempre parece haber cargado con ese sentimiento de postergación que atraviesa a los de su tierra.

En 2017 su rostro se hizo conocido por liderar una huelga magisterial que tomó las calles de Lima y puso en jaque al gobierno del entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski. Fue ahí que Cerrón, procesado por corrupción, y en virtud de ello inhabilitado de participar en las presidenciales de este año, le echó el ojo para que encabezara la plancha de su agrupación. Así nació la candidatura de Castillo; antes de eso ni siquiera se conocían.

Pero después de su triunfo en primera vuelta, Castillo fue inmediatamente rodeado por una izquierda más moderada, encabezada por la excandidata Verónika Mendoza y el economista Pedro Francke. Se trata de esta izquierda que ya conocemos en América Latina, que tiene un discurso medio revolucionario y de justicia social, pero que está dispuesta a gobernar con la derecha económica, que además financia sus campañas políticas. Como los definió en una ocasión el entonces diputado Lacalle Pou, “nos acusan de favorecer al poder económico en desmedro del pueblo, y después andan de la manito con los empresarios”.

En Perú les dicen los “caviares”; y en este momento están abiertamente enfrentados con la extrema izquierda de Cerrón por influencia dentro del gobierno de Castillo. Es por eso que el maestro de escuela devenido en presidente no ha podido nombrar un solo ministro. 

Cerrón había logrado imponer a uno de los suyos, Roger Nájar, como jefe de gabinete, cargo que en Perú reviste una importancia y ostenta un poder mucho mayor que en cualquier otra democracia sudamericana.

Es el presidente del Consejo de Ministros, también se le dice informalmente primer ministro o premier, aunque su labor desde luego no es la de un primer ministro. Pero es el que marca el compás en el día a día del gobierno peruano, dirige el gabinete y pauta las relaciones del Ejecutivo de adentro hacia afuera.

Por eso al enterarse de que el premier sería Nájar, se le bajaron todos los ministros de Verónika Mendoza, cuyo mayor deseo es que Castillo rompa definitivamente con Cerrón y gobierne solo con ellos. 

Finalmente, al cierre de esta edición, Castillo nombraba en Ayacucho a Guido Bellido como presidente del Consejo de Ministros. Bellido es también hombre de Cerrón, pero despierta menos anticuerpos que Nájar, acusado de haber tenido una hija con una menor de catorce años cuando él tenía treinta, y de un montón de cosas horribles.

Y es que si Bismark decía que la política es como las salchichas -a todo el mundo le gustan, pero nadie quiere saber cómo se hacen-, la política peruana es el sumun de esa vileza. Ahí más que salchicha te pueden hacer anticucho peruano: hay politización de la Justicia, hay derecho penal del enemigo y un abuso colosal de la prisión preventiva contra líderes y dirigentes políticos. Los últimos cinco presidentes han sido procesados con prisión, uno de ellos está prófugo, Toledo, y el otro, Alan García, se suicidó.

Hoy los caviares controlan casi todas las instituciones de Justicia, el poder electoral y puestos clave en diferentes áreas de la administración, adonde llegaron primero con el expresidente Ollanta Humala y luego se afianzaron durante el gobierno de Martín Vizcarra. Tienen un enorme poder en el Perú actual; y no será fácil para Cerrón y su propia mafia (con campo de acción mayormente en provincia) doblegarlos en Lima donde tienen la sartén por el mango. Pero en todo caso, están ahora mismo en plena guerra de poder.

En lo que estos dos bandos no se diferencian un ápice es en esa obstinación refundacional que tiene toda la izquierda latinoamericana. Con lo cual, el sueño de Castillo de convocar a una asamblea constituyente –reiterado el miércoles en su discurso de juramentación en el Congreso– lo más probable es que sea impulsado de forma muy agresiva sea quien sea que lo termine acompañando en el gobierno. Y eso podría conducir al otro choque de trenes posible: este con el Congreso, que de mayoría de centro derecha, parece dispuesto a ejercer los contrapesos de su función al nuevo gobierno. Pero eso lo dejamos para la próxima entrega de esta tribuna.