Marcelo Morillas

Cinco fuerzas que definirán nuestro futuro poscovid

Mantener una economía mundial dinámica siempre iba a ser difícil, incluso antes de la era del populismo y de los conflictos entre las grandes potencias

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17 de diciembre de 2020 a las 14:14

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Por Martin Wolf

Covid-19 ha acelerado el mundo hacia el futuro. A continuación hay cinco poderosas fuerzas que ya estaban en funcionamiento antes de la pandemia de Covid-19; que se intensificaron durante la pandemia; y que aún afectarán al mundo en 2025 e, incluso, mucho después.

La primera es la tecnología. La marcha de la informática y de la tecnología de las comunicaciones continúa transformando vidas y economías. Actualmente, las comunicaciones de banda ancha, junto con Zoom y otros programas de videoconferencia similares, han hecho posible que una enorme cantidad de personas trabajen desde la casa.

Para 2025, es probable que la mayor parte de este ‘alejamiento’ de las oficinas se haya revertido. Pero no lo hará completamente. A las personas les será posible (y se les permitirá) trabajar fuera de la oficina. Inevitablemente, esto no solo incluirá a los trabajadores en sus países de origen, sino también a los trabajadores contratados del extranjero, generalmente con salarios más bajos. Es probable que el resultado sea un desestabilizador aumento de lo que pudiera llamarse “inmigración virtual”.

La segunda fuerza es la desigualdad. A numerosos trabajadores de oficina mejor pagados les ha sido posible trabajar desde la casa, mientras que la mayoría de los demás no ha podido hacerlo. En los países occidentales, muchos de los más afectados son también miembros de minorías étnicas. Mientras tanto, un sinnúmero de los que ya tenían éxito y eran poderosos han prosperado enormemente.

Lo más probable es que las desigualdades exacerbadas por la pandemia no se hayan reducido para 2025. Las fuerzas que las han afianzado son demasiado poderosas. Una modesta mejoría es lo máximo que se puede esperar. Esto, a su vez, sugiere que la política populista del pasado reciente continuará moldeando la política en 2025.

La tercera es el endeudamiento. El endeudamiento agregado ha crecido en casi todas partes durante las últimas cuatro décadas. Siempre que las crisis han interrumpido la capacidad del sector privado de pedir préstamos, los gobiernos han tendido a compensar. Esto sucedió después de la crisis financiera mundial y, nuevamente, durante la pandemia de Covid-19.

La pandemia ha aumentado drásticamente el endeudamiento de los sectores público y privado. Según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), la relación entre la deuda bruta mundial y la producción mundial saltó de un ya elevado 321% a fines de 2019 a un 362 por ciento a fines de junio de 2020. Previamente no se había producido un salto tan grande y tan repentino en tiempos de paz.

Afortunadamente, en la actualidad la deuda pública es extremadamente barata, con tasas de interés nominal y real sobre la deuda soberana de las economías de altos ingresos a niveles bajos. Pero su sobreendeudamiento puede paralizar a partes del sector privado durante años.

La cuarta fuerza es la desglobalización. El futuro verosímil no será uno en el que el intercambio internacional vaya a morir. Pero es probable que se vuelva más regional y más virtual.

Después de la crisis financiera mundial, el comercio dejó de crecer más rápidamente que la producción mundial, como lo había hecho en décadas anteriores, pero más bien creció aproximadamente en línea con la producción mundial. Esta desaceleración se debió al agotamiento de oportunidades; a la ausencia de liberalización comercial global; y al creciente proteccionismo. Covid-19 reforzó estas tendencias. Un resultado notable ha sido el deseo de traer las cadenas de suministro de vuelta a casa, o al menos sacarlas de China.

La crisis también está reforzando el regionalismo, especialmente en Asia. Un reciente ejemplo digno de mención ha sido el acuerdo sobre la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, por sus siglas en inglés), la cual reúne a los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) con Australia, China, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur.

Por último, tenemos las tensiones políticas. Una dimensión ha sido el declive de la credibilidad de la democracia liberal; el auge del autoritarismo demagógico en muchos países; y el creciente poder del despotismo burocrático de China. Otra dimensión es el aumento del populismo en los principales países occidentales y, particularmente, en EEUU. Si bien la victoria de Joseph Biden representa una derrota para el populismo, la gran porción de votos que recibió el presidente Donald Trump muestra que no ha desaparecido.

Sin embargo, quizás el desarrollo geopolítico más importante ha sido el aumento de la tensión entre EEUU y China. Esto está obligando a los países a escoger un bando. Como con otras situaciones, Covid-19 ha acelerado el distanciamiento. El señor Trump culpó a China por la pandemia. Incluso cuando él se haya ido, muchos estadounidenses seguirán compartiendo este punto de vista.

Entonces, dado todo esto ¿dónde pudiera encontrarse el mundo en 2025? Con suerte, las economías se habrán recuperado en gran medida de la pandemia. Pero la mayoría de ellas serán más pobres de lo que hubieran sido sin ella.

Sin embargo, quizás el mayor reto exigirá una cooperación global que no existirá. Mantener una economía mundial dinámica, preservar la paz y administrar los bienes comunes globales siempre iba a ser difícil. Pero una era de populismo y de conflictos entre las grandes potencias lo hará aún más difícil de lograr.

Estamos en una era de agitación. La pandemia ha enfatizado esto, pero no lo ha creado. Necesitamos ponernos a la altura de estas circunstancias. La derrota de Donald Trump le ha dado al mundo un respiro. Pero los retos son enormes. En 2025, muchos de ellos seguirán estando presentes y, con toda probabilidad, con mayor intensidad.

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