Leonardo Carreño

Cómo detectar a los que están “improvisando" en el trabajo

Es difícil evaluar las habilidades y el desempeño de los demás, pero los verdaderos holgazanes siempre cometen errores

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02 de diciembre de 2021 a las 16:19

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Emma Jacobs

"Esto va a ser bastante especial", afirmó la publicación de un periodista australiano en Instagram. ¡Qué razón tenía! Cuando acompañó a un equipo de televisión para entrevistar a Adele, la estrella del pop británico, descubrió demasiado tarde que se había perdido un correo electrónico que contenía la reseña de su nuevo álbum, 30. La razón principal de su encuentro era hablar sobre el álbum. “Éste es el correo electrónico más importante que me he perdido”, admitió. La entrevista fue abandonada.

La historia surgió el mismo día en que Boris Johnson pronunció un discurso aparentemente acerca de las industrias creativas del Reino Unido ante la Confederación de la Industria Británica (CBI), el grupo de empleadores más grande del Reino Unido. En cambio, perdió su lugar en sus notas, dijo “perdóname”, y se desvió para hablar de Peppa Pig, el programa de televisión animado británico para preescolares. No soy un experto en hablar en público, pero pedirle perdón a la audiencia podría ser un error.

Como ejemplos de improvisación, ambos fueron fracasos espectaculares, que fueron criticados por ser poco profesionales e irrespetuosos. Todos hemos estado en reuniones, hemos visto paneles o discursos en los que los participantes están intentando improvisar, pero en los que se sabe que en realidad no se han preparado. Algunos (¿muchos?) de nosotros seguramente lo hemos hecho.

La improvisación atrae a muchos. Para empezar, aparentemente no requiere tanto trabajo. Y puede resultar encantadora: ayuda a que los profesionales parezcan humanos en lugar de robóticos, cumpliendo con la moda empresarial de la autenticidad. Algunas personas realmente pueden lograrlo.

Sin embargo, hay que tener cuidado con los impostores de la improvisación. Cualquiera que haya ido a la escuela estará muy familiarizado con la persona que llega a un examen alegando no haber mirado un libro, pero que sin embargo se pasó la noche estudiando. Creer en lo que dicen estos impostores es un error que puede hacerte quedar muy mal.

Una herramienta clásica de los impostores de la improvisación es la espontaneidad. Parece que no requiere esfuerzo, pero requiere mucho trabajo. Llamé a un amigo que solía hacerlo, que conozco desde la universidad, donde posponía las cosas evaluando diferentes tipos de galletas. Hoy es un abogado senior. Como era de esperar, dejó atrás las galletas y se prepara para casos con argumentos ensayados, estrategias y respuestas detalladas, montones de notas, que incluyen chistes y analogías que parecen surgir en el momento, para mantener a la audiencia comprometida. "Tienes que trabajar más duro si quieres que parezca que estás improvisando", dice.

Otro amigo prepara a las estrellas del deporte para entrevistas televisivas. Trabaja con dos deportistas (frustrantemente, no los quiso nombrar) que tienen actitudes muy diferentes. Uno se prepara y parece fluido y natural en las conferencias de prensa, el otro no pone ningún esfuerzo y, torpemente trata de repetir como un loro las palabras que han escrito por él.

El caos es el truco de Johnson. El locutor Jeremy Vine una vez escribió una publicación entretenida sobre cómo vio al primer ministro preparándose para un discurso después de la cena anotando un par de notas al azar justo cuando estaba a punto de subir al escenario y luego cómo a Johnson se le olvidó uno de sus chistes a medio contar. Después lo vio hacer exactamente lo mismo, con el mismo discurso, en otra función. En muchas ocasiones, el primer ministro parecería un clásico impostor de la improvisación.

A los que están en la cima de su habilidad profesional se les puede permitir un poco de improvisación genuina, sin necesidad de tanta preparación porque tienen experiencia. Pero como lo demuestra la actuación reciente de Johnson (que parece ser un caso de auténtica improvisación) y el entrevistador de Adele, no hay excusa para que un profesional experimentado que no cubra los conceptos básicos.

Puede ser difícil distinguir el falso del extremo genuino. Tomas Chamorro-Premuzic, un psicólogo organizacional que ha investigado la confianza, dice que no somos muy buenos para evaluar el desempeño, ni en nosotros mismos ni en los demás. Y, como él dice, cuanto más “inepto eres, menos bueno eres para evaluar tu desempeño”. (En otras palabras, el efecto Dunning Kruger).

Una de las paradojas del mundo laboral moderno, dice Chamorro-Premuzic, es que “cuanto más complejo, calificado y bien remunerado sea tu trabajo, más difícil será para los demás saber si te estás desempeñando bien o no”. En otras palabras, una mayor complejidad hace que el desempeño sea más difícil de juzgar.

Aquellos que tienen demasiada confianza a menudo terminan haciendo muy poco trabajo: pueden lograrlo, pero existe una gran posibilidad de que no lo hagan con éxito. “Tener menos confianza puede mejorar el rendimiento, ya que significa que te preparas y estudias”, señala Chamorro-Premuzic. Lo cual para todos los que se preocupan (como yo) es un gran consuelo.

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