Cómo solucionar la paradoja de la productividad

La cultura de los rescates gubernamentales y de los estímulos constantes es un obstáculo para la innovación tecnológica y el dinamismo

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21 de julio de 2022 a las 10:52

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Por Ruchir Sharma

A finales de 2020, muchos economistas vieron un aspecto positivo de la pandemia. Confinadas en casa, las personas estaban adoptando la tecnología digital a un ritmo acelerado. La productividad se estaba disparando. Quizás había terminado el largo y debilitante declive del crecimiento de la productividad. Desgraciadamente, después de alcanzar un máximo del 3 por ciento, el aumento se desplomó, quedando al descubierto como un repunte temporal típico de las primeras fases de una recuperación, cuando las empresas tardan en contratar nuevos trabajadores.

Esto deja sin resolver una gran paradoja. Desde que comenzó la era de la informática en la década de 1970, hemos vivido con una sensación de progreso e innovación acelerados. Sin embargo, al iniciarse la era de la informática, el auge de la productividad de la posguerra llegó a su fin. Salvo un repunte a principios de siglo, la productividad ha tendido a la baja durante más de 50 años.

Los optimistas sugieren que innovaciones como la búsqueda en internet suelen ser gratuitas, por lo que no se registran en las mediciones de la productividad, o que el impacto de la tecnología se produce en oleadas. El resurgimiento de la productividad que comenzó a finales de la década de 1990 fue impulsado por los escáneres de cajas registradoras y otros inventos digitales, aplicados en las tiendas minoristas. El impacto de nuevos avances como la inteligencia artificial llegará, dicen, sólo hay que esperar.

Los pesimistas responden que en épocas anteriores el capitalismo generó avances como la electricidad y los motores de gasolina, que elevaron la productividad en todas las industrias. Ahora produce distracciones: juegos digitales y redes sociales.

Pero un análisis más detallado del momento y la ubicación de la caída de la productividad apunta a una explicación alternativa: el creciente papel del gobierno.

Es más que una coincidencia que, a partir de la década de 1970, los principales países capitalistas empezaron a tener déficits presupuestarios, tanto en los buenos como en los malos tiempos. Los grandes rescates bancarios y corporativos han aumentado desde principios de la década de 1980. El estímulo gubernamental (tanto monetario como fiscal) ha batido récords en las tres últimas grandes crisis, alcanzando en las economías desarrolladas más del 7% del producto interno bruto (PIB) en 2001, el 12% en 2008 y el 45% en 2020.

Con rescates estos cada vez más generosos, los impagos de las deudas corporativas han disminuido en cada crisis, incluso cuando se profundizaron las recesiones después del año 2000. Este deterioro fue más dramático en Europa, donde la tasa de impago del crédito corporativo especulativo cayó de alrededor del 20% tras la recesión de 2001 al 10% después de 2008 y al 5% en 2020.

Conforme se desvanecía el efecto limpiador de los impagos y las recesiones, también se desvanecía el dinamismo empresarial. La creación de nuevas empresas se desplomó, dejando tras de sí una reserva de menos compañías más grandes y antiguas. El número de compañías estadounidenses que cotizan en bolsa se redujo a la mitad en las últimas décadas. Las mayores supervivientes están aumentando sus participaciones en tres de cuatro industrias estadounidenses y acaparando una parte creciente de los beneficios.

Un apoyo gubernamental más activo ha socavado la destrucción creativa, el alma del capitalismo. El crecimiento de la productividad se redujo aún más tras la crisis financiera mundial de 2008, conforme aumentaron considerablemente los rescates y los estímulos. En las economías desarrolladas, el crecimiento de la productividad se desplomó a apenas el 0.7% en la década de 2010, menos de la mitad del ritmo de la tendencia ya decreciente de las tres décadas anteriores.

Sin embargo, este declive no ha sido realmente global. Durante gran parte del último medio siglo, la productividad aumentó de forma constante en las naciones emergentes, pasando de estar por debajo de cero a finales de la década de 1970 a alcanzar un máximo superior al 5% a finales de la década de 2000. Mientras que las economías desarrolladas socializaron cada vez más las pérdidas económicas durante ese periodo, China y más tarde India pivotaron hacia sistemas económicos más orientados al mercado.

A pesar del retroceso de los últimos años, los nuevos datos muestran que la productividad en los países emergentes todavía creció un 3% en la década de 2010, por encima de la tendencia de las décadas anteriores. Desde 2010, casi todos los países desarrollados han sufrido descensos de productividad.

El Gran Gobierno tiene ventajas como una explicación de la paradoja de la productividad. Por un lado, no requiere escepticismo ante las nuevas tecnologías. También puede explicar el fuerte crecimiento de la productividad en los países emergentes, donde el papel del Estado ha disminuido ampliamente desde la década de 1970. No se basa en la idea de que el impulso de la productividad derivado de la digitalización escapa a una medición clara, lo cual no puede explicar por qué este impulso fue fácil de medir durante el renacimiento tecnológico alrededor del año 2000, pero imposible antes y después.

También se ajusta mejor a la línea de tiempo. Conforme crecían las intervenciones gubernamentales, el impacto acumulado empezó a superar el impulso de la tecnología. Los estudios relacionan el declive de las últimas décadas con los beneficiarios de las ayudas públicas, incluyendo los mercados financieros inflados, los monopolios y los llamados zombis.

Los zombis — compañías inertes que sobreviven gracias a la deuda nueva — apenas existían en el año 2000, pero ahora representan el 20% de las compañías que cotizan en bolsa en EEUU, y un porcentaje mayor en Europa. El aumento de la "economía zombi" se ha relacionado con el dinero cada vez más fácil que sale de los bancos centrales, en medio de las advertencias de que los zombis reducen la productividad en todos los sectores al absorber los recursos de las compañías más dinámicas.

Ahora viene un giro. La inflación ha vuelto, lo cual posiblemente le ponga fin a la era del dinero fácil, lo que a su vez puede eliminar algunas de las empresas improductivas que están bloqueando una nueva ola de productividad. Pero el dinero fácil es sólo un aspecto del Gran Gobierno, atrincherado como una nueva cultura gubernamental de rescates, salvamentos de mercado y estímulos constantes. Para reactivar la productividad, el gobierno debe replantearse su papel en la economía.

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