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Contener a China no es una opción viable

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04 de febrero de 2021 a las 05:26

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Por Martin Wolf

A diferencia de la Unión Soviética, EEUU y sus aliados tienen que cooperar y competir con su creciente poder ¿Cómo debería responder EEUU ante una China en ascenso? Esta es una de las preguntas más importantes que enfrenta la nueva administración estadounidense. Muchos estadounidenses sostienen que una forma de contención es factible. De hecho, este es uno de los pocos puntos en los que la administración de Joe Biden y su predecesor tienden a estar de acuerdo. También se puede ver la ventaja política: los enemigos comunes pueden unificar un país dividido. Pero, ¿es esta realmente una política viable? Creo que la respuesta es que no lo es.

Esta visión esencialmente de suma cero de la relación entre EEUU y China está contenida en el libro “The World Turned Upside Down” (El mundo puesto de cabeza) de Clyde Prestowitz. Él ha insistido en que: “No hay competencia entre el pueblo chino y el estadounidense”. Su objeción es más bien contra el Partido Comunista. Una visión similar impregna el artículo “The Longer Telegram” (El telegrama más largo), escrito por un “ex alto funcionario gubernamental” anónimo (en referencia al célebre “Telegrama largo” de George Kennan de febrero de 1946, el cual proponía la contención de la Unión Soviética). Este artículo también afirma que: “El reto más importante que EEUU enfrenta en el siglo XXI es el surgimiento de una China cada vez más autoritaria bajo el presidente… Xi Jinping”. El reto, ha argumentado, no es China sino su despótico Estado.

Yo me identifico con la ansiedad que impregna estas publicaciones. Las acciones de China en Xinjiang y en Hong Kong enfatizan su desprecio por los derechos humanos y por los acuerdos internacionales. Beijing amenaza la autonomía “de facto” de Taiwán y está expandiendo su dominio sobre el mar de China Meridional. En resumen, China se comporta cada vez más como una gran potencia en ascenso gobernada por un despiadado y eficaz déspota.

“The Longer Telegram” ha argumentado que la amenaza del intento de China por lograr el dominio global debe enfrentarse defendiendo una larga lista de vitales intereses estadounidenses: conservar la superioridad económica y tecnológica colectiva; proteger el estatus mundial del dólar estadounidense; mantener una abrumadora disuasión militar; prevenir la expansión territorial china, especialmente la reunificación forzosa con Taiwán; consolidar y ampliar alianzas y asociaciones; y defender (y, según sea necesario, reformar) el orden internacional liberal basado en reglas. Sin embargo, simultáneamente, el artículo ha hecho un llamamiento a abordar las amenazas globales compartidas, particularmente el cambio climático.

¿Es todo esto lograble? No, yo no lo creo. En primer lugar, China es un adversario mucho más poderoso que la Unión Soviética. Tiene una economía mucho más exitosa; un sector tecnológico más dinámico; una población mucho mayor; un sistema gubernamental más cohesivo; y un gobierno mucho más competente. El desempeño económico relativo de China ha sido asombroso.

Más importante aún es su potencial. China enfrenta enormes retos económicos. Pero no es necesario administrarlos tan bien para tener la mayor economía del mundo. En la actualidad, la producción per cápita de China (en paridad de poder adquisitivo) es un tercio de la de EEUU (habiendo aumentado del 8% en 2000) y la mitad de la de la Unión Europea (UE). Supongamos que esto se eleve a solo la mitad del nivel de EEUU para 2050. La economía de China sería entonces tan grande como las de EEUU y la UE juntas.

En segundo lugar, la economía de China está altamente integrada internacionalmente. Si bien esta representa una fuente de vulnerabilidad para China, también representa una fuente de influencia. El mercado chino ejerce una atracción magnética sobre una serie de países a nivel mundial. Tal como lo ha enfatizado el académico singapurense Kishore Mahbubani, la mayoría de los países quieren buenas relaciones tanto con EEUU como con China. Ellos no elegirán voluntariamente a EEUU en vez de a China.

Por último, durante las últimas dos décadas, y especialmente durante los últimos cuatro años, EEUU ha devastado su reputación de tener buen juicio, decencia, confiabilidad e incluso adherencia a las normas democráticas básicas.

Esto importa porque sus aliados serán cruciales en la prevista contienda. Tal como lo ha afirmado Jonathan Kirshner en la revista Foreign Affairs, “el mundo no puede fingir que no sucedió la presidencia de Trump”, particularmente su vergonzoso final.

Y, lo que es peor aún, ese aspecto de EEUU evidentemente todavía está vivo. EEUU solía hablar de la necesidad de que China fuera un actor responsable”. Pero después de la arrogancia del “momento unipolar”, de la guerra de Irak, de la crisis financiera y de la presidencia de Donald Trump, ¿se puede considerar a EEUU un actor responsable? Esto no pretende promover la desesperación, sino reconocer la realidad. Entonces, ¿qué pudiera hacerse?

En primer lugar, EEUU y sus aliados deben revitalizar sus democracias y sus economías. En cuanto a las economías, ellos deben proteger su autonomía tecnológica. Pero la forma más importante de hacerlo es revitalizando su infraestructura científica y tecnológica, incluso renovando la educación y alentando la inmigración de personas talentosas.

En segundo lugar, ellos deben defender los valores fundamentales de la adhesión a la verdad y la libertad de expresión contra todos los enemigos, nacionales y extranjeros (incluyendo a China). Además, deben unirse para hacerlo. No se debe permitir que China ataque e intimide a los países más pequeños, uno por uno.

En tercer lugar, EEUU y sus aliados necesitan renovar las instituciones de la economía mundial que crearon, y proponer nuevas reglas multilaterales que rijan el comportamiento de China y que también los rija a ellos.

En cuarto lugar, ellos deben dejar en claro qué intereses fundamentales defenderán, si es necesario por la fuerza.

Por último, y lo que es más importante, deben concentrar su atención, tal como lo ha hecho ahora Biden, en el proyecto compartido de proteger los bienes comunes globales para todos nosotros.

La relación de EEUU con China no es como la que hubo con la Unión Soviética. Sí, habrá mucha competencia, pero también debe haber una profunda cooperación. En la medida en que haya una guerra de ideologías, la libertad y la democracia del Occidente seguirán siendo más atractivas.

El verdadero reto al que se enfrentan no es China, sino la restauración de estos valores en casa.

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