Por María Eugenia Scognamiglio
Un tal Hasim Shabri del Banco de Desarrollo de Singapur me mandó un correo con el asunto “Una oportunidad para usted”. Dudé un segundo pero lo abrí, quién sabe qué decía ese mail, no podía borrarlo sin más.
Me escribió que el banco tiene sus inversiones en alza y que, casualmente, tengo el mismo nombre que un inversor que murió. Entonces me propuso, muy amablemente, trabajar en conjunto para asegurar los fondos del banco y que el dinero no quede sin dueño por no haberlo reclamado.
Él me ayudaría a dar los siguientes pasos para recuperar mis inversiones –bueno, las que hizo la otra María Eugenia–, solo debía responder el mail y aceptar su propuesta lo antes posible.
Algo extraño es que Gmail –la cuenta de correo en la que recibí este mail– no lo envió automáticamente a la carpeta de spam ni puso ninguna advertencia a este caso de phishing.
Esta práctica es habitual entre los internautas que quieren estafar a usuarios. Para hacerlo, se hacen pasar por una empresa u organización que, en general, son conocidas o de buena reputación e inventan un discurso para que la víctima le comparta sus datos personales y bancarios.
Para Hugo Köncke, gerente regional de Security Advisor, el phishing es “redituable” para los estafadores porque “envían 100.000 correos; si dos o tres caen, ya ganaron. Es un negocio hormiga”, comentó a Cromo.
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