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Corrupción o crisis económica: las estrategias de campaña de Macri y Cristina

Mientras el macrismo apuesta al rechazo que la clase media siente por el kirchnerismo, en la vereda de enfrente apuestan a que predominará el malhumor por los costos sociales del ajuste económico

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18 de febrero de 2019 a las 15:06

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Cuando se les pregunta a los funcionarios macristas por las elecciones de fin de año, responden con una seguridad absoluta que el presidente Mauricio Macri tiene ya garantizada su reelección. Lo cual no sorprendería, si no fuera por el hecho de que la Argentina atraviesa una dura recesión económica y el malhumor social supera su nivel día tras día.

Los indicadores negativos no son, precisamente, una buena propaganda electoral para la coalición Cambiemos.

Por caso, se acaba de conocer el dato sobre capacidad ociosa en la industria, que dio un impactante 43%, el peor registro desde la histórica crisis de 2002.

Al mismo tiempo, se conoció un relevamiento que indicó que cerraron más de 2.500 negocios en Buenos Aires, sólo en el mes de enero. Esto da un promedio de 82 cierres por día.

En ese marco, puede parecer extraño que el gobierno argentino mantenga el optimismo para las elecciones. Y sin embargo, los estrategas de Cambiemos argumentan que el electorado querrá evitar a toda costa un regreso del kirchnerismo o cualquier facción de tendencia populista.

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En ese sentido, las últimas semanas les han regalado noticias positivas. El alineamiento más o menos explícito del kirchnerismo con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela ha sido ampliamente festejado en el comité de campaña macrista.

Pero eso no es todo. Una de las grandes apuestas del macrismo es la erosión de la imagen de Cristina Kirchner y su espacio político por la sucesión de denuncias y escándalos por corrupción.

De hecho, Cristina pasará prácticamente toda la campaña electoral declarando en juzgados. El 21 de mayo dará inicio el juicio oral por presunto desvío de dinero de la obra pública, una de las seis causas en las que está procesada. Y antes deberá declarar como indagada en otra causa, la de “los cuadernos de las coimas”.

Lo que ocurra en ambos casos posiblemente marcará la rutina de Cristina Kirchner durante este 2019, porque se prevé que deberá asistir al tribunal todos los lunes y martes, a lo largo de todo el juicio, que durará hasta fin de año.

La imagen de la expresidente ingresando cada semana al edificio de la avenida Comodoro Py, rodeada de agentes policiales, es algo que en el entorno macrista creen que marcará la imposibilidad de un regreso kirchnerista.

Sobre todo, si continúan las revelaciones sobre la corrupción. En los últimos días, dos personas pidieron la condición de “arrepentidos” e inculparon a Cristina. Una de ellas es la viuda de Daniel Muñoz, el ex secretario privado de Néstor Kirchner. El otro es el contador de la familia Kirchner, Víctor Manzanares.

Ambos aportaron detalles sobre desvíos de dineros públicos a cuentas bancarias y compras de inmuebles en el exterior. Por ejemplo, la viuda de Muñoz dijo que parte de los 70 millones de dólares que su esposo había recaudado en concepto de sobornos había sido destinado a inversiones inmobiliarias en el archipiélago Turks and Caicos, un destino turístico top a 120 kilómetros de República Dominicana.

El kirchnerismo, entre la economía y el boicot a Netflix

La reacción del kirchnerismo ante esta situación fue la tradicional: acusan al gobierno de estar en connivencia con el poder judicial para montar un “circo mediático” basado en anuncios de alto impacto.

En los medios afines a la exmandataria, se difundió una denuncia contra Claudio Stornelli, el fiscal de la causa de los cuadernos. Un empresario afirma que el fiscal lo extorsionó, al dinero a cambio de no ser involucrado en la investigación por el pago de sobornos de la obra pública. 

A su vez, el macrismo y sus medios afines denunciaron que esa denuncia fue una “operación berreta” que se gestó en la cárcel donde se encuentran detenidos algunos de los ex funcionarios kirchneristas, incluyendo al ministro que se encargaba de la obra pública, Julio de Vido.

En ese clima de golpes y contragolpes por la temática judicial, la polémica tocó niveles de absurdo cuando un grupo de militantes K propuso un boicot a Netflix. La información que circuló en Buenos Aires era que el periodista Jorge Lanata estaba preparando una serie, mezcla de documental y ficción, titulado “Codicia”, en la cual se contaría la historia de la corrupción durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.

En Internet había circulado un “tráiler” en donde se veía a una actriz personificando a Cristina, así como a personajes que confesaron haber participado en hechos de corrupción, como el “valijero” Leonardo Fariña.

Lo insólito del caso es que cuando ya se estaba armando la convocatoria a desuscribirse de Netflix –se había instalado el hashtag #ChauNetflix en las redes sociales-, el servicio de streaming comunicó oficialmente que no conocía ninguna serie de Lanata y que no tenía nada que ver con el tema. Luego el propio Lanata confirmó que apenas se trataba de una idea en su fase inicial y que el famoso “tráiler” era una mini presentación con el ánimo de poder venderle el proyecto a una productora de gran presupuesto.

En ese marco de confusión, el debate interno del kirchnerismo está planteado en torno a si se debe confrontar con el macrismo por los temas de corrupción o si hay que poner el foco en los efectos sociales de la crisis económica.

Hasta donde se dejó trascender, Cristina prefiere la segunda opción. Algunos sondeos de opinión que le han acercado en las últimas semanas la convencen de ello: su nivel de imagen positiva empezó a crecer en la medida en que el malhumor social aumentaba.

Pero, sobre todo, un elemento que convence al kirchnerismo de que la economía debe ser protagonista de la campaña es la opinión de varios analistas en el sentido de que las denuncias por corrupción no tienen en la población el impacto que tienen en los medios.

“La incidencia es menor de la que uno supone. El tema de la corrupción entró en la agenda pero cuando fue visible, como cuando se vio la plata en los videos de La Rosadita o la caja de seguridad de Florencia”, dijo Pablo Knopoff, director de la consultora Isonomía.

Mientras que su colega Orlando D'Adamo opinó: “Las denuncias de corrupción pueden tener impacto muy fuerte en el segmento no kirchnerista, pero en el votante proclive al kirchnerismo no le cambia nada”.

Recreando los “relatos”

Las estrategias parecen claras para ambos. Sin embargo, en los dos bandos se empezaron a escuchar voces críticas que, curiosamente, van en un mismo sentido: no alcanza con criticar al otro, sino que se necesita “vender” un mensaje esperanzador para una población que necesita aferrarse a la ilusión de que el futuro será mejor.

Es por eso que en el macrismo se empiezan a ver discrepancias con la consigna que envió el “gurú” Jaime Durán Barba, que prefiere evitar los temas económicos hasta que no haya alguna buena noticia para dar.

Como señala Diego Dillenberger, analista en comunicación política, Macri dio señales de un cambio de estrategia al reunirse con economistas independientes, que en general son críticos de su gestión, para explicarles el plan económico.

“El giro en la estrategia comunicacional parece un dato menor, pero no lo es: es la primera vez en más de tres años que el gobierno trabaja la comunicación directamente sobre los líderes de opinión en busca de revertir expectativas”, afirma el analista.

En otras palabras, en el equipo oficialista hay quienes le dicen a Macri que hablar de la corrupción K no alcanza, y que es necesario comunicar que se corregirán los errores en economía, y que hay un plan de crecimiento que no se limita al duro ajuste impuesto por el FMI.

Pero también en el kirchnerismo hay debate interno sobre cómo enfocar el debate. Y empiezan a oírse las voces de quienes dicen que saturar la comunicación con indicadores económicos negativos del macrismo no va a ser suficiente.

Y las propuestas van también en el sentido de ofrecer un mensaje esperanzador hacia el futuro. El reclamo a los estrategas K es recuperar la mística. En definitiva, aggionar el viejo “relato” a los nuevos tiempos.

 

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