Diego Battiste

Crisis en partidos: “una bendición disfrazada”

Algo en común tienen Novick, Mieres, los blancos y los socialistas

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30 de marzo de 2019 a las 05:04

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En medio del lamento, siempre alguien tiene una voz de aliento. Veamos el ejemplo de lo que ocurrió en el Reino Unido poco después de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, cuando Winston Churchill perdió por paliza las elecciones generales del 5 de julio de 1945. Los laboristas habían ganado por 49,7% a 36% de los conservadores y aquella derrota fue un golpe duro para Churchill, que venía de celebrar gran triunfo político y militar.

En medio del impacto desconsolador, la esposa del líder británico Clementine intentó rescatar lo positivo: “tal vez sea una bendición disfrazada”.

Churchill no estaba sereno como para asimilar eso y respondió: “en ese caso, ¡está muy disfrazada!”. Y es que no era fácil encontrar algo bueno en medio de la batalla perdida. Pero en calma, tras la primera reacción de bronca, los que tienen inteligencia y coraje saben reaccionar y convertir el problema en una oportunidad.

Esta semana, dirigentes de varios partidos tuvieron tragos amargos, de los que en el momento de mayor bronca hasta dan ganas de bajar los brazos.

Novick sintió que su proyecto, al que destinó esfuerzo personal, pasión política, recursos financieros y esperanzas, se desarmaba como castillo de barajas.

Mieres y su partido sufrieron angustia al comprobar que la alianza construida hace poco tiempo era un laberinto cerrado.

Los blancos se alarmaron por un intruso que suma apoyos, que gana simpatía popular y que juega a “soplarle” dirigentes en todo el país.

En el Frente Amplio, los socialistas que dirigieron el partido durante todo este tiempo, se amargaron con la victoria de los ortodoxos marxistas que cambiarán la orientación política de esa corriente (y con miedo a “la purga”).

En efecto, todos tienen razones para preocuparse, y en algunos casos para alarmarse, pero no es motivo para bajar los brazos y abatirse, sino para actuar en serenidad.

A eso habrá que prestar atención en estos días, porque cuando esto pasa, es ahí donde se pone a prueba la calidad de los dirigentes.
Para los que sufrieron crisis o problemas de estos días, la “bendición disfrazada” que halló Clementine en aquella derrota electoral de 1945, es el tiempo que tienen para actuar. Es que se da en un plazo en el que pueden repensar jugadas y mover piezas.

El Partido de la Gente surgió en 2016 con el empuje de buena votación que había tenido Edgardo Novick un año antes como candidato a intendente en un lema creado por los partidos tradicionales. 

Cuando salió a la intemperie con ese impulso, fue en momentos en que el Partido Colorado estaba herido. Logró que muchos creyeran que estaba para competir en la liga mayor, pero eso era una ilusión: la realidad es que siempre fue un partido que para llegar al gobierno en 2019, sólo podía hacerlo coaligado a otros, y como aliado chico.

En un momento, la realidad se vería y eso comenzó a darse con el tiempo, y con la irrupción de Sanguinetti. También se dio por el desgaste interno de fricción con figuras que le reclaman dinero para la campaña como si fuera una canilla libre, y últimamente con la aparición de

Sartori, que  le llevó algunos dirigentes.

Todo eso fue debilitando al PG y creció el nerviosismo interno. Unos creyeron que se podía levantar mediante competencia interna, con la “inocencia” de pretender que Novick le financiara una campaña paralela a Zubía, para que le compitiera a él, y con el riesgo de que le gane.

Fantasía pura.

Zubía con el discurso de sheriff implacable ante los asaltantes había sido un aporte en popularidad, pero era un riesgo en sí mismo. Inmanejable, adicto a sobredosis de protagonismo, la crisis de relacionamiento era una cuestión de tiempo. Pero el fiscal jubilado no era su único problema

La fractura expuesta, frente al debilitamiento que ya venía, es para Novick una “bendición disfrazada”: repensar la estrategia a tiempo.

Convertir al partido en un movimiento dentro del Partido Colorado podría ser visto como un repliegue por fracaso, pero puede ser menos costoso que seguir así, y tener un final mejor. Es lo que deberá considerar el líder de ese espacio político, que todavía mantiene capital de popularidad razonable.

El Partido Independiente creó una alianza con socios que tienen objetivos diferentes a mediano plazo. El PI quiere incidir en un próximo gobierno. Los ex frentistas de Navegantes (Valenti, Andreoli, otros) quieren que pierda el Frente, pero mantienen la distancia de siempre con los blancos y colorados. Y Amado responde con la consigna: “¡ Ni ellos, ni los otros, nosotros!”. 

Dirigentes del PI dicen que no saben lo que quiere Amado, pero tampoco Amado sabe qué quieren los dirigentes del PI.

“La Alternativa” es funcional para los socios, pero no para el PI. Los riesgos de crisis en una alianza así son permanentes y muy probables, por eso el disparador de alerta de esta semana fue “la bendición disfrazada” para la gente de Mieres. Les estalló a tiempo para romperla e intentar recuperar posiciones perdidas en estos meses.

En el Partido Nacional, Sartori apareció como una especie de pacman comiendo agrupaciones chicas y permeables a ser conquistadas con financiamiento, sin necesidad de exponer ideas atractivas como plataforma de gobierno. El empresario no conoce el partido, no conoce el país, no tiene programa, no muestra asesores, no tiene movimiento con una dirección política, pero no precisa mostrar billetera para que los otros sepan que ahí hay dinero para la campaña. Con cara de jugador de pocker, ni se inmuta ante las críticas o los desprecios, derrocha simpatía y como por ahora no tiene discurso, sale a escuchar a la gente. Y siempre hay mucha gente que precisa ser escuchada.

No pudieron obstaculizar su precandidatura, porque no tenían regla estatutaria que permitiera eso, y ahora deben convivir con un intruso al que no pueden desalojar. La “bendición disfrazada” es que la irrupción sartorista fue a tiempo para reencauzar estrategias y considerar alianzas. Ahora enfrentan un desafío no menor y cada líder debe mostrar su capacidad de reacción con estrategia y esfuerzo.

También quedará claro quién se mueve por ideas y propuestas y quien se tienta con el aroma a tinta de billetes.

Y en el Frente, los socialistas renovadores que perdieron frente a los ortodoxos y sienten que se les quedan con su partido, tienen ocasión de ver cuál es la forma de trabajar mejor por sus ideas, que ahora no son las de quienes guiarán su partido: batallar adentro o buscar otro espacio afuera. 

Cuando lo que importa son las ideas, cuando el objetivo está claro, a pesar de los pesares, los brazos no se bajan y siempre se encuentra la oportunidad de revisar la estrategia. Veremos cómo lo hace cada uno. 

 

 

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