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25 de septiembre 2021 - 5:02hs

No alcanza con gritar “unidad” para lograr unidad política con afecto entre los que integran un partido, de modo de asegurar que se persigue un objetivo común. No alcanza con mostrar listas de números distintos para captar electores de variado espectro, y a la vez, no es creíble un lema político que agrupe expresiones de pensamiento que no puedan reunirse una plataforma compartida.

La combinación de esos conceptos, que exponen ante el votante a un partido que sea confiable en su accionar por estar dirigido por líderes que conviven con unidad, y que a la vez comprenda una oferta variada que le permita acoger sectores sociales diferentes, es una llave para la victoria electoral.

En la primera parte de este análisis (columna de la semana pasada) habíamos mostrado que el Frente Amplio ha “ordenado su casa”, con renovación de liderazgos, reencuentro de sectores “seregnistas”, que insinúa dejar atrás reproches cruzados por la derrota de 2019 y la pérdida de intendencias y municipios de 2020. Y, con un presidente que combina experiencia de negociación, oratoria firme, capacidad de diálogo con adversarios y manejo de planes de activismo partidario, puede mejorar mucho su accionar, y comenzar a construir una imagen de favoritismo.

Pero aclaramos que falta mucho.

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Mientras, cada partido desarrolla su estrategia. ¿Y qué lecciones deja la historia sobre victorias electorales?

Veamos un repaso.

***

Los blancos estuvieron divididos durante años, tanto como para crear lemas partidarios diferentes y votar separados. Frente al Partido Nacional liderado por Herrera estuvieron el Partido Blanco Radical o el Partido Nacional Independiente. Dentro o fuera del lema, la emoción ganaba a la razón, no lograban poner la divisa común por encima de diferencias sobre planes o políticas, y los colorados ganaban, ganaban, y seguían siempre en el gobierno.

Aquella fortaleza colorada se fisuró una vez, y fue derrota; fue en 1916 con la elección para miembros de la Constituyente que se votaría al año siguiente. La división entre Pedro Manini Ríos y José Batlle y Ordoñez fue aprovechada por los nacionalistas, que fueron el lema más votado.

Aquella hegemonía colorada se acabó en 1958 cuando los nacionalistas lograron unidad para votar juntos e incluso sumar otros sectores, como el movimiento ruralista de Nardone, y ganaron a un Partido Colorado que sufría el desgaste de una puja entre la 15 de Luis Batlle y la 14 de los hijos de Don Pepe.

Aprendiendo la lección del resultado de dividirse, los colorados ofrecieron un abanico amplio de opciones para 1966, con candidaturas para todos los gustos batllistas y riveristas: una fórmula de “derecha” con Gestido- Pacheco Areco, una renovación liberal con Jorge Batlle, una figura popular como Zelmar Michelini y un defensor de la matriz batllista con Amílcar Vasconcellos.

Eso fue diversidad y unidad, y ganaron el gobierno de nuevo.

Para la elección siguiente, los blancos tenían un caudillo popular arrasador, pero tan arrasador que casi no había espacio para otras opciones bajo el lema, y el Partido Nacional perdió en “variedad” o “diversidad” de oferta, lo que desalentaba a votantes blancos de derecha.

Con la restauración democrática de 1984 también fueron los colorados los que ofrecieron la mejor combinación de amplitud de propuestas en clima de unidad, porque el batllismo no quiso aplastar al pachequismo, sino que controló el partido, pero preservando la cohabitación política. Ganaron.

La elección siguiente sorprendió por el enfrentamiento entre Sanguinetti (que entendía que Tarigo era el mejor para tomar la posta) y Batlle (que asumía que era su hora y debía ser reconocido para eso). Mientras, entre los nacionalistas venía Lacalle de Herrera en un zurcido por partes, reunificando el Herrerismo, sumando corrientes blancas no herreristas (como Gonzalo Aguirre Ramírez) y cuidando los vínculos con Por la Patria y Movimiento Nacional de Rocha. Los blancos llegaron con la mejor oferta de diversidad y unidad, y ganaron.

Para 1994, los blancos llegaron con peleas por definición de candidaturas, pulseadas internas y con imagen de falta de unidad, mientras los colorados fueron con tres postulaciones fuertes, Sanguinetti, Batlle y Pacheco, y dejando de lado diferencias personales para poner el partido en primer lugar. Además, para ayudar a la “diversidad”, Sanguinetti había logrado que Hugo Batalla escindido del Frente Amplio, fuera su compañero de fórmula. Ganaron los colorados.

En 1999 fue bastante parecido, con un Batlle apoyado por todos los colorados y un Lacalle que sufría el teatro de drama de blancos enfrentados. Y para el balotaje de ese año, colorados y blancos sellaron un acuerdo de unidad política y programática, ante un Frente Amplio que venía con interna Vázquez-Astori y un enredo sobre propuesta de poner impuestos.

2004 es el ejemplo de mayor unidad y de mayor diversidad de un lema político electoral Hay muchos factores que explican cómo el Frente Amplio llegó al gobierno, pero es interesante ver la multiplicidad de listas que comprendían una oferta inédita de opciones políticas, para entender lo que pasó. Para 2004, el FA llegó al punto más alto de “oferta variada” en su propuesta electoral y listas de votación: anarquismo (567), socialismo (90), comunismo (1001), trotskismo (1968), cuarta internacional posadista (871), socialismo democrático (99000), tupamaros (609), socialdemócratas (2121), socialcristianos (PDC), batllistas (800), nacionalistas (1303 y 738), ambientalistas (2010), afroamericanos, católicos (PDC), umbandistas (727), masones (círculos vazquistas), pro-aborto (feministas), comunidad gay, pro marihuana libre, “seispuntistas” (326), movimientos pro-Charrúas, feministas, artiguistas (1813), araujistas (9393), vertientistas (77, ex GAU-IDI), zelmaristas (5205), radicales intransigentes (5271) … Todo, entraba bajo el paraguas del FA.

Recién en 2019 los partidos fundacionales llegarían con un plan estratégico para ganar: recomposición de unidad entre los blancos, buenos lazos de amistad con los colorados, asociación con un partido de centro izquierda (PI) y anotación de coincidencias programáticas para ofrecer un plan de gobierno común a varios partidos. Lacalle Pou fue el autor del plan, y fue el ganador (ante un Frente que llegaba desunido, sufriendo heridas por cuestiones internas y con pérdida del balance de diversidad, por la fragmentación del troncal político de centro izquierda).

Los tres grandes lemas ganaron elecciones: colorados, blancos y frenteamplistas supieron encontrar la fórmula y ganar. En el camino hacia 2024, el Frente Amplio está zurciendo unidad y reordenando la oferta variada, lo que exige a la “coalición multicolor” una mejora sustancial en los lazos internos, porque sin darse cuenta, comienza a dar una ventaja. l

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