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Cuando un kilo de pan costaba 233.000 millones de marcos en Alemania

A cien años de la extrema devaluación de la moneda, la imprenta federal del país recuerda el proceso inflacionario que selló el destino de la República de Weimar y abrió paso a Adolfo Hitler
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23 de marzo de 2023 a las 05:04

El 28 de junio de 1919, cuando se firmó el Tratado de Versalles, la sociedad alemana sufrió una profunda humillación. Los países vencedores de la Primera Guerra Mundial declararon responsable al Reich de haber provocado el conflicto. Los aliados se quedaban con parte de su territorio, el país perdió sus colonias y sus fuerzas armadas fueron reducidas a una mínima expresión. Como si fuera poco, los triunfadores imponían severísimas reparaciones económicas de guerra para compensar a Francia y Bélgica, y en menor medida al Reino Unido.

Desde entonces, los débiles gobiernos de la reciente República de Weimar tuvieron que lidiar con una creciente inestabilidad política, el rápido avance del nacionalsocialismo y las dramáticas consecuencias sociales de una contienda que había dejado un saldo de 10 millones de muertes y unos 20 millones de heridos en toda Europa. Desocupación y miseria eran las constantes en Alemania. El Estado estaba quebrado y la infraestructura del país casi en ruinas.

Sin bien los representantes alemanes que asistieron a la Conferencia de Londres de 1921 procuraron que se redujeran las cantidad exigidas como reparación en Versalles, las potencias vencedoras establecieron un monto de 132.000 millones de marcos oro, cantidad que superaba largamente las insignificantes reservas de oro con que contaba el Reich.

Ante la resistencia del país a aceptar, París y Bruselas amenazaron con ocupar militarmente y en forma definitiva la región del Ruhr, el corazón de la industria pesada alemana, si Berlín no se aceptaba la indemnización exigida. La amenaza fue acompañada por otro ultimátum: el primer pago, de 1.000 millones de marcos oro, se debía hacer efectivo en menos de un mes.

Para entonces, Alemania no solo no podía pagar. La masa monetaria en circulación ya se había quintuplicado. La salida que encontró el gobierno fue imprimir cuantos billetes podía. La situación, finalmente, acentuó la ya alta inflación que se verificaba desde el inicio de la guerra y disparó una brutal hiperinflación.

A cien años del inicio del fenómeno, que marcó la historia, la imprenta federal del país recuerda por estos días la extrema devaluación de la moneda, ocasión en la que la depreciación determinó que el billete de más alta denominación tuviera un valor nominal de 100 billones de marcos. En noviembre de 1923, un kilo de pan de centeno costaba en Berlín 233.000 millones de marcos, y un kilo de carne de vacuno unos 4,8 billones.

La moneda perdía valor prácticamente minuto a minuto. Para entonces, los alemanes cargaban para hacer las compras con canastas y carretillas repletas de billetes, mientras los chicos construían barriletes con el papel moneda.

Con la economía quebrada, el Estado, presionado por las deudas internas y las reparaciones impuestas, imprimía papel moneda para pagarle a sus acreedores, y cada nuevo billete tenía un valor nominal cada vez más alto. Sólo entre el 25 de julio y el 26 de octubre de 1923, la imprenta del Reich, predecesora de la actual imprenta federal, emitió un total de 28 tipos diferentes de billetes.

La denominación más alta que se utilizó desde aquella época hasta hoy fue un billete de 100 billones de marcos -es decir: 100.000.000.000.000-. En el propio papel, por una cuestión de espacio, se prescindió de la cifra escrita con todos sus ceros.

Según escribe en su libro "100 años de imprenta federal" el historiador Gerd Gnewuch, "en el verano de 1922, la imprenta del Reich pasó por la necesidad a imprimir billetes en rollos de papel continuo mediante máquinas rotativas”. Las cuestiones de protección contra falsificaciones eran secundaria.

Aunque la imprenta del Reich cuadruplicó el número de empleados en ese periodo respecto a su plantilla anterior a la Primera Guerra Mundial hasta alcanzar unos 12.000 trabajadores, el personal seguía siendo insuficiente para imprimir las enormes cantidades de dinero requeridas. Tampoco alcanzaban las máquinas impresoras y las instalaciones.

En ese contexto, el gobierno encargó a 60 empresas privadas, como imprentas auxiliares, la producción de dinero, según se explica en "Identidad y seguridad. De imprenta estatal a socio para una digitalización segura. La historia de la imprenta federal desde 1763 hasta hoy", un libro de los historiadores y economistas Michael Kamp, Linda Stieffenhofer, Mascha Stähle y Thomas Forstner.

Además, la imprenta del Reich necesitaba tanto papel para la producción de papel que se vio obligada a alquilar locales y edificios adicionales para almacenarlo. En el pico de la hiperinflación, en los tres últimos meses de 1923, se procesaron 5,5 millones de kilos de papel para hacer billetes, frente a 3,5 millones de kilogramos en el mismo periodo del año anterior.

Finalmente, el entonces canciller del Reich, Gustav Stresemann, puso fin al exceso de billetes con la introducción en noviembre de 1923 de un nuevo instituto de emisión, el Rentenmark, que comenzó a emitir una moneda de transición, el Tentenmark, cuya unidad al cambio correspondía a 1 billón de los anteriores marcos de papel.

Los primeros billetes fueron entregados por la imprenta del Reich en diciembre de 1923 y la vertiginosa devaluación del dinero llegó a su fin, como así también el enorme volumen de producción de la imprenta, que redujo su personal a unos 3.900 trabajadores. ¿La clave? Alemania no amparó la nueva moneda con existencias en oro, sino con una hipoteca sobre los bienes raíces y el capital industrial y comercial del país.

Diez años después, la brutal devaluación de la moneda, que dejó a la inmensa mayoría de los alemanes en la pobreza y alentó el mercado negro, abrió el camino para que Adolfo Hitler llegara al poder, terminara con la constitución que dio origen a la República de Weimar y concentrara todos los poderes del Estado en su persona. El sueño imperial de la Alemania nazi estaba en camino. Hitler, tras el incendio intencional del Reichstag del 27 de febrero de 1933 se consolidaba como un dictador. Se abrían así las puertas a uno de los capítulos más ignominiosos de la historia humanidad.

(Con información de la agencia de noticias EFE)

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