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Cuidado con el después: el artículo de The Economist que mencionó Lacalle Pou en la conferencia

El texto plantea las distintas problemáticas que surgen alrededor de la vacunación en distintos países, el comportamiento de los ciudadanos y las actitudes de los gobiernos
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23 de enero de 2021 a las 17:39

Durante la conferencia de prensa de este sábado en la que el presidente Luis Lacalle Pou informó detalles sobre la compra de las vacunas contra el coronavirus, fue consultado sobre la efectividad de la vacuna Sinovac, y si genera alguna incertidumbre a la hora de cerrar la negociación y por qué finalmente se concretó con el laboratorio que la produce.

El presidente respondió que este mismo sábado había leído un artículo en The Economist que hace referencia a las distintas mediciones sobre la vacuna mencionada. "Insisto. Nosotros no compramos ninguna vacuna que no esté aprobada", dijo. "Tienen características distintas. La Sinovac es de la forma en la que estamos más acostumbrados y seguramente sea la que tenga menos efectos posteriores negativos. La de Pfizer ya han informado y hablado sobre la efectividad. Todas son buenas vacunas, recomendadas y aprobadas", agregó.

El texto al que hacía referencia el presidente se titula La maratón de la vacunación para el covid 19, y señala: "Incluso cuando los gobiernos se apresuran a realizar la vacunación, deben estar atentos a lo que viene después".

"Se ha descrito como una carrera entre infecciones e inyecciones. Si es así, las infecciones siguen ganando. Se registran alrededor de 5 millones de casos nuevos de covid-19 por semana en todo el mundo. Cuando llegamos a la imprenta, unos 51 países habían comenzado a administrar vacunas, según Our World in Data, un sitio web; durante la semana anterior, se habían vacunado 17 millones de personas, pero el total mundial de dosis todavía estaba por debajo de los 50 millones. Solo cinco países habían administrado la primera dosis a más del 5% de su población", señala el texto.

Agrega que el esfuerzo de inoculación está generando frustración en países como Francia, que tuvo un comienzo lento, y regocijo en Gran Bretaña, que hasta ahora lo ha hecho bien, pero que "tanto la desesperación como la alegría son prematuras", ya que "pasarán muchas cosas en los meses anteriores a que la mayoría de los países creen suficiente inmunidad para suprimir la propagación del virus" y que durante esa espera, mucho del éxito va a depender de qué tan exitosamente los gobiernos manejen los bloqueos.

Tal como se ha dicho infinidad de veces, mientras se aguardan los suministros de vacunas, el mejor aliado para evitar los contagios es el tapabocas y los distintos cierres que cada país implemente. Así también lo entiende The Economist. 

Y por eso también advierte que "el modelo de Gran Bretaña sugiere que los beneficios de la vacunación tardarán en aparecer en las salas de cuidados intensivos. Estos están llenos de personas en sus 50 y 60 años porque los mayores que esto a menudo son demasiado frágiles para los ventiladores y otras intervenciones. Cuando las salas de cuidados intensivos están llenas, la mortalidad es una cuarta parte más alta de lo esperado".

Y he aquí otro de los inconvenientes que plantea The Economist. "Los bloqueos imponen una carga a la libertad y un alto costo financiero. Por lo tanto, aumentará la presión para que las personas vacunadas puedan moverse libremente, incluso si al principio serán demasiado pocas para hacer una gran diferencia en la economía. Si los gobiernos ignoran los pedidos de 'pasaportes de vacunas' para permitir esto, es probable que los vacunados cambien su comportamiento independientemente. Algunas empresas pueden introducir sistemas informales. Para que los pasaportes de vacunas tengan sentido práctico, los epidemiólogos deben comprender qué tan bien la vacunación detiene la propagación de la enfermedad en las personas, porque sería dañino si aquellos que estaban a salvo infectaran a otros todavía no recibieran una vacuna. Los primeros trabajos de Israel, que han inoculado una mayor proporción de su población que cualquier otro país, sugieren que la vacuna Pfizer-BioNTech de hecho ralentiza un poco la transmisión, pero se necesita más investigación para informar un régimen de pasaportes eficaz".

El artículo plantea también la importancia de que la vacunación debe ser "gratuita para ricos y pobres por igual, y debe asignarse según la eficacia y la necesidad clínica", lo que también puede ser "difícil de conciliar con el requisito de no desperdiciar suministros escasos".

Por último, y porque nada es tan sencillo con respecto a la vacunación y sus efectos en los comportamientos, The Economist plantea que "si las personas vacunadas pueden deambular, las personas con inmunidad adquirida clamarán por la misma libertad: después de todo, no son más infecciosas. Sin embargo, las pruebas de anticuerpos no son fiables. No está claro cuánto tiempo dura dicha inmunidad o, en individuos, cuándo realmente contrajeron la enfermedad y el reloj comenzó a correr. Algunos temen las implicaciones para la privacidad si el estado puede controlar la salud de los ciudadanos. En principio, los pasaportes de vacunas son una buena idea. En la práctica, los gobiernos se enfrentan a una serie de preguntas, algunas de las cuales solo pueden responderse mediante más investigaciones epidemiológicas. Necesitan empezar a trabajar en ello hoy".

 

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