Camilo dos Santos

Damiani: “Valoro enormemente la lealtad; el mundo está lleno de hipocresía”

El expresidente de Peñarol habló de su vida, sus hijos, sus nietas, cómo sobrellevó su enfermedad, su trabajo como cónsul de Marruecos, su pasión por la pintura y el deporte, el poder, el ego y la felicidad

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10 de noviembre de 2019 a las 05:00

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Juan Pedro Damiani vive su presente con más tranquilidad. Alejado de los micrófonos, sigue igual a Peñarol y habló con Referí de toda su vida, desde su niñez cuando fue monaguillo a este presente de emprendedor que siempre piensa en algo nuevo para hacer.

¿Cómo se define?

Soy una persona amiga de sus amigos, leal, trabajador, un gran emprendedor y que siempre tengo que tener algo por luchar en la vida, por conquistar. La vida para mí es un desafío. Y soy muy sentimental aunque parezco que no lo soy. Me reúno con amigos de toda la vida los lunes a jugar al fútbol y a comer un asado.

¿Cómo fue su infancia?

Feliz. Tuve unos padres espectaculares, unas hermanas fantásticas y no me puedo quejar. Sí después con el tiempo, con algún tipo de presión por todo lo que era mi viejo. No es fácil ser el hijo de un hombre potente, fuerte. Es tan así que me escribió una carta cuando tenía dos años, llena de amor pero también de presión, en la cual me decía que yo era el único varón. De otra época. Mi madre, con una sabiduría muy grande, nunca me la dio. Después que ella falleció en 2010, apareció esa carta y la pude leer. Una carta fortísima porque el viejo era muy exigente con él y con sus hijos. Su historia de vida era de una persona de clase media alta que se quedó sin padre a los siete años y se tuvo que hacer a sí mismo. Con años de terapia que hice después que falleció mi viejo, me di cuenta que seguramente él me trasladaba su vida y yo pensaba que era mi misma vida,  porque yo nací en una situación totalmente distinta a la que él vivió después de los siete años.

Camilo dos Santos

Tenía entendido que le habían dejado dos cartas.

Es cierto. La otra que él escribió cuando yo tenía cuatro, era una carta como que yo le escribía a él. Extraordinaria. Seguramente por el temor que tienen todos los padres cuando uno tiene hijos chicos que les pueda pasar algo y no poder darle un montón de cosas. Me llevaba muy bien con mi viejo, nos queríamos mucho. Hicimos una vida muy de compañeros. Tenía un gran sentido del humor, muy familiero y escribía muy bien.

¿Qué admiraba de su papá?

La gran capacidad que tenía para ver las cosas antes que sucedieran –eso lo heredé bastante de él– la percepción de la gente, su gran capacidad de trabajo y lo familiero. Bien italiano. También amigo de los amigos.

Y si tuviera que decir algo que no le gustaba de él, ¿qué sería?

Tu padre es tu ídolo cuando sos niño. Después, cuando vas creciendo, pensás que no tiene razón en muchas cosas y luego cuando él ya no está y creciste, decís “puta, qué razón tenía”. Y me ha pasado mucho. No veía o no puedo ver defectos. Seguramente entre los 17 y los 30 años yo pensaba que me las sabía todas. Se lo repito a mis hijos: “Van a ver que después se van a dar cuenta que yo tenía razón en muchas cosas”. Son las cosas lindas de la vida.

¿Qué papel jugaba doña Gladys, su mamá?

La vieja era el cable a tierra, una señora de las de antes, de perfil bajísimo. Papá viajaba mucho por su trabajo y ella siempre dejaba ordenada la familia. Tenía una sabiduría bárbara. No sé si ahora las mujeres tienen esa sabiduría que tenían las madres o las mujeres de antes. Hoy está todo tan confuso… Preservaban la familia, tenían más aguante del que tienen ahora las mujeres, las personas. Antes había más compasión, se era más comprensivo. Ahora es todo muy rápido, todo te va llevando al consumo, a la necesidad de tener las cosas. Es un mundo capitalista que te lleva a ver y a ver y a ver. Una madraza. Había más tiempo también. Mi vieja no trabajaba afuera, lo hacía en casa. Este mundo lleva a que por necesidad, las madres no estén presentes en la crianza y ahí hay una falta en la sociedad. Seguramente los chicos no se críen con su madre o su padre. Y hay otras cosas.

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¿Y eso piensa que puede degenerar en algo negativo?

Sí, no hay tanta contención como antes. El barrio de antes enseñaba muchísimo. Lamentablemente hoy hay cosas que no se veían: las drogas, las malas compañías, la inseguridad. Antes, entre la madre y el barrio, era una manera de galvanizar a los niños.  Pero bueno, es otro mundo. Yo me acordaba que los mayores de uno siempre decían que lo de antes era mejor y ahora somos nosotros quienes lo decimos y seguramente en el futuro lo dirán mis hijos.

¿Usted fue monaguillo?

Sí, ayudaba en el Seminario al cura Nin en la misa. Tengo los amigos, los valores. Todo los saqué de allí. Lo ayudábamos con las ostias.

¿Lo aburría?

No. Estaba en un colegio católico y había misas casi todos los días. Ya ni me acordaba que había sido monaguillo, pero la formación de los jesuitas, la recomiendo.

¿Cómo era aprender allí?

Teníamos al Macho Valls como profesor que si te veía distraído te tiraba con la tiza o el borrador. Nos educaba. No era que nos maltrataba. Y salimos todos bien. Hoy no se podría hacer. Una vez escuché a Ruggeri decir “mi mamá no me pegaba, me educaba”. Y también tuvimos al profesor Martínez, muy estricto, ese te pegaba con la regla. Y si había algún problema te encerraban en un cuarto para que te agarraras a piñazos. Si lo extraopolás a hoy te dicen: “¡Uy, qué barbaridad!”. Pero era buena disciplina. Me gustaba ese mundo.

¿Hoy profesa la religión?

A veces voy a misa. Creo en Dios, pero a veces soy tan racional que me encantaría tener una fe más fuerte. Cuando pasa el tiempo y ves que se va acabando la vida, seguramente te hacés más creyente. Estoy convencido que la religión tiene mucho que ver con que los seres humanos sabemos que somos finitos.

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¿Tenía ídolos futbolísticos de chico?

Sí, Ladislao Mazurkiewicz. Lo adoraba y con las cosas de la vida, después pude convivir con él. Figueroa era muy querible también. Y con el tiempo, Fernando Morena, a quien disfruté mucho en la cancha y en el club. Eso fue una de las cosas buenas que pude hacer en el club: traer a ese gran ídolo en el cargo que está. No exponerlo como técnico ni como ningún fusible. Morena le había dado tanto al club, que había que hacerlo parte del club, pero sin exponerlo a la guillotina de los resultados. Rogério Ceni fue ídolo de Sao Paulo, fue técnico y lo echaron a los tres meses, porque el fútbol es muy ingrato. Me parecía que a Fernando había que protegerlo, porque ya había sido técnico.

¿Qué significan los amigos en la vida?

Muy importantes. Hay una cosa que valoro enormemente que es la lealtad, para mí es clave y como contraposición, me mata la hipocresía y el mundo está lleno de hipocresía, más en este mundo en el que se dice lo correcto, se juzga a las personas. Por eso valoro a la gente que está siempre, no a los amigos del campeón. El mundo está inundado de hipocresía. Todos los que hablamos de cierta cosa, a veces no miramos para adentro. Es una de las peores cosas que hay y la lealtad, de las más lindas.

Cuando era chico, jugaba en Maeso con Osvaldo Giménez.

Nos cambiábamos en la camioneta del papá de Osvaldo. Él jugaba bien y yo de 9. Me llevaron al Maeso en la Liga Palermo. Era una escuela de vida.

También jugó en la Liga Universitaria.

Ahí defendí al Guillermo Nin, el nombre del cura que nombré hace un rato quien murió muy joven. Salimos campeones, ascendimos. Jugaban Luis y Jorge Cubilla, los hijos del Negro Cubilla. Teníamos un cuadrazo.

Usted tenía un apodo fuerte.

Sí, El Matón me decían. Era peleador (se ríe). Era El Matón.

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Hoy contaba que hizo terapia cuando falleció su padre. ¿La recomienda?

La verdad es que no creía, pero sí, lo recomiendo. A mí me sirvió. Decía: “Pagar para que te presten el oído”, pero no, empezás a ver un montón de cosas muy interesantes. Seguramente hubiera sido una persona mejor y con menos equipaje si hubiera hecho terapia de joven.  La recomiendo. Me ayudó muchísimo.

Sigue haciendo spinning todas las mañanas.

Sí, pero ahora empecé natación con un profesor, Jorge Gnazzo, y hago 3.000 o 3.500 metros todas las mañanas. Hago tres veces por semana natación, voy muy temprano y la recomiendo porque es espectacular. Los fines de semana hago spinning en un gimnasio en casa. Dejé un poco el boxeo, hago bolsa, pero para moverme un poco. El deporte para mí es vital. Corrí dos maratones en Nueva York y París, pero con los años, la espalda me está pasando factura y la estoy recuperando con acupuntura con un capo como el Dr. Montero. Descubrí hace tres meses la natación y me hace muy bien para la cabeza. Me limpia. Te sentís sedado después, como que te baja la presión.

¿La gente lo reconoce?

Siento un cariño espectacular de la gente del fútbol. Tengo más el cariño ahora que antes, siento un agradecimiento. El otro día me pasó una cosa muy linda: fui por primera vez con mis hijos al Campeón del Siglo a ver el partido contra Plaza Colonia pero a las butacas. ¡Mucho mejor que el palco! Divino, una sensación única compartir con todos los hinchas.

Franco, su hijo chico, ¿se puede decir que fue el más favorecido porque lo tomó a usted en un momento especial de su vida?

(Se emociona). Sí, es el hijo de la sabiduría. Porque si pudiera haber pensado las cosas que me perdí con los hijos mayores por la incertidumbre o por tratar de diferenciarme y hacer mi propio camino laburando como un caballo –a pesar de que mucha gente dice que tuve la suerte de tener a mi padre–, hubiera estado siempre. Me perdía cosas que hoy no me pierdo ni loco. Lo que pasa es que cuando tenés 29 o 30 años, uno no sabe lo que te va a pasar en la vida. Me perdí fiestitas y esas cosas que hoy no me pierdo. Ningún acto de mi hijo chico. Por eso es tan mágica la vida. Si uno pudiera poner rewind para atrás, olvidate, no me hubiera perdido nada de mis hijos. Pero en ese momento no sabía qué me iba a deparar el futuro. Vos pensarás que es un verso que te estoy diciendo con mi situación económica, pero no, cada uno debe tener su vida y desafío propios. Y eso lo aprendí mucho en la terapia: ¿por qué corría tanto? Quizás el estadio me ayudó mucho a apropiarme de muchas cosas mías.

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¿Capaz que corría para alcanzar algo?

O para diferenciarme. Siempre me gustó tener mi vida propia. No es fácil tener un padre que hizo lo mismo que vos y lo ha llevado muy bien Luis Lacalle, por ejemplo. Lo hablé con Mauricio Macri cuando le fui a comprar a Alphonse Tchami y después hablamos de la vida y él trataba de diferenciarse porque él eligió ser y no tener en la vida. Se mandó a Boca y después a la política, buscando su espacio porque tenía un padre muy fuerte en lo empresarial.

Y el grado de amistad que tenía con él, ¿lo sigue teniendo?

Claro, lo que pasa es que ahora como presidente de la República, prácticamente no tiene vida porque esos cargos son muy absorbentes. Le mandé mensajes, lo invité al estadio. No es fácil. Seguramente ahora volviendo al llano, lo veré más seguido.

¿Piensa que se equivocó en su gobierno?

Es un tipo muy capaz, fue muy valiente. Fue difícil. Es difícil juzgarlo. Hizo un montón de cosas bien que se las van a reconocer cuando pase el tiempo. Hizo muchas obras en la ciudad de Buenos Aires. Todo el mundo habla que quizás debía haber dicho la situación que tenía, pero no es fácil estar en esos cargos. Hay que ser bicho político. Yo estaba entusiasmadísimo y pensaba que gente con esa gestión iba a hacer historia, pero al final me di cuenta que tanto en fútbol como en política, hay que ser bicho. En ambas cosas, no siempre dos más dos es cuatro. A veces es cuatro. Puede ser 18, 19. Tenés que ser un bicho de eso. En el fútbol manejás pasiones y cuando manejás un país, un montón de variables muy sensibles.

La gente lo que más le reprocha es el modelo económico.

Sí, la verdad es que los indicadores económicos no anduvieron bien. Me sorprendió porque son gente que tiene claro cómo funciona el mundo. De repente le falló ser más político, qué se yo. Pero es tan fácil hablar desde la tribuna, hay que estar ahí. Por eso te hablaba de la hipocresía.

¿Cómo es como abuelo?

Muy bueno. Estuve hace poco buscando un reloj cucú para mi nieta mayor. Me costó un montón conseguirlo. Lo conseguí y estaba encantada. Tengo cuatro nietas, todas mujeres. Todavía no vino el varón, es parecido a lo que le pasó a mi padre hasta que llegué yo. Pero son un encanto.

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Capaz que en otro momento no tenía el tiempo para dispensarle a ellas.

No. Pero yo tengo que seguir haciendo cosas. Estoy haciendo con mis hijos un distrito en Carrasco que va a ser un paradigma. Quizás decís, ¿por qué siempre hace cosas? Porque forma parte de los desafíos, de mantenerte vivo. Tengo a mis hijos que me dan la tranquilidad de seguir trabajando, pero no con la intensidad de antes. Me pude pacificar con un montón de cosas. Formaba parte de estar arriba de un cráter como era Peñarol y yo lo tomé en una situación muy diferente. Yo no iba a decir nada para atrás por la enorme figura que había sido mi padre como presidente y aparte era mi padre. Creo que el club tiene que proteger a las figuras que estuvieron en el pasado y que en el acierto o el error, hicieron cosas por el club. Lo más importante es el legado, la siembra. En eso estoy recontra en paz. Le di al club los mejores años de mi vida, no tengas duda y lo he hecho con gusto. Una de las cosas más importantes de mi vida, es el club. Me dio todo: pasión, conocer el mundo, otras realidades, ser más sensible. Estoy recontraagradecido con el fútbol. Hay que tener sueños y no sueño.

¿Cuál es el valor del tiempo?

Es único y el tiempo cada vez vale más vale. Porque cuando eras joven, el tiempo no te importaba. ¿No se te hacían eternas las vacaciones? Y después se te va volando. El tiempo y la salud no se compran con plata.

Hablando de salud, ¿usted tuvo un cáncer? ¿Cómo lo vivió?

Dicen que todas estas enfermedades vienen por un estrés grande. No le puedo echar la culpa al club de eso. Por suerte lo agarré a tiempo. Para mí es un olvido, ya está. Por eso te dije que dejé los mejores años de mi vida en el club, y la tuve que remar, porque no había juveniles, infraestructura, plata, jugadores. No sé cómo banqué tanto, pero estaba convencido hacia dónde iba. Si hubiera estado en la sencilla, agarraba por el atajo. Pero sabía que el club tenía que ir hacia otra cosa. Por eso te decía que lo importante es el legado.

¿Cómo sobrellevó esa enfermedad?

Al principio, cuando te pasa eso, pensás que no te puede pasar a vos. Pero después me dijeron que agarrado a tiempo, se podía solucionar. Me operaron y fue un enorme aprendizaje de la vida. Es como cuando ves un choque en la carretera, andás despacio al principio y después aceleras.

¿Qué es el poder?

Es el mecanismo que se tiene para modificar conductas. Lo leí en un libro y es una buena definición. Dicen que el poder cada vez es más efímero.

¿Y usted cómo lo maneja?

Yo no sé si tengo poder. Cuando estás en el fútbol, por lo que significan en la República Peñarol o Nacional, te dan poder, visibilidad.

Y el ego, ¿cómo lo maneja?

Es el gran drama de los hombres, de todos. Es lo peor que te puede pasar en la vida. Porque el ego te hace ser omnipotente, ser peor persona y rompe todas las cosas. Es de las peores cosas que puede tener el ser humano, pero todos lo tenemos, en mayor o menor grado. El que diga que no tiene ego, miente. Pero esos egos, son los que generan los grandes conflictos en las familias, en la sociedad, en las instituciones, en los países.

¿Cómo llegó a ser cónsul de Marruecos?

De casualidad. Estando en el Mundial de Francia 98, me presentaron al presidente de la Federación de entonces que era el príncipe de Marruecos. Y después el embajador de ese país en Argentina me nombró cónsul honorario. Generalmente no tengo mucha actividad porque hay pocos marroquíes acá, pero siempre estamos para darle una mano a ellos. Es un país hermoso, con un potencial enorme, mayor productor de fosfato y de fertilizantes del mundo y mucho turismo. También facilitamos la visa para los uruguayos que viajan hacia allí en relación con la embajada en Argentina.

¿Cómo le pegó el haber sido salpicado por los Panamá Papers?

Mucho dolor, pero me agarró en un momento de la vida en el que yo sabía quién era y quién no era. Algo totalmente de época. Por suerte, siempre supe lo que soy y lo que no soy. Y mis amigos y mis clientes, también. Esas situaciones que no son lindas vivirlas, son buenas para limpiar la agenda telefónica, pero en mi caso no tuve que hacerlo porque la gente me respondió muy bien.

¿Se aprende de los enemigos también?

Esos no son enemigos, fue un cambio de época y lo que es legal, parece ilegal. Y por suerte quedó demostrado que no había ninguna ilegalidad.

¿Pero tiene enemigos?

Hay mucha gente que piensa que uno puede ser exitoso por una posición económica y yo creo que no. Lo digo de corazón. Se es exitoso cuando sabés lo que querés, cuando sos feliz, cuando los que te rodean, te quieren. Yo conozco mucha gente llena de valores materiales y cuando se van a dormir, seguramente se deben sentir vacíos. No sé si tengo enemigos. Como dicen: a los amigos no hay que darle explicaciones y los enemigos, si los tengo, no las creen.

¿Qué es la felicidad?

La felicidad es lo más parecido a la tranquilidad. Cuando vos estás tranquilo, sos feliz. No tener problemas, eso es la felicidad. Después que nado, tengo una sensación de tranquilidad y felicidad, o cuando como pizza y fainá todos los viernes en casa con mi familia, o cuando veo una serie de Netflix, o cuando leo un libro. Mucha gente piensa que la felicidad tiene que ver con las cosas materiales. No es así. Ayer fui a un asado que hizo uno de mis hijos con mis nietas y fue hermoso. No hay nada material, que me quite el sueño. Me gusta la pintura, he pintado también.

Camilo dos Santos

¿No expuso?

No. Ahora tengo ganas de empezar a pintar de nuevo al óleo. Pinto caras y manos sin los ojos, como Alfredo Zorrilla. Tendría que hacer terapia para ver qué significa. Hace 15 años que lo hice, pero dejé y ahora quiero volver a hacerlo.

Tuvo muchas alegrías como presidente de Peñarol. ¿Cuál fue su mayor frustración?

El  día que no ganamos la Copa Libertadores. Esa fue una frustración enorme. A veces con Diego Aguirre y Osvaldo (Giménez) decimos, “tenemos que volver para ganarla”. Era ese momento. El partido acá me frustró enormemente. Podíamos haberlo ganado acá. Y cuando Plaza Colonia nos ganó el título del Clausura en el Campeón del Siglo, fue una puñalada. Se había inaugurado hacía poco el estadio. Quedé muerto ese domingo de lluvia. Me dolió tremendamente. Por suerte hoy el Campeón del Siglo es una caldera y la estadística está muy bien.

¿No vuelve como presidente a Peñarol?

Para mí es un ciclo felizmente cerrado, pero nunca voy a dejar tirado a Peñarol. Hay mucha gente capaz para seguir adelante en el club. Bah, cuatro o cinco personas para seguir con esta bandera. En mi cabeza no está volver. Pero si veo que Peñarol corre riesgos, trataría de convencer a esas personas que están capacitadas para transformar al club.

¿Quiénes son esas personas?

Jorge (Barrera), Catino, Alejandro Ruibal y Juan Salgado. El primero es Jorge.

¿Se arrepiente de algo?

El que dice que no se arrepiente sería torpe. Te arrepentís. Claro que has hecho cosas mal en la vida. Pero después  no vale la pena arrepentirse porque después que ya está, pensás, “fue una mala decisión”. Yo cuando me largo, me largo y no me mortifico. Pero claro, cómo no te vas a arrepentir.

Cuando ve que Nacional y Peñarol pelean por el decanato, ¿qué opiná?

Es un pelotudez total y que solo se da acá. No conozco clubes tan grandes en todo el mundo que peleen por eso. Se instaló hace unos 20 años. Todo el mundo se pelea por ver quién es el más joven en la vida. Es absurdo. Como dice esa frase: “Cuando voy a tu cumpleaños, no te pido la cédula”. Es estéril. Tenemos que competir por ser los más grandes. No me mueve absolutamente nada. Nosotros somos de 1891 y esa es la historia de Peñarol. La historia la escribe cada uno, no lo que quieran escribir los demás.

¿Está bueno ser Juan Pedro Damiani?

Sí, cómo no. Con sus cosas. Yo me llevo bien conmigo mismo.

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